domingo, 10 de marzo de 2024

80 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: Un Apocalipsis Abstracto

 


Un trillón de trillones de años después…

 

L, o Herakón dentro de L, empezó el plan. Lo primero y más difícil fue dejar morir a M, ahora no debía ser difícil matar a los demás. No se vería una matanza, nada cambiaría, la humanidad en el Thecnetos solo eran símbolos, información, anti-entropía en su forma más abstracta, nada vivo dejaría de respirar. Y, sin embargo, L recorrió la pululante multitud simbólica de seres humanos que dormían en el Thecnetos, cuyo total conformaba la vida misma y sintió que esos millones de almas abstractas le hablaban y maldecían. Pero no debía ser irracional, ahora podía, en el último planeta, cumplir su deseo y purificar al universo de aquellos parásitos que lo infectaban: los humanos. Solo eran información, ni siquiera células o moléculas, solo códigos en la máquina, pero le dolía hacerlo, aún era L en parte. La vida estaba ahora en su estado más puro, sin cuerpo, sin tamaño, sin órganos ni mente, solo información, negentropía, orden termodinámico. Eso era, debajo de sus miles de formas, la vida. ¿Por qué dudaba? Vida es orden y estructura, todo lo bello es así, por eso no seduce y conmueve, es difícil matar lo hermoso por ser una expresión de la vida. Y lo abstracto también tiene belleza que seduce. Pero era una belleza helada como la de Eme.

¿Mañana ya no hubiera humanos? Se preguntaba y un llanto lo castigaba. Pero debía dominarse. Su metamorfosis lo requería. Sin el espejismo del amor, este mundo era más verdadero, pero perdía también sentido. 

En las entrañas del Thecnetos, al centro de un planeta único y minúsculo, rodeado de una eternidad vacía, la vida misma se miraba a sí misma considerando el suicidio. Sería una muerte simbólica, en la realidad material nada cambiaría, sí, pero si había algo de valor en ese mundo era la humanidad abstracta que desaparecería. Como evidencia de lo intrascendente que es la realidad y que lo verdaderamente importante ocurre en lo abstracto. 

Todo ese orden se convertiría en energía vacía, no habría vuelta atrás.

       Para ya no dudar, decidió ver a Eme en toda su maldad, en la máquina del pasado y así despertar de esa mentira que era la compasión.

79 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Eme detrás de Eme

 



13,8 billones de años después del inicio del universo…

Ni Eme ni eracom cambiaron. Eme prometió a eracom una noche a un costo imposible, pero no hay esfuerzo que no pueda el esperanzado, se vio finalmente con derecho, pero también con miedo de pedir, pero pidió. Ante la demanda, Eme dijo algo que dejo estupefacto a eracom:

—Tómame, pero yo no participaré —dijo lleno de odio, eracom se sintió impotente, de tratar de amarlo así.

eracom debió detenerse, pero quien detiene a un animal desesperado, empezó a besar la mano inerte de Eme con vergüenza, como quien come a los pies del alguien para no morir de hambre, así de derrotados estaban los sueños trans-biológicos del aprendiz de Ahelios.

Fue humillante, pero también Eme estaba indefenso, a pesar de la brutalidad del acto, algo en él se ablandó y suspiró como un enamorado al sentir la cara de eracom entre sus dedos y se entregó.

El amor, más precisamente el sexo, es un camino de regreso a nuestra infancia, a donde aprendimos a amar. Luego de estar juntos del modo más íntimo posible Eme regresó a su esperanza de ternura, de salvación, eracom lo estaba salvando. Eme fue feliz y sonrió en la sombra, lo que deseaba se hacía realidad, pero el sexo lo había regresado al estado más vulnerable de su vida, al estado más frágil y enfermo, ahí donde supo que sus padres habían decidido su desaparición, ahí vio ese horror en la forma de eracom, y lo odio con toda su alma. Un odio total.

Un descuidado gesto de eracom bastó y Eme sintió que volvía a luchar con la muerte, el peligro era amar. Así que esas frías calles vieron a eracom incrédulo y golpeado, expulsado otra vez, a la incertidumbre helada, sin saber por qué.

eracom, expulsado de Eme, otra vez se perdió en el mundo, que era solo el hueco donde no están él. Pero el camino del laberinto lo regresaba una y otra vez al mismo lugar. Acabada la matanza del Jardín Extraño, se ahogaba el ruido y se disolvían los deseos que habían encendido esa orgía heterofílica, ahora el lugar parecía desierto, eracom deambulaba sin alejarse nunca de esa zona, ya era indistinguible de aquellos adictos que arrastrándose como leprosos, buscaban toxinas y drogas descartadas o a medio usar por los asistentes del Jardín Extraño, entró a ese hueco ya vacío y sintió todo el mal que ahí, había ocurrido.

Rodeado del ahora inmóvil Jardín extraño, sin sus flores marchitas y hediondas, y a solas, vio a Hans Hahn, que suspiraba atacado de algún recuerdo.

Este le dijo.

—Alíviate, al menos lo que buscas existe, hace días está cerca. Lo que yo busco está a una distancia infinita. Ahora, luego de su trabajo de Etaires, duerme en un sótano. Te indicaré como hallarlo por un módico precio. Sé que has ganado algo fabricando máquinas para los vagabundos. Son fascinantes inventos… solo quiero unas horas de vida bioquímica.

—Solo eso tengo, y son tuyas —dijo.

—Te daré un consejo. Es gratis, te considero un amigo, te digo que él en realidad no ama ni desea a la otra especie. No es un heterofílico como yo, pero tampoco desea o ama a nuestra especie. Para él los demás son objetos. No nos ve como mujeres o como hombres, sino como solo como cosas. No te engañes. Por eso él puede satisfacer a la otra especie o a la nuestra. Mejor dicho, a ninguna. Trabaja de ambos modos. Ten mucho cuidado.

       Luego Hans Hahn se enrumbó muy lejos, había cobrado energía bioquímica por cierta información, pero el consejo sí fue una espontaneidad sincera. En la distancia encontró a la mujer que tanto quería, y que solo aceptaba su compañía siempre que fuese casta. Acaso por eso él la amaba así y no le hacía daño. Displicente, ella lo recibió, algo malhumorada pero un poco ansiosa de ver a ese enamorado de otra especie. Le había despertado algún cariño a pesar de ser imposible desearlo.

eracom siguió las indicaciones de Hans Hahn y entró al nuevo locus de Eme. ¿Qué crimen lo había movido a esconderse? A eracom no le importó. En un rincón ennegrecido y a oscuras, Eme yacía intoxicado y cansado de sus indescifrables trabajos. Su fornido cuerpo era cubierto por unas mantas sucias y viejas. Se acercó muy lentamente al cuerpo de Eme, como la araña macho se acerca cauta a la hembra de la viuda negra, Eme lo sintió y se comportó como si ocurriera algo cotidiano, y como si nunca se hubieran hecho daño ni separado, le indicó que se acueste cerca, deseoso de esa ternura que solo en el fondo de su seco corazón aún deseaba. El amor es una unión de dos cosas que se necesitan, aunque no se satisfagan, ese pacto prescinde de todo lo ajeno a estas. Todo es común, nada es propio. Así como uno no se pide permiso ni perdón a sí mismo, eracom perdonó a Eme y este a él sin usar palabras, que son solo medios, no fines. Teniéndolo tan cerca, Eme se sintió consigo mismo otra vez, ya se había perdonado a sí mismo, pero era consciente de que hacía mal. Un sueño aliviado lo inundó, el alivio de tenerlo de nuevo junto a su cuerpo, Eme le habló con la ternura típica del lenguaje de los padres e hijos que despiertan de madrugada y se indican cosas cotidianas con susurros. Se miraron como queriendo estar unidos siempre. La cabeza de eracom se hundió en el pecho cansado de Eme que suspiró con un temblor. Como si se adentrara en el útero primitivo del que salió la humanidad. Juntos durmieron íntimamente y una corta carga de sustancias químicas rodaron de sus ojos. Los leves roces de sus dedos tocándose con timidez removían y sacudían sus fisiologías. Se activaba la bioquímica del amor. La bioquímica de dios. Se durmieron uno en el otro como un niño que había buscado a sus padres por días de agotadora búsqueda y por fin los encontrara. Durmieron agotados del largo peregrinar que habían sido sus vidas hasta ese día, a solas uno del otro. Pero dormir es perder la conciencia y eso era precisamente lo peligroso del amor.

Durante unas horas, manchados con su mutuo sudor y unidos sus olores, Eme lo quiso con sinceridad y verdad. Ni todos los muros dé su corazón impidieron una pequeña fuga por entre las grietas. Pero las horas pasaban y pronto volverían a ser cada uno lo que eran.  

La vida no es completa así. Es verdad, ni la belleza de la sabiduría ni la comodidad de la vida serena vale la felicidad fugaz de esa fiebre suicida que se llama amor, amor de verdad. Ni la libertad. Los seres vivos como ellos estaban condenados a perpetuar una reacción en cadena invisible y esta era un tenaz ajedrez que había perfeccionado sus técnicas de esclavizar a sus piezas, para que el juego nunca acabe. El instrumento más invencible que usaba el dios, el mismo que adoraba Anthonio, era el amor, un dios cruel, así una generación engendraba a otra. Y así el dios vivía y se perfeccionaba poco a poco. Avanzaba en su camino de regreso a la perfección. Lejos de ahí, el siniestro sacerdote Anthonio veía renacer a su dios enfermo. Había acertado, la clave de los trans-humanos estaba en la secta de la memoria y supo que tenía un aliado en el hijo de su enemigo o mejor dicho un instrumento. Y el arma para derrotar a los trans-humanos era Eme, su belleza e indiferencia al sufrimiento humano, su codicia de cosas superficiales y tristes.

       Anthonio se dio cuenta de que si había un lugar donde el dios no moría era en el corazón de aquel joven: eracom, paradójicamente el más peligroso de los transhumanos. Ahí estaba más viva que nunca la dictadura de la biología que ordenaba unirse a su otra mitad para hacer más hombres. Y la suma de esas dos mitades no era una unidad, sino un infinito.

El plan de Anthonio estaba resultando a la perfección, el hijo de Padre podía ser usado mientras fuera un humano. Así que había logrado unirlo a Eme para que se pierda.

       Primero Hans Hahn y después Eme se habían vendido a Anthonio por una pobre cifra de semanas de vida y por ello se había dejado encontrar mientras eracom se perdía.

Pero en el negocio, Eme se perdió también él mismo.

78 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: ¿L o Herakón?

 


Trillones de trillones de años después…

Así L se curó de esa larga enfermedad que llevaba milenios matándolo, sintió calma, su cerebro narcotizado por el amor recobró, luego del duelo, el equilibrio neuroquímico, como un agua tumultuosa que luego de viajar y cambiar frenéticamente de dirección y caudal, finalmente se asienta en paz, pero también esa calma estancada la vuelve anóxica y pierde toda vida. La simplicidad era una insípida felicidad. Su mente no era fría como la de Herakón, era triste, pero logró que el Thecnetos empezara a revivir. Solo debía terminar la lenta reparación. Para él tenía un plan, para la misma humanidad ahí congelada. La soledad y la humanidad durarían un tiempo más, el deber del Thecnetos era conservar a la humanidad abstracta y a la misma vida hasta el último segundo. Y si era posible, salvarla del mismo desvanecimiento del tiempo. Pero L tenía otro deseo de dios, un dios aburrido de su creación imperfecta: matarla. Morirían todos juntos calmadamente en una dulce muerte. A él se le había ocurrido este error, esta pesadilla llamada Thecnetos, llamada vida y ahora era hora de despertar. Él sería un solitario dios conservado por una eternidad en el Thecnetos, ya vacío.  

77 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICALES: Muerte De La Meta corporación

 



Un trillón de trillones de años después…

¿Por qué una población que aguanto milenios los peores abusos se revela? ¿Por qué si ayer se sometía ahora, más débil que nunca, se levantaba? Ambas cosas, aguantar o revelarse, las hace por la misma razón: la vida. Hace ambas cosas para no perderla. Un día antes que el thecnetos despertara anonade el universo, los seres humanos se levantaron contar él.  Una explosión remeció el cosmos, las bellas instalaciones del Thecnetos en construcción empezaron a volar en pedazos, los rebeldes eran numerosos, pero principalmente del ejército invisible de Abismo, también caóticos gremios se habían unido, entre los que se hallaba Ayazx y Petrock. Una vez reducida a cenizas la ciudad de Amil-Urep, invadieron el alto Castillo de Metal y mataron a todos los funcionarios, técnicos y asistentes a su paso. Ese pequeño universo se encendió de colores y luces consumiéndose, micro big-bangs, destruían, suicidas, todos los mundos que conectaban remotamente con el Castillo de Metal y le servían, ráfagas de nada y de vacío despedazaron los sistemas poblados por los zombies eakantokeinos, huecos en el tiempo, creados por bombas cuyos engranajes incluían raras formas del ser, abrían abismos en los planetas artificiales desde donde se enviaba energía a Amil/Urep.

Los soldados del ejército invisible se descubrieron el rostro por primera vez, y en atronadoras naves llevaron a las 4 direcciones del espacio-tiempo armas relativistas que detonaban ondas poderosas que llevaban a la vejez y a la ruina entrópica a todo lo que su mortal luz tocaba. Esas armas básicamente canalizaban la entropía cada vez más abundante del cosmos, que se devoraba a sí mismo. Morían los Thaumasios, los funcionarios eran degollados, incluso los que habían apoyado el ataque secreto. Eran traidores y no serían útiles a la última generación, había dicho Abismo. Solo los guerreros bestiales, que ahí servían, se unieron a la revuelta desnudándose de sus trajes de hierro, dejando ver su impresionante desnudez de carnes toscas y poderosas.

¡No ven que están matando la posteridad! ¡A la humanidad del futuro!  —gritó de horror el Thaumasios Orf pálido y enredado en su cablería, su pequeña corte de sirvientes había muerto al tratar de esconderse y yacía a su alrededor.

—No existirá otra vida a parte de la nuestra. Ni existirá su vida aparte de la mía —dijo indolente Ayazx y lo golpeó con un trozo de metal hasta que este quedo hecho una masa sanguinolenta y blanca, contenida por el elegante traje y los apéndices mecánicos que los traspasaban. Ayazx llevaba a su lado a n, su hijo artificial, que aterrado, observaba la sórdida carnicería. Para este momento lo había entrenado, Petrock también llevaba a fvogelfit, también nervioso, pero repetía en miniatura el entusiasmo de su rudo padre por la pelea. Ayazx se avergonzó nuevamente de su torpe hijo, pero no declinaba en la convicción de formarlo y convertirlo en un guerrero. Tenerle paciencia era ahora su forma de pedirle perdón.

Hordas de hombres y máquinas entraron al Castillo de Metal destruyendo a todos en la meta-corporación. Así como miles de sombras entraban a los pedazos de universo que aún se mantenían juntos, disolviéndolos. La muerte térmica del cosmos se aceleraba con estas carnicerías.

Uno a uno los Thaumasios fueron identificados y despedazados. Arrebatados de sus sofisticadas tecnologías, se movían agonizantes como gusanos blancos arrancados de sus pupas. A veces solo el contacto con el aire común los mataba desprotegidos de sus sistemas de mantenimiento. 

Los Zombies Eakantokeinos que se guarnecían en sus remotos planetas, fueron muertos por máquinas conscientes que habían cobrado deseo de seguir viviendo y dejar de ser esclavas, la trans-meta-corporación se disolvía en sus átomos más elementales: los hombres simples e individuales sin organizarse más que en pequeños grupos, como en los lejanos días prehistóricos. La rebelión oscura usó las armas de micro big bang para destruir sistemas completos de poder, instalaciones donde la trans-meta-corporación administraba desde lejos la construcción del Thecnetos, no les importaba matar a los miles de esclavos y rebeldes que también ahí vivían.

Nadie sabía dónde estaba realmente el Thecnetos, pero era lógico que el Castillo de Metal era un centro importante de su fabricación o al menos de diseño, pues ahí se hallaba la mente de L, crucial para su construcción.

Rodeando esa masacre, que para el cosmos era nada, algunas de los trillones de galaxias empezaron a desaparecer, la guerra de los hombres contra el Thecnetos era minúscula comparada con la guerra de la entropía contra el ser, una guerra que empezó con el mismo parto de cosmos, y que frenó de algún modo la vida, pero que solo podía ganar la entropía al final.

En sus bunquers, algunos antiguos dueños de la metacorporación resistían. Los rebeldes del ejército invisible encendieron una rara arma, prohibida incluso por la meta-corporación, crearon un sol mortal. En sus proximidades, la física de este sol artificial y efímero lo llevaba a emitir terribles formas de radiación, no las mortales naturales, sino nuevas y miles de veces más destructivas, creadas artificialmente por el ingenio humano, fértil siempre a la muerte.

Estos soles duraban segundos, pero se encendieron por todo el cosmos, casi en desorden, asolando el esqueleto final de la trasn-meta-corporación. Ese y otros miles de soles artificiales acababan su vida muy pronto, lanzando a su alrededor ondas y chorros de micro partículas, tan extrañas como mortales. Dejando las caras de los planetas u objetos que iluminaba su brillo, completamente inertes.

Su luz oscura era muerte y cayó sobre toda materia habitada o desierta, secándola y desordenándola subatómicamente. Galaxias bullentes de vida y otras completamente vacías de vida orgánica o mecánica ahora eran iguales.

Algunos zombies eakatokeinos dada su superioridad técnica y su remota ubicación, podrían salvarse, pero muerto el Thecnetos no tenían razón de ser su resistencia. Elegantemente se suicidaron. Más que nada por desprecio de sus enemigos, los rebeldes, que se encontrarían una vez triunfantes con la nada. Aún más invencible que sus antiguos enemigos.

El ejército invisible comandado por Abismo se encargó de que los sagrados últimos Thaumasios fueran colgados y asesinados. Las instalaciones del Thecnetos desmanteladas e incendiadas. 

Ayazx fue uno de los miles de soldados que buscaron a Herakón, lo halló entre máquinas de pie, miraba incrédulo la nada, como si su mente se hubiera ido ya, miraba las cosas como un recién nacido. Era obvio que se había narcotizado para morir o había perdido la razón. Dada su vejez y alto grado de artificialidad, esta muerte demoraría días. Ayazx, arrancó una especie de tapa de vidrio plástico que lo recubría, y saco con tosquedad el cuerpo casi frío de Herakón de su negro traje. Este cayó inerte despegándose de algunos de los múltiples cables. Luego de ello Ayazx arrancó con sus fuertes brazos los aparatos y cablería de su sistema de sustento, el Thaumasios lo miraba impotente e incomprensivo de lo que pasaba.

Ayazx se preparó para despedazar el resto delante de su traumatizado hijo n, que gritaba de horror ante tal acto de bestialidad. Una vez lo había admirado. Pero nada da más placer al sádico que matar lo que le es superior. Sin el cableado, el cuerpo de Herakón se terminó de enfriar y tembló al sentir el aire helado por primera vez en miles de años. Entonces Ayazx le dio un tosco golpe con la barra de metal, tantas veces como innecesarias, al primero ya había muerto. Sus ojos vacíos y artificiales se apagaron. De su viejo cadáver no brotó ninguna sangre y solo un par de grados centígrados de temperatura diferenció su cuerpo muerto del vivo, n sintió una terrible misericordia por el anciano, como no había sentido por ninguna de las demás víctimas de este genocidio. Pero algo familiar sintió al verlo, pero solo por un segundo.

       A Ayazx le decepcionó que matar a Herakón resultara tan fácil, este no despertó mientras era despedazado. A los pies de la turba de guerreros y ciudadanos: ya helado de muerte quedo el cuerpo del Thaumasios, acaso había empezado a suicidarse como muchos otros, n vio con su ahora único ojo útil las agrietadas facciones del Thaumasios y le pareció confusamente familiar. Tuvo un lejano sentimiento de reconocer a alguien. Pero calló.

Estas y más escenas de espanto ocurrieron en el Castillo de Metal y en todos los sistemas del universo. Pero, los más lejanos ya habían perdido contacto con el nuestro, tal había sido la expansión y fractura del universo, que esta región ya estaba aislada de las demás, la velocidad con que se separan las galaxias era ahora mayor que la de la luz. O sea que el universo una vez uno, se desgranaba en grandes trozos de cosmos aislados uno del otro.

Acabada la hecatombe, la última humanidad se sentó a descasar. A todos dieron muerte para poder acabar de tener para sí su última vida en el mundo. Nadie puede entender la increíble soledad que siente un ejército una vez que ha desaparecido por completo a su enemigo, ya sin la razón y el motor que movía su vida. Cuando un enemigo muere, muere también la mitad de lo que somos. Y sin uno de sus lados, la moneda ya no se halla a sí misma y pierde su valor.

Fue como si una colmena de hormigas obreras atacara a su reina solo para luego errar caóticamente por un nuevo mundo sin sentido. Ahora eran esclavos sin amos, no hombres libres. Por ello solo los amos pueden matar los amos sin perderse.

Un estallido de júbilo precedió al estupor de vivir sin un futuro. La última humanidad se adueñó del mundo y de su última vida. Y ya no supo qué hacer.

Las civilizaciones que aún sobrevivían se unieron a mirar el borde del abismo que estaba delante de todas ellas y que los devoraría[1]. No era el Thecnetos era mismo el universo que se los comería pronto.

       Así murió la tras-meta-corporación y murió el Thecnetos ante de ser.



[1] Algunos pensaran que esté presente es incoherente con el futuro que ya conocen, pero el futuro depende del pasado y no al revés, ya se ha dicho también que este texto no es necesariamente congruente con los otros.

76 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: La siensia del amor

 


13,8 billones de años después del inicio del universo…

Otra madrugada y eracom esperaba a Eme en los alrededores del Jardín Extraño, esperaba acabara la orgía, dominado por la ansiedad, que lo hacía respirar como un animal atrapado. Pero al último minuto quiso salvarse de esa pulsión que lo destruía. En su desesperación hizo algo increíble, algo ilógico: se arrodilló y rezo al dios contra el que luchaba para que lo liberara del amor. No sabía que el dios no tenía piedad y había inventado al amor tal y como era.  Que él mismo ere el dios, pue no hay vida sino en cada ser vivo. Es más, el dios moriría si eracom se curara de la enfermedad atávica, si la humanidad se curara de la vida. Cerca del edificio, llegada la hora, vio venir una figura como la de una fiera buscando a su víctima, su corazón salto en dolorosas palpitaciones, mezcla de miedo y esperanza, y también de arrepentimiento, era ya un adicto.

Pero descubrió que la forma que veía era escueta y alta. Sorprendentemente, la figura que se dibujó a sus ojos rojos de desvelo, era la de un joven polvoriento y racional: Ahelos. Y lo acompañaba un hombre grandote pero manso y casto: Milo, y también el pequeño androide Dag. Ya cerca se miraron con ojos iguales de hombres que en su corazón eran semejantes. Ahelos apoyo su elegante brazo sobre el hombro del joven sin nombre.

—¿Por qué has dejado la secta? Tenemos problemas, algo nos está atacando.

—Por qué solo un hombre feliz puede luchar por la felicidad de los otros. Yo ya no lo soy.

—Aunque no seas feliz hoy, debes luchar por tu felicidad de mañana.

—Yo no lo seré nunca.

Ahelos se llenó de compasión impotente.

—Este es mi nuevo graduado, Milo, es casi mudo y sordo, pero sabe leer los textos antiguos y escribir. Por su fuerza física le pedí que me ayude a venir a este lugar tan peligroso. Sé que has enfermado. Debes detenerte.

eracom se conmovió, le parecía tan patético ese grupo de subversivos que querían cambiar ese mundo con gente así de simple como Milo. Ese grupo quería sublevar, independizar al hombre de la vida. Pero eracon había sentido toda la fuerza que esta tenía.

—Transhumano. Ser. Es no. Querer vivir. Volver. Nosotros. Amigos —dijo Dag todo lleno de tierra.

—¿De qué estoy enfermo?

—De biología. Eres ahora más creyente que Anthonio y los sacerdotes de la doctrina del dios. Creo que en ti, se libra la batalla que esperábamos, y a ti, mi mejor pupilo, es a quien ataca con más fiereza el dios, eres un siervo de la vida. Domina tu mente. La vida esclaviza al hombre. Sálvate de la vida —dijo Ahelos fraternalmente, el torvo Milo parecía no entender nada, pero miró triste a eracom.

—No sé qué me pasa. Solo deseo salvarlo. Ahelos quedó atónito al escuchar algo tan absurdo.

—Dime que sientes en lo más profundo de tu mente.

—Deseo.

—¿De qué?

—De una persona, no solo de su cuerpo. Quiero ser parte de él y que él sea enteramente mío.

—¿Que estás dispuesto a sacrificar por obtenerlo?

—Todo.

—Te diré que no deseas su mente, ni él la tuya, para él eres solo una cosa. Y también él para ti es una cosa. Te ayudaré a salvarte. Y creo que, a salvarnos, hay frente a ti dos caminos, uno es entregarte a ese deseo orgánico, el otro salvarte con nosotros siendo libre de tu carne. Ya te enseñé que puedes hacerlo. Este camino te llevará a la muerte y a la de nuestra raza —con estas palabras Milo parecía aguzar sus sentidos para entender siquiera algo—. El otro a la vida, a la vida eterna, no del dios, la nuestra, a dejar de ser un organismo dominado por un programa. Abandona todo deseo.

—¿Esa es nuestra raza?

—Sí, ahora lo sabes. Es prematuro, pero no veo otro modo de salvarte que revelártelo —agrego Ahelos mientras Milo los miraba con sus ojos algo extraviados pero inocentes.

—Mi mente ya ha muerto. Solo tengo sentimientos. ¿Eso es ser un nuevo hombre?

—Aún no debería decírtelo, pero estás en grave peligro. Hace tiempo naciste como un miembro una especie que debe sustituir al Homo sapiens sapiens, tú y yo ya no somos parte de esta humanidad. Ni de la vida. Y si vas a amar a alguien debe ser igual a ti. Eres un Homo sapiesn thecnesies, un transhumano. 

—Hablas con toda seguridad, pero tú mismo harías lo que yo hago si vivieras lo que yo vivo.

—Es verdad, estoy en un lugar que me permite ayudarte. Permítemelo.

—¿Cómo sabes que es realmente lo bueno para mí o para la humanidad? Por qué hablas con tanta certeza de todo. Yo no estoy seguro de nada.

—Por qué la gente nace como si ya hubiera vivido muchas vidas y es así. Es la memoria evolutiva que han aprendido las generaciones, ese saber ya está en los nuevos hombres que nacen, y aún más, te diré que todos nacemos de nuevo, pero olvidamos siempre quienes fuimos. Pero lo que aprendimos en esas otras vidas lo conservamos. Nadie nace ignorante. Pero tú pareces realmente haber olvidado todas tus otras vidas. Y por eso eres tan incompetente en esta, en algún momento deseaste dejar de ser tú. Hay dos personas en ti, luchando por ser.

—Pero yo no recuerdo nada, ni nada de lo que aprendí me sirve ahora. ¿Quién soy?

—Nadie mejor que tú lo sabe, pero quieres olvidarlo.

—Quienes son Uds. realmente.

—Somos el futuro.

—Yo soy solo el presente.

—El presente es minúsculo, somos seres de la eternidad y así debemos vivir, debes suprimir esas emociones atávicas en ti. Son fuertes, lo sé. Mientras más primitivas más fuertes. Nuestro deber es ser subversivos contra la vida.

—Si arranco el más profundo motor de mi vida, ¿seguiré siendo yo? temo que la libertad es nada. Un pájaro por ser pájaro desea la libertad solo para ser pájaro, es decir, es esclavo de su naturaleza. Si deja de desear ser pájaro no tendría un norte. Sería nada. Yo solo deseo amar a Eme.

—El amor, como la sciesia es una relación entre 2 cosas[1]. No de una cosa a solas. Deseas algo imposible. No eres eso que él desea. Morirás en este camino. Dejar de ser humano es dejar de temer morir, la humanidad no está preparada para esa verdad, pero sí la trans-humanidad, un día lo seremos y extinguiremos a los humanos. Seremos eternos, no la vida, esa cosa abstracta, sino nosotros, los individuos. Para ser eternos debemos matar la vida.

—Tus sueños parecen una pesadilla.

—Pesadilla es tu vida actual querido muchacho, atado a un cuerpo, al tuyo y al suyo, odiado por una mente, pero el cuerpo es un medio, no un fin. Amor y deseo son lo mismo: una triste enfermedad incurable y mortal.

—¿Y la humanidad es una enfermedad incurable también verdad?

—Sí— dijo Ahelos—, pero nosotros la curaremos y haremos que el hombre sea perfecto. Hay una guerra entre la razón y el instinto, entre el hombre y el mono y el vencedor debe pasar a cuchillo al vencido o morirá eventualmente, luego hade volar a las estrellas. Tú ahora estás en las filas enemigas. Enemigas de ti mismo. El verdadero enemigo son los genes. Nuestro contrincante es la vida.

El tosco y alto Milo no pudo contener una minúscula sonrisa, luego siguió mirando la nada como si no notara esa extraña conversación. El joven eracom sea abalanzó sobre Ahelos y abrazó su delgada y elegante figura.

—Llévame con Uds. Deseo ser libre. Sálvame.

—No, debes liberarte solo o no sería verdadera libertad. Sería un secuestro.

—No me dejen, por favor, no podré salvarme a solas.

—Serás libre. Podrás escapar a tu libertad, confía.

—Soy más ser vivo que nunca.

—Si es así, debe comprometerte con eso. Y luchar contra nosotros.

—¿Quiénes son Uds.?

—Una especie artificial nacida de la vida y enemiga de ella. Los trans-humanos. Tú eres uno de nosotros. Yo soy solo un pastor y tú, dado que eres ahora más fervoroso que Anthonio deberás unirte a él, antes de volver con nosotros.

Ahí eracom abrazó con cariño a su antiguo amigo, ahora su enemigo.

—Nos volveremos a ver. Te dejo a Dag. Sé que no te es posible entenderlo, pero él me contará de ti —dijo Ahelos y se fue lentamente con Milo, cuya robusta espalda se encorvaba mirando al suelo, eracom gustó en su corazón las palabras de su amigo. Empezaba su lucha por ser libre ese día. El dios empezó de nuevo a enfermar dentro de él. Eso tomaría tiempo, por ahora podría permitirse pensar días y noches en Eme. Pero pasaron las semanas y este no aparecía.

—Amor. Este. Conocer. Lengua de dios. Milo no est amicus. —dijo Dag.



[1] Sujeto cognoscente y objeto conocido.

75 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD

 

Trillones de años después…

 

L regresó a ser Herakón o simplemente era un L desilusionado, no lo podemos saber bien. Lejos y a salvo de M se perdonó de dejarlo morir. Él también lo había decidido así hace millones de años, y más antes, se alimentó de su dolor, gota a gota, y no por odio, sino por algo peor, por indiferencia, así que esta no era una injusticia. Somos nuestra mente y la de M estaba carcomida de una enfermedad, quizás ni siquiera era ya el Emisario. O acaso lo único que había perdido era su belleza. Acaso el amor no es la comunicación de dos mentes afines, sino el vulgar deseo de un cuerpo por otro cuerpo. La vida es antientropía, orden, estructura, y la mejor señal de ella es la belleza, por eso la vida es bella y fea la muerte, es natural en los seres vivos amar la vida y la hermosura, está ya no estaba en M. Si era eso, no había necesidad de rescatarlo, y acaso ni lo hubo antes, pues no es justo querer a lo bello y desamar lo feo. El amor era superficial e injusto como toda la biología. Por ello L debía y deseaba matar la vida. L detestó a la enfermedad atávica. El amor era una enfermedad perjudicial, lo mejor estaba en dejar de amar. Sería libre y podría ser uno con Thecnetos. Pero sería un ser triste, ya se había resignado a eso. Su misión ahora era una, acudir a la muerte de la humanidad. Impedir que siquiera una oportunidad de que la humanidad detestable continúe. Debía matar la vida de una vez. Ese mismo día.

74 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: El pasado siempre está ocurriendo.

  

13,8 billones de años después del inicio del universo…

Si no servía debía morir. Así que la vida quitó de eracom todo deseo vivir, comer o beber. Mataba así el dios a su peor enemigo: Lo estéril. Postrado en espera del fin arrancó de su brazo las pilas de sustentación ya vacías. La vida, el dios, ordenaba total autodestrucción. Los seres vivos son máquinas con un fin, llevar al dios de la vida a la eternidad y a la perfección, el amor era solo uno de sus métodos, eracom era ahora una máquina inútil, debía autodestruirse y reciclarse, ella misma estaba programada para hacerlo. Y ya había empezado.

Ya encaminado en ese final. Contra toda lógica, apareció Eme y sus ojos parecían llenos de compasión sincera.

—Solo te dije que te vayas, no que mueras.

—Es exactamente lo mismo —dijo eracom con lucidez y mirándolo con infinito amor.

—¿Realmente sientes esto por mí? —dijo Eme incrédulo, pero con el corazón desesperado de que la respuesta fuera que sí.

—Me han dicho que no te llamas Eme ¿Cuál es tu verdadero nombre?

(...) Dijo Eme.

—¿Por qué te hiciste llamar Eme?

Escuche una vez que mencionabas ese nombre dormido.

eracom deseo su calor y quiso acercarse, tomarle la mano, pero Eme lo rechazó de nuevo. Eme recogió las pilas arrancadas, era un desperdicio, y caminaron juntos por esos mundos de horror subterráneo. Una compasión parecida al amor se despertó débilmente en Eme.

       Cuando eracom pidió de nuevo la mano a Eme este gritó cruel.

¿Así de superficial es el hombre nuevo? ¿El enemigo de dios y mejor que él?

eracom se avergonzó. De reojo Eme observo a su víctima.  Solo salvada para prolongar el castigo.

—Déjame solo —le dijo no me tocarás nunca más.

       eracom en la oscuridad fue mordido por la frustración. Pero la vida lo empujó y acarició el cuerpo frío de Eme que empezó a respirar agitado al contacto, fue atrapado por ese fugaz deseo de quererlo y ser querido, pero se incorporó.

No me verás más. Resígnate.

Se levantó y salió enojado por la frivolidad de ese falso enamorado y se enrumbo al Jardín Extraño, eracom lo siguió instintivamente en silencio.

Te daré mi vida si consientes, solo una vez, por última vez, en que coja tu mano —dijo como un adicto. Dispuesto a sacarse un ojo por lo que necesitaba.

Eme quedó estupefacto, demolido por tanta desesperación, y aceptó. Luego sintió el alivio de la vida en él. Y entregó no solo su mano, sino toda su vida, que era de forma concreta, su carne, su cuerpo entero. Nada más tenía, ya lo sabía. Como el animal saciado de una angustiosa sed, Eme miró la descompuesta mirada de aquel joven y se compadeció de su tristeza, de su enajenación, se sabía responsable de ella.

—Porque sufres tanto. Eres un adulto, ¿por qué reaccionas como un niño?

—Y tú. ¿Por qué volviste si no vas a salvarme? Eres como el que se acerca al suicida, pero no para impedir que salte sino para que no termine ese dolor que lo llevó al borde del abismo

—Acaso estás pagando una culpa y yo soy tu merecido castigo.

—No he hecho nada malo en toda mi vida.

—Quizás no lo recuerdas, tú mismo dices que no sabes quién eras antes, si no lo hiciste en el pasado lo hiciste en el futuro… esta es una suerte de retrodicción moral. ¿Por qué no me olvidas? Yo no nací para ti, ni tú para mí. Es una viciosa obsesión, ni siquiera es amor.

       Que su profundo sentimiento no fuese considerado amor fue lo que más le dolió a eracom.

—No puedo. Si hubiera un método para olvidarte lo haría sin dudas. Pero no existe tal método como no existe uno para dejar de sentir sed o hambre. Y no puedo pensar en nadie más, mi amor es como una lente cóncava, se concentra en un solo punto con intensidad, por eso no puedo querer a casi nadie, solo a ti.

—Eres solo un neurótico de ideas fijas. No un enamorado.

—…El tuyo es como una lente convexa que irradia a todos, deslumbrándolos, pero a cada quien le da poco, casi nada. ¿Por qué tu crueldad?

Una vez trataron de matarme, mis propios padres, pero solo mataron eso con lo que la gente ama y sufre.

—Tu corazón.

—Sí. Debes aceptar que no podré amarte nunca. Se que el día que ame a alguien, ese día empezaré a morir. Y también es el alivio de estar al otro lado del crimen—dijo Eme acariciando su cabeza —. La injusticia, que es lo que es el mundo, tiene dos lados y solo uno de ellos se sufre, yo no quiero estar en ese lado. Esa debe ser la mecánica de mi forma de ser ¿Y la tuya?

—La de estar en la misma situación y sobrevivir a ella. Que esta vez el monstruo no me mate.

—Ahí Eme vio a eracom totalmente convertido en otro, en Ele, y lo abrazó con intensa compasión.

Ambos volvían en su vida adulta a una escena oscura de su infancia, una que nunca dejaba de ocurrir, y ellos mismos la reconstruían una y otra vez con la esperanza de que todo acabe bien ahora. Pero el pasado es algo de lo que nunca estamos a salvo.

—Vives una fantasía inútil —dijo Eme.

—Tu también. Siento pena por ti. Por eso te perdono. Sé que tomará tiempo, pero un día tú también te perdonaras a ti mismo.

       Al oír esas palabras Eme se puso a llorar conmovido de si mismo y abrazó a eracom. Y este no pude huir de él ni de la vida, como había planeado y estuvo a pocos pasos de conseguir.