Eones de años antes…
El púber eracom yacía dormido entre su colección
de pobres fragmentos. Siempre soñaba con que no era eracom, sino que se desdoblaba en dos personajes, aparentemente
diferentes, uno Ele, el más frecuente, pero a veces era simplemente eracom, pero otro eracom. En su
cerebro extraviado por el sueño, esa rara personalidad se presentó otra vez. Y
soñó que no estaba solo, un cuerpo masivo y cálido respiraba acostado muy
cerca. Rozó un dedo sobre su contorno y este contorno dibujo una figura grande
y bella que acaba en una gruesa cabeza que lo miraba. Sentía en el sueño un
afecto puro como el de un hermano, pero que contenía un nivel más profundo de
intimidad, quizás de peligrosa intimidad. Aunque en su vigilia no conocía
ningún afecto, imaginó que así sería querer a alguien. En ese sueño él
correspondía a ese hombre ideal, pero ese afecto era difícil de comprender,
¿Qué naturaleza, acaso primitiva, tenía? Él no había querido a nadie, ni era
posible que en esa sociedad de infrahumanos se quisiesen unos a otros. Ese
personaje soñado interrumpía la penumbra con una silueta grande y empezó a
decirle algo importante, algo crucial:
—¿Ya tienes la clave?
—Sí, casi lo he logrado, debemos modificar el gen
H19, el igf2 se modificará solo cuando este cambie, hay que borrar una región
del cromosoma 10, ese es el camino —respondía Ele en su sueño.
—¿Estás seguro que nacerá normal? —dijo Eme.
—No del todo. Pero solo puedo teorizar eso ahora.
No hay modo de llevarlo a la práctica —respondió Ele.
—Solo los
funcionarios de la compañía tienen ese poder, explícales tu idea. Te deben
mucho —dijo Eme.
—No, ellos han prohibido la homofília —respondía
Ele, que así se llamaba esta vez eracom en el sueño.
Pero en ese momento, antes de poder comprender siquiera algo, el amnésico
muchacho despertó. Qué raro era ese mundo del sueño, parecía un mundo real,
pero al revés. Sin embargo, algo de esas nebulosas pasiones oníricas lo
acompañaron los primeros minutos de vigilia.
Ya en la ordinaria realidad olvidó todo, se entregó al estudio
de un nuevo texto comprado muy barato a un vendedor errante de reliquias, era
naturalmente casi completamente ininteligible. Meses le llevó entenderlo. Meses
de placer erudito y solitario. Milagrosamente había logrado deducir su
vocabulario y ese y otros textos ya podían entenderse. Deseaba comunicarlo
pronto a otros buscadores. A la llamada secta de la memoria. Temía contactar a otros,
pero la urgencia de su descubrimiento lo exigía. Solo una palabra parecía
carecer de sentido, una que constaba de 4 signos:
La racionalidad y belleza de ese texto le hicieron entender, lo que otros
buscadores ya habían descubierto, hubo un lejano pasado en el que el ser humano
era lógico, feliz y libre; y de repente o gradualmente la luz de la razón se
extinguió. De ellos habíamos degenerado. ¿Por qué?
En aquellas despedazadas fábricas abandonadas merodeaban otros buscadores,
un grupo de humanos que en secreto descreía de la doctrina del dios o del otro
dios. Debía buscarlos y contarles. Esa comunidad constituía una secreta y
frágil hermandad de buscadores de sentido, se reunían muy rara vez a conversar
de sus hallazgos o a debatir sobre la denominada “prehistoria”. Lo común era la
investigación solitaria, el mundo que veían en sus sueños era cada vez más
hermoso e inacabable, e imaginaban el fin de esa época dorada de mil formas
distintas, apocalípticas o melancólicas, catastróficas o lacónicas como un
atardecer de un lento planeta. Había claro muchos falsificadores, ese pasado
coherente se trasformaba por su culpa en una celestial perfección de ensueño,
en un incierto hombre bueno, bello y verdadero que los antecedía. Felizmente
todos sabían ver detrás de las mentiras, era la primera facultad de esa casta
de buscadores, pero había algo irrefutable, el hombre no estaba condenado a ser
lo que ahora era, la humanidad podía ser, aunque nunca lo fuera, más bella, más
fuerte y más integra. La actual era una tosca sombra de ella, pero también la
promesa de aquella. Y remontándose a los ancestros, no había muchas
generaciones hasta esa mítica humanidad perfecta, casi podía decirse que ese
mundo acabo ayer y aún se podía respirar en el presente, el aire que respiró
esa humanidad superior. Una ética creció entre esa multitud de solitarios
buscadores a los que pertenecía eracom,
una ética de salud y felicidad serena, a pesar del caos cada vez más irracional
que los rodeaba en esa Limma a
oscuras. Creían que el hombre debía ser fiel a la lógica y a la paz. Controlar
sus emociones era la clave. Y así volver al pasado poco a poco. Acaso no era
tan difícil, acaso biológicamente era inevitable, sus genes indudablemente eran
inferiores al de los antiguos humanos, carcomidos e invadidos de caos y error, de
entropía, pero eso no impedía a su mente ser igual, o incluso mejor. La mente
sobre el cuerpo, el bien sobre el mal, la armonía sobre el caos, la serenidad
sobre los excesos. Esa promesa los entrego al fervor de la memoria y al plan
obsesivo por el hombre nuevo. Y ese hombre nuevo empezaba en ellos. Así que una
reforma de su misma psicología era el primer paso de los iniciados en la secta.
De esa iniciación salían más serenos, sabios e indolentes a las injusticias de
la realidad.
Él, eracom,
aún no sabía quién era, pero construía el que sería. Y hasta la calma de ese
proyecto le hacía prescindir de su egoísta y superficial obsesión de saber su
verdadero nombre. ¡Que importaba ahora! La secta de la memoria exploraba esos
mundos ignorando las guerras y recopilaban textos de lo que antes se llamaba siensia. Atesoraban en secreto sus
estudios. Y todos soñaban con las bibliotecas presas en el laberinto del dios,
frente las cuales sus pobres archivos y compilaciones eran solo escombros.
En la humanidad de verdad, no la que soñaban esos idealistas, lo normal era
la homofília, la heterofilia era ahora un vicio prohibido, pero al hombre nuevo
le correspondía la calmada asexualidad, o las formas más sublimes y castas de
homo-romanticismo, el hetero-romanticismo no era malo pero era semejante al
amor a los animales o a otros seres inferiores pero sensibles, pues la
compasión, entendían, debía extenderse a todos los seres sensitivos, siempre y
cuando no sean dañinos o perjudiciales como era la otra especie nefanda.
Sí, los hombres de la secta de la memoria podían amar, pero
solo platónicamente. El deseo desaparecía en una mente en paz que ya no deseaba
nada y en control de su biología, la mente debía ser independiente del cuerpo
pues este era una cadena que los amarraba a la biología del dios, ese
trans-biologismo trans-naturalista era una forma radical de ateísmo pues la
vida era en uno u otro sentido la divinidad de esa precaria civilización.
Pero la mente no debía odiar a la biología de la que nacía,
sino, apoyándose en ella, volar a sus múltiples posibilidades sin que esta sea
un lastre, sino más bien un medio, nunca un fin. Como la luz que sale de un
cuerpo ya muy caliente, se dispara y adentra a una terrible velocidad en el
universo oscuro, iluminándolo y haciéndolo visible, la mente salía de la cruda carne
y alcanzaba alturas imposibles para esta. Extasiado en estas sublimes ficciones,
eracom se convirtió en un buscador
estricto y deseo unirse a ellos. Era por ello feliz y así era el hombre con el
que se encontraría esa tarde: Ahelos,
con el que conversaría y soñaría esa tarde sobre aquellas míticas bibliotecas
enterradas en la central del dogma.
—¿Eres uno de la secta?
—Eso depende —respondió Ahelos amablemente—, ¿En qué puedo ayudarte?
—Creo he descubierto un código para entender
algunos libros. Con él podríamos entender otro idioma prehistórico.
—Déjame revisar.
Eracom le entregó este texto reliquia para que lo examinara con el código.
Ahelos revisó el código con ayuda de un primitivo androide, Dag.
Este dijo:
—Pues. Lo. Que. Dice. Sobre. Palabra. Nombre. Es.
Vida. Por. Que. Todo. Nace. De. Vida. Y. Vida. De. La nada. Y. Nada. Por. Vida.
Para conocer. Sin. Ese. Poder. Nombre. Sobre. Amor. Todo.
Eracom rio de la simplicidad del androide.
—Solo yo puedo entenderlo. En realidad, es muy útil
—dijo Ahelos e hizo algunas
correcciones al código, el joven volvió a leer con estos cambios su texto y notó
que tenía ahora más sentido.
—¿Tú ya lo sabías?
—Sí. En lejanas ciudades aprendí ese código, pero
solo una parte tú has logrado descifrar el resto, has aportado inteligibilidad
a los estudios. Eso muestra que importante es que estemos unidos todos en
nuestros trabajos. Ya no trabajes solo. ¿Cómo te llamas?
—No lo sé, a
veces sueño que me llaman eracom... otras
Ele, llámame como quieras.
—¿Quién te llama así?
—Un hombre en mis sueños, es la única persona que
conozco de verdad, y —dijo con cierta vergüenza— mi único amigo, pero solo es
un sueño.
Ahelos miro conmovido la ingenuidad del adolescente.
—El nombre es solo una convención, una casualidad,
pero cuando ya eres viejo y acaba tu vida es tu definición, me gustaría
llamarte Daedalus o Taitale, un personaje de un texto muy
antiguo y querido, eracom es un
nombre de un tiempo muy antiguo, también te asentaría Lámed (/l/) letra de un alfabeto primitivo equivalente a la letra
lamd (L).
—Preferiría no usar ninguno hasta recordar el que
me pusieron mis padres… o mis madres. Sé que un día recobraré la memoria.
—Es verdad —asintió Ahelos.
El joven sin nombre se
sintió orgulloso de su aporte y emocionado de poder aprender de los demás.
—El código es valioso —dijo Ahelos —, pero lo usamos para leer textos sin mucha importancia.
Los importantes están aprisionados por la bio-religión.
—Dicen que esas bibliotecas están protegidas por un
laberinto y por el dios mismo.
—Ningún dios existe —dijo Ahelos—, solo la custodia un laberinto, pero no es físico, ni de
piedra, nadie lo ha visto, pero todos se han perdido en él.
—Bivlos secretos. En tu. Dentro. Esta él. Libro
más. Largo. Sin poder. Leer —comento Dag.
—Sé que el último nivel de su educación es viajar a
la biblioteca y sortear el laberinto y unirse a ella… o morir.
—Nadie lo ha logrado. Son mitos. Como el dios.
—Pero existe la vida y existen los organismos y es
verdad que ambas cosas luchan. Así también existe ese laberinto de modo
concreto.
—Sí. Pero no sabemos en qué consiste o como logra
perder a los hombres. Pero una vez que lo sepamos podremos asaltarlo y ser
dueños del mundo —dijo Ahelios y sonó
algo conmovedor dicho por alguien tan pobre y delgado de hambre. Alguien que
nunca había conocido el poder o el placer. Y sin embargo ascéticamente soñaba
con poder cambiar el mundo.
—Solo luchan ideas, dos ideas erradas. Pero no
luchan en nosotros. Además, no son dioses o son dioses inferiores. Nuestra
mente es más fuerte que ellos. Fíjate, un día tuve sed pero me negué beber todo
el día a pesar de tener agua al alcance de mi mano, ese día supe que millones
de años de evolución no podían contra mi simple voluntad. Y así, como se puede
vencer un simple instinto orgánico, se puede vencer toda la biología dentro
nuestro —dijo Ahelos—. Podemos dejar
de ser humanos y dejar de ser seres vivos. Ser verdaderamente consientes y
libres.
—Pero somos hijos de esta especie, que tanto
podemos revelarnos a la vida sin dejar de ser. ¿Nos convertiremos en piedras?
¿En ideas en el vacío? Sería matarnos a nosotros mismos.
—No. Solo mataríamos la parte que no es libre, la
no humana. Pero tomará tiempo. Aún no sabemos cómo será el hombre nuevo, podría
ser monstruoso a los ojos de nuestra ignorancia. El caso es que esta humanidad
está tan degenerada que pronto dejará de existir. Una parte de la población ya
es muda y la que todavía habla, solo repite incansablemente, no hay ideas
detrás de sus palabras.
—¿Quién eres realmente? —preguntó eracom— ¿un herético?
—No, no creo en ninguno de los 2 dioses. Soy algo,
pero no soy esta nariz o estos ojos que ves, ni esta voz que escuchas, soy
ideas encerradas en un cuerpo que podría ser cualquier otro, podría ser una
esfera o un ser monstruoso, eso no importa solo las ideas que viven en mi
cuerpo y emanan libres de él y que ahora comparto contigo y de alguna forma ya son
tuyas— dijo Ahelos afectuosamente.
—Tus ideas son subversivas aun para las dos
doctrinas enemigas.
—Eroticom. Decir verdad. Es no dios. Abismo.
—agrego torpemente el androide Dag.
—Mis ideas son verdades y esas doctrinas son
mentiras, es natural.
—¿No temes a la policía del dogma?
—No. La vida la llevo en la punta de mis dedos.
Perder el temor a morir es la fuente de mi libertad y me permite soñar con la
vida eterna.
—¿La del dios?
—No. Me refiero a la nuestra. Que cada uno podría
no morir. Si descubrimos una tecnología capaz de modificarnos. Primero debemos
detener la degeneración de esta humanidad, luego transformarla, acabar con la
muerte. Pero ese conocimiento también está aprisionado en las bibliotecas
herméticas.
—No morir.
Yo desearía no morir. ¿Quieres enseñarme a ser como ustedes?
—Sospecho eres más cómo crees que somos, de lo que
yo mismo soy, pero aún no has aprendido lo suficiente sobre cómo ser bueno.
Deja la materia atrás. Tu cuerpo, tus genes. La causa guerras son los genes. Los genes nos condenan a ser malos, por eso
debemos dejar de tener genes.
—¿Sabes entender los
sueños?, llevo meses con el mismo sueño y en él un hombre...
—Eso no lo sé. En realidad,
creo que no significan nada —agregó Ahelos
y eracom no insistió en el tema que
lo inquietaba tanto.
Con valor e idealismo hablaron esa tarde de encontrar un modo de robar esos
archivos resguardados por la bio-religión y fundar una nueva humanidad
iluminada por esa sciesia ya
divulgada y libre. Liberar a la humanidad de la muerte y de la oscuridad que la
carcomía por milenios de involución. Si no lo hacían ellos un día
inevitablemente alguien lo haría.