domingo, 25 de febrero de 2024

61 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES. Nimis 2

 

La esperanza, es un sueño de un hombre despierto.

ARISTÓTELES

 


Desterrada de la trans-meta-corporación, Nimis vagó, no podía unirse a ningún lugar, solo esperaba impotente a que un día el monstruo dentro del Thecnetos se encendiera, al agujero negro artificial que los volvería nada, ensayó un tono de voz aniñado para verse más inofensiva, lo ensayó hasta que sonó natural, y convincente, es más, se impuso creer que era legítimo, así sobrevivió buscado a que pertenecer, era un ser incompleto, sin ser de algo o de alguien era nada, un día encontró un espacio adecuado a esa necesidad, el miedo y el odio de los seres humanos se materializaba en grupos que lentamente se organizaban, sectas secretas, subversivos de diferente laya, uno de ellos, el ejercito invisible,  la cobijó, su líder era un misterioso hombre cuya cara nadie había visto, su nombre era Abismo. Siempre en su personaje inofensivo, logró ser rescatada por estos, pronto fue relativamente importante, estudiaba los discursos que ahí se escuchaban, la doctrina de Abismo era estúpida, nebulosa y nunca la comprendió bien, no hacía falta, solo debía repetir lo que los demás decían, no creía en ella, las consideraba como las demás ocupaciones masculinas tonterías, pero se fingió devota, era importante y aprendió a imitar a los demás, en algo si era sinceramente igual a los otros, su odio al mundo, no solo al Thecnetos o a la trans-meta-corporación, también a los guerreros, a los niños-juguete, a los demás esclavos y androides, ella era un paria del mundo y de la vida, y al no poder tenerla deseaba destruirla, aunque sin poder físico o mental sabía que tenía un gran poder destructivo, y sabía representar y mentir, así destruyó a algunos enemigos u obstáculos de su ambición, sin sudar o hacer frente, todos los demás sentían lo mismo, pero sin su ferocidad escondida, ellos al menos tenían un sueño o una pesadilla, ella solo tenía un minúsculo deseo, respirar un día más en este mundo de dolor, los seres así nacen sin derecho a soñar, ni siquiera esa pesadilla que era esa doctrina ambigua. Pero logró parecer más devota y fiel que los demás. Con suerte, un día pudo ver a Abismo, ¿ese ser tan minúsculo era el líder?, era obviamente un idiota, incluso emocionalmente,solo era posible si alguien lo había puesto ahí —pensó.

60 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Dos huérfanos conversan

 

13,8 billones de años después del inicio del universo y un trillón de años antes…

Sí, esa noche conocí el significado de la palabra de aquel texto. Pero empecé a perder el significado de las demás palabras. Luego de aquella sagrada visión de soledad, me acerqué a él y me convertí poco apoco en una de esas personas que Eme usaba y que lo usaban.

       Rotos mis votos de castidad, hablé con Eme esos minutos que la dopamina nos hacía sentir unidos, antes de que se esfumara esa magia química y cada quien tomara su rumbo.

—¿De dónde vienes? —dijo el robusto Eme, con la ronquera de alguien poco inteligente, ambos echados mirándonos de cerca. Cansado, pero vigorizado del ritual atávico que lo volvía frágilmente feliz y confiado. Hominen est animal triste post coitum.

—No lo sé, he tratado toda mi vida de saberlo. Un día aparecí caminando por las ruinas de una plaza de Limma sin recordar nada antes de ese momento, dicen que demoré unos días en aprender a hablar ¿tú? —concluyó eracom con su púber rostro atravesado de una triste belleza, como la de un hermoso esquizofrénico.

—Yo soy un mestizo, soy hijo de una unión anti-natural (Eme mostraba una cínica desvergüenza de su origen en la nefanda unión). Mi madre quedó naturalmente sola, se deshizo de mí a los pocos días. Nacimos dos, uno fue vendido al cuerpo religioso, a mí no pudo venderme, a diferencia de mi gemelo, algo me hizo nacer imperfecto, al no conseguir ningún provecho, intentó matarme varias veces, pero descubrió que no es tan fácil matar un niño como se cree, así un día me llevó lejos y se fue. Pero tampoco morí, crecí y los busqué a ambos toda mi infancia. Pero lo peor fue encontrarlos, poco a poco aprendí que debía dejar de buscar. No me perdieron, me desecharon al notar en mí algo malo, mi padre me repudió inmediatamente, pero decidí vivir un tiempo cerca de él, en algún recoveco, él tenía una familia normal, homofílica, pero nunca me hablaba, luego de unos años entendí que eso no cambiaría y me fui. Entonces busqué a mi madre, ella al verme más grande notó que ya podría servir de algo, cobró su “amor de madre” bastante caro, trabajé de modos abyectos y extenuantes, ella me vendió como pornoi muy joven, finalmente me vendió al Leno Hans Han cuando empezó mi pubertad, sé que ya murió ¿Tú no sabes nada de tus padres no? —dijo desde su terrible desnudez obscena.

—No, pero me buscan.

—¿Cómo lo sabes? —dijo con ojos niños Eme. Una vida usando a los demás lo hacía maestro de la manipulación.

—No, pero creo —y le dolió usar ese término religioso— que me perdieron y me están buscando. No sé si fueron dos hombres o dos mujeres o una unión nefanda como la tuya.

—Debieron ser dos hombres, sino serías parte del submundo ¿Por qué crees que te buscan? —dijo con ojos verdaderamente niños Eme.

—No lo sé. Pero sé que no pude aprender a hablar en esos pocos días, deben haberme criado antes de aparecer en esa plaza. Y luego me extravié y perdí la memoria.

       Eme supo que eracom se equivocaba. Sintió que eracom estaba tan perdido como él y le entristeció. La biología es una doctrina cruel, los padres son el primer instrumento de la selección natural, al notar algo equivocado en eracom sus padres también habían decidido descartarlo y él había elegido olvidarlo. Eme, se llenó de compasión por el incauto eracom y lo abrazó como a un cachorro herido. Elegiste no recordar... —pensó. Y soñó que salvándolo se salvaría también él.

—Poco a poco recordaré y sabré quién soy. ¡Si solo pudiera recordar que hacía yo un día antes! —dijo con prístina inocencia.

Eme, suponía la verdad, pero no quiso desilusionarlo, vio esa ternura anhelante como aquella que siempre hubiera querido él tener. Por un segundo creyó en ella y quiso ayudarlo. Y quería ser dueño de esa inocencia para sí, para su mundo, tan vacío de ternura. Como quien encuentra un diamante y lo desea como a un tesoro y se promete nunca venderlo. Pero otra parte de su mente sintió que podría usar esa ternura si lograba sembrar en él la esperanza. Una vida usando a los demás y siendo usado por los demás, lo hacía infalible en las manipulaciones del alma. Era obvio que eracom comprendía la causalidad natural muy agudamente, había nacido para lo cognitivo como nace la raza de los hombres, pero él conocía la causalidad emocional, arte supremo de las mujeres, él había heredado la mitad de sus genes de la otra especie, con esa herramienta podía jugar con eracom. Y esa parte de él no sintió remordimiento, aquel que ha sufrido mucho y solo ha recibido indiferencia de lo que amaba al empezar su vida, ya no siente ni sabe lo que es el sufrimiento ajeno. Y muerta en la infancia esa sensibilidad como protección al desamor, tampoco podía ver ya el amor que necesitaba. 

Pero antes, pasaron unas horas de felicidad. Como la breve conexión íntima, casi cómplice, que hay brevemente entre un lobo y su presa recién atrapada, con la que, por un momento, juega sin malicia.

59 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES, Recuerdo de una aventura

 


 Un trillón de años antes.

En la cueva de niños rebeldes, sin saber del despertar del Thecnetos, el grupo conversaba. Las instalaciones estaban vacías, Elio contaba su mejor historia.

—¿De veras eres hijo de Thaumasios?, creí todos los niños juguete éramos hijos de guerreros, o sea hechos con sus embriones —preguntó n.

—Obviamente no tú —dijo amaru, fvogelfit pensó en darle un golpe, pero lo retuvo la corpulencia de amaru.

—Quizás sí, soy más pequeño que el resto, pues los Thaumasios casi no tienen cuerpo y es casi imposible que se reproduzcan, pero eso no importa, yo lo creo y basta para serlo. Tú también puedes ser lo que sueñas ser —dijo a n moviendo los brazos para crear suspenso—. El caso es que solo tuve padres adoptivos unos meses, pronto me liberaron y aprendí a vivir libremente, soy un cimarrón. Libre me di a estudiar el mito de N, es un tema inacabado, aún no sé realmente como es N, solo se es un ser infinito y acaso por ello, su estudio es interminable —dijo y ya había captado la atención de su minúsculo auditorio.

—Pero supe pronto que son sus genes, lo que hacen a N un dios. Una combinación única y perfecta. Así que investigué la genética, rondé los puestos ambulantes de los técnicos ambulantes, ellos son los que más saben del tema, ahí conocí al Gnomon, el más hábil de ellos y también el más borracho —todos rieron—, y a su hijo amaru, entonces no había crecido tanto. Ahí aprendí que dominando la ciencia de los genes se podría saber quiénes somos genéticamente. Incluso muchos niños juguete podrían buscar a sus padres verdaderos, pues un niño juguete y sus padres comparten el 50% de sus genes, es un cálculo elemental para mí. Aún lo hago, pero no tanto pues en muchos casos fue triste saber que muchos padres rechazaron a sus hijos genéticos semejantes a ellos solo por ser juguetes o sea sin alma, golem dicen que somos.

—¿Qué es un alma?

—Me cuesta decirlo, solo diré que, si un día despertaras en otro cuerpo y en otro mundo, aun tu alma sería la misma —dijo Elio, siempre elegantemente.

—Todos tenemos poca alma y algunos ninguna —dijo amaru jalando la cuerda que retenía a Enio que de espaladas al grupo ignoraba el relato. Elio se dolió, pero debía seguir:

—La cantidad de alma no importa tanto como su calidad, ahí conocía a amaru, y nos hicimos amigos, es buena persona debajo de su apariencia. Descubrí en mis estudios quienes lo habían engendrado, pero amaru ya quería mucho al Gnomon y no quiso dejarlo, también supe que ningún guerrero copiaba mis genes, así que soy hijo de Thaumasios —dijo muy orgulloso y feliz—. Uno muy pequeñito.

Rieron todos.

—Ahí supe también que había alguien con mis genes. Un hermano. Estaba en el rincón más olvidado de los almacenes y sin esperanza de ser vendido o salir de ahí, era Enio. Estaba muy ido. No sé si estaba así por algún comprador que lo daño, no sé qué cosas sufrió mi hermano, o si de nacimiento es lelo, las máquinas que nos hacen no son perfectas y a algunos no nos hacen bien —dijo mirando a amaru—. Continúa tú, esta parte te sale mejor a ti —dijo como una excusa, pues se había puesto triste

—Esa noche dormimos al Gnomon —dijo amaru—, ya estaba ebrio cuando narcotizamos su última botella y cayó dormido y sacamos a Enio. Ahí Elio le ató a una cuerda a su cintura y se lo llevó. Mi padre ni notó la ausencia de Enio. Sin embargo, Elio me debe un gran favor y un día deberá pagarme.

Fvogelfit rio recordando al Gnomon y a Diomedes a los que les había hecho tantas travesuras.

—n ¿desearías saber quiénes son tus engendradores?

—Es tan débil que debe ser también hijo de técnicos —dijo Amaru.

—No soy hijo de técnicos —dijo Elio completamente convencido de su abolengo.

—Si los hallaras podrías dejar a Ayazx, cualquiera es mejor padre que él. Sabemos que hizo algo terrible, que casi te mata, ¿por qué volviste con él?

—¿Dejarlo? —pregunto n.

—Si me lo permites amigo, con placer empezaré a investigar tus genes, dicen mucho de nosotros, dicen que es el lenguaje de la vida que alguna vez fue considerada un dios en la antigua meta-corporación. El código genético es el alfabeto de la divinidad.

—No, no quiero saber quién soy.

—¿Por qué? —dijo fvogelfit

—Lo poco que ya se dé mí, no me gusta

Todos lo miraron con compasión, incluso el bravucón de amaru.

58 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD

 



 

No estaba listo para ver a M aún, ni Uds. tampoco, deberían conocer más de ese desconocido. En el Thecnetos había repasado nuestra vida en Amil-Urep en el visor de pasado. Pero había otra, pero no ocurría en esa misma época de la que habíamos reencarnado, sino en una más remota, que podríamos llamar prehistoria. Trascribiré luego lo que Thecnetos me reveló de ese pasado más primitivo de mí mismo y de eMe para que pudiera entender del todo lo que luego hice.

57 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Telégrafo Cuántico 3

 



 

Un trillón de años después…

 

Lejos del imponente Castillo de Metal, un grupo se filtra en las instalaciones de rebote de un telégrafo cuántico. Este está en un desierto desde donde el Castillo se ve como unas difusas puntas negras en la lechosa lejanía.

Petrock, Ayazx, Farman y los demás habían rodeado las instalaciones, ya estaban cerca, era un lugar desierto y pobre. Unos 5 soldados lo cuidaban, al parecer ya avisados del inminente ataque y en sus puestos sus armas.

Al ver venir a los hombres les ordenaron no avanzar y luego empezaron a caer las balas, Ayazx sacó su arma, pero Petrock le dijo urgido:

—¡No dispares, no dispares!

Ayazx se reprimió, pero le dijo:

Petrock debes dejar estos métodos, no conseguirás nada.

—Sí es posible. Solo dame un minuto.

Los disparos continuaron y ya habían pedido refuerzos

—No podremos continuar.

Farman se angustió terriblemente.

—Esta noche nos ejecutarán.  ¡Disparen!

—No —dijo Petrock—, por ellos también luchamos.

       Petrock dejó el grupo y se acercó a los guardias mostrándose desarmado. Mientras se acercaba, un soldado metódico se dispuso a dispararle. Pero el otro lo detuvo. De lejos, el grupo vio que Petrock habló largamente con los soldados, acercándose cada vez más con cautela.

—Puede convencerlos, pero los refuerzos vendrán pronto.

—Si no funciona atacaremos.

Luego vieron a Petrock y a los soldados ingresar a las instalaciones

Petrock despertó y convenció también a los demás soldados dormidos y ellos estuvieron de acuerdo con el plan, también habían oído los rumores.

Luchamos para dar vida, no muerte —les dijo.

Por la sofisticada maquina trasmitieron la información a números puntos de universo. Estos textos eran luego retrasmitidos hasta formar un grito por todo el cosmos:

 El Thecnetos se dispone a matar a la humanidad”.

       El monstruo perdía su máscara. Ahora todos podían ver que era realmente el Thecnetos, pero también cuan invencible era.

56 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Poeta.

 



13,8 Billones de años después del inicio del universo…

Eme me llevó a diversos recovecos secretos de Limma. Siempre parecía esperar algo que yo no atinaba a hacer. Que le urgía que hiciera: salvarlo. Me explicaba que eran esas calles, esos edificios enterrados, ese río casi seco de aguas negras que atravesaba en secreto la ciudad y luego se hundía hasta el centro del planeta, donde un viejo océano, también enterrado, lo esperaba, lugares raros. Pero yo no veía nada que los distinguieran de los demás, acaso eran excusas. Se recostaba conmigo sobre los caminos de asfalto. Se acercaba como demasiado a mí, mirándome fijo, impaciente. Yo le revelé que esta no era la primera humanidad, que había desaparecido por no se sabe qué cataclismo, le contaba historias de ese mundo pasado que todos ignoraban, todo lo que había sacado en limpio de mis años de investigador, le repetía sobre todo un viejo mito que él nunca terminaba de aprender: 

…Así dédalo dejo caer a Ícaro en el mar, y después él empezó a morir también…

Eme me escuchaba fascinado y de tiempo en tiempo, y a veces inmediatamente, me pedía que repita esa historia. No me resultaba tedioso repetirla una y otra vez, pero si sabía que era raro hacerlo. No sabía si no la entendía o lograba así que habláramos de algo, de lo que sea. La conté otra vez. Sabía que no sería la última. Parecía encantarle. Creo no entendía en qué radicaba el placer de ese relato ¿quién lo sabe? un buen relato nunca deja clara su intención, y acaso eso es el meollo de su belleza. Acaso solo quería escucharme. Con esos retazos de prehistoria, que yo creí reales, torpemente pude tejer un puente íntimo entre ambos. Un día acerco un dedo hasta el mío y me permitió que lo rosara con mis yemas. La felicidad y el goce que sentí me dejó sin aire.

No pasó mucho hasta que me llevara a su locus, como un niño que llevara fascinado a un pájaro capturado a su casa, sin la seguridad de poder conservarlo y sin saber cómo impedir que muera en ella, pero también sin poder separarse de su tesoro. Se acostó en una especie de nido hecho de cosas blandas y aplanadas por años de soportar su fuerte peso, ese lecho estaba impregnado de un fuerte olor humano. Que lejos de parecerme sucio u obsceno, me resulto entrañable.

Cansado de tratar y tratar, se acostó a dormir y yo luego de esforzarme por atreverme, acerqué un dedo mío al suyo. Al hacerlo me miró como si le indignara un abuso de confianza en ello o un ruin deseo detrás de mi aparente delicadeza. Y esa mirada no solo tenía indignación, sino dolor y decepción. 

—No te preocupes, yo siempre te voy a respetar —le dije como pidiendo disculpas, pero también admitiendo cierta mala intención refrenada, me puse de rodillas en el suelo frío al lado de aquella especie de nido de gigante. Así, velé su sueño profundo y luego que Eme se derrumbara en él, me fui.

—Espera —dijo un día. Y me pidió durmiera en su locus. Había colocado cosas blandas en el sueño para mí. Solicité otra vez tocar sus dedos y él accedió con un leve movimiento de cabeza, yo nunca dormía, presenciaba cada detalle suyo, cada ruido exhalado lleno de casto placer. Así pasaba los días que en esas épocas eran imposibles de distinguir de las noches. Aprendí a amar ese suelo y ese ritual de velar su sueño ¿qué era esto? algo muy bello pero inmaterial e invisible pasaba. Confundido trataba de examinarlo, pero no comprendía. Era como un hombre primitivo viendo por primera vez una astronave. Era como un viejo ateo morir y ver al otro lado de la muerte a un imposible dios que lo perdonaba. Él era real, pero ¿qué era? Solo sabía era algo en mí o algo en él o en ese íntimo locus.

A veces a oscuras inundado de placer emocional se agitaba mi mente entre el placer extático y una desesperación que me hacía exhalar dulces lágrimas, conmovido no sé de qué. De nada. Estaba perdido.

Una noche, que Eme había gastado en el ya lejano Jardín Extraño me buscó en las cercanías de la secta, era una hora muy tarde, no hizo falta que me llamara, mi corazón sintió su cercanía, escuchó a kilómetros sus pasos, y me desperté en medio de mis iguales, así que sin avisos ni acuerdo previo yo ya lo esperaba cuando llegó, algo lo narcotizaba, algo torcido y embriagador, en el silencio de esa madrugada caminamos hasta su locus.

Pero esta vez su mirada estaba sucia y torvas fantasías carcomían su cerebro como gusanos, cuando me dispuse a recostarme en el suelo, me pidió que suba a su lecho. Así lo hice muy rígido. Él respiraba ansioso, pero yo solo atinaba a coger un dedo suyo. A pesar de ya tener derecho a ello, siempre lo pedía inseguro.

Él era feliz con esa pureza de mis intenciones. Pero esa noche, enajenado, hizo algo perturbador, en realidad algo terrorífico. La oscuridad era total, pero sentí que en medio de esa negrura empezaba a desnudar ese cuerpo insolente. En la penumbra vi la belleza tosca de su cuerpo, subían y bajaban con fuerza, formas voluptuosas de carne, componiendo una sublime composición escultórica. Si dios es la vida, la mejor caligrafía del dios se escribía con músculos, piel y carne humana en Eme. Sus movimientos fingidamente inconscientes mostraban un objeto grande, limpio y claro, delineado por blandas sombras y contornos de negro vello, que con arte resaltaban volúmenes y enfatizaban, aquí y allá, la salvaje pureza de su carne, asombrosamente una piel pura que daba límite y contorno a una arquitectura de huesos y masas grandes bellamente proporcionadas.

No pude aguantar y respiré agitado y ansioso. Cerré los ojos para salvarme de aquella visión terrible. Solo deseaba que se durmiera ya. Pero detrás de sus ojos cerrados sabía que su mente estaba despierta. Así de consientes uno del otro llegamos a ser en ese punto.

Me dijo con una voz que tembló insegura, revelando que también era consiente de ese terrible momento.

—Sobre este lecho no puedes dormir con esas ropas sucias.

Ahí lo supe. Tirite de miedo. En la oscuridad la ropa fue resbalando de mi cuerpo, abandonándome a la inseguridad de la desnudez. Traté de no ofenderlo con mi fealdad y permanecí inmóvil. Pasaron minutos de equilibrio incómodo.

Mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y pude ver que, rodeado de ese terrible cuerpo, sus ojos me miraban con el hambre de un lobo. Temblé.

Me dijo:

—¿Estás incómodo?

—No. Tú no lo estés, siempre te voy a respetar.

—Ya no quiero que me respetes —dijo y me jaló contra sí toscamente.

       Esa noche que solo él y yo conocimos, y que no degradaré en palabras, supe, como decía un poeta de la prehistoria, que la miel es amarga comparada con la dulzura del amor. Y que el amanecer nos encontró juntos como dos ebrios por las calles, y que sobre nuestros cuerpos cantó el primer ruiseñor su nítido canto, permitiendo con él, que se encienda la madrugada. Aunque yo no sabía que significaban las palabras “amanecer” o “ruiseñor” ya no fue preciso saberlo para entender a ese poeta antiguo, para ser ese poeta antiguo, pues aquellos dos conceptos intraducibles en esta época, volvieron a la vida en nuestros corazones, por fin juntos. 

55 EPISTEMOLOGIAS ARTIFICALES: Farman

 


 

Un trillón de años después…

 

El primer ataque rebelde fue derrotado, pero ese día un punto débil del monstruo se debelaría. Un diminuto funcionario, Farman, había caminado torpemente por horas por las zonas desiertas, y finalmente había llegado a la reunión de los rebeldes organizada por Petrock. Desde su minúsculo escritorio de burócrata había descubierto donde estaban, pero no avisó a la trans-meta-corporación, tenía sus propios planes. Su aspecto era muy tímido y tuvo dificultades para hacerse entender por los enormes guerreros que hacían guardia, pero logró finalmente ser admitido por Petrock, su aspecto elegante, aunque pobre, corroboraba que era un funcionario elevado de la trans-meta-corporación.

       El funcionario tiritaba de aprensión. Los recios rebeldes no pudieron evitar reír del miedo del hombrecillo.

—¿Por qué tanto miedo? —le pregunto con sorna Ayazx

—Este hombre es en realidad un valiente. Nos ha entregado un informe de la máquina, del Thecnetos —agrego Petrock.

—¿La máquina que nos salvara? —comentó otro rebelde.

—¡Que nos matara! —dijo Farman aterrado. Era muy delgado y sus ropas holgaban en su aterido cuerpo.

—Que dices. ¿De qué se trata realmente esa máquina?

—No puedo hablar.

—Te mueres por hablar traidor —dijo Ayazx

—El Thecnetos nos matará, una vez que despierte. Cuando pase esto debe absorber cantidades enormes de energía y materia. Pero fundamentalmente información.

—¿Qué información?

—Nosotros, los seres vivos estamos hechos de información, más densamente que cualquier otra cosa, por ello esa máquina monstruosa debe comerse a la humanidad, ahora se trasportan numerosos contingentes de personas hasta ella, son sacrificados, como en un templo de superstición primitiva, pero al encenderse ella absorberá absolutamente toda la vida alrededor suyo instantáneamente, ¡de todo el cosmos!

—Eso es técnicamente imposible.

—No lo es. Mi miedo es que parece que en unos días empezará a funcionar, Herakón encontró finalmente la pieza que buscaba, ya tiene eso que completará al Thecnetos, es un secreto de los Thaumasios, pero algunos empleados pudimos descubrirlo, ¡ayúdenos! —dijo y se aferró con terror al brazo de Ayazx. Este soltó una carcajada y soltó su grueso brazo de los dedos rígidos de Farman violentamente.

—¿Qué buscaba? ¿Qué hacía falta para completar a la máquina?

—Algo, alguien, Ene, algo así, no lo sé bien, pero sé que ya no necesita más para empezar su holocausto. Muchos burócratas llevamos días consternados después de descubrirlo. Esa máquina podría despertar hoy y será nuestro fin —dijo temblando Farman con las pupilas dilatadas de terror.

—Es imposible destruirlos, son todopoderosos y su máquina es un dios. 

—Así que ese es el plan, si la población supiera esto se revelaría y ganaríamos tiempo.

—Nosotros los funcionarios también colaboraremos.

—Por eso hemos planeado en unas semanas asaltar una estación y desde ahí podríamos trasmitir la información a la población.

—¡Deben hacerlo cuanto antes! ¡Hoy mismo!

—Debemos —agrego Ayazx— ya eres uno de los nuestros.

—No te asustes, no mataremos a nadie. Es por la vida que peleamos no por muerte —agrego Petrock apoyando un brazo sobre el técnico para infundirle confianza.

Su hijo fvogelfit miró con orgullo y emoción la serenidad y nobleza de su padre.

54 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Regreso

 

13,8 billones de años después del inicio del universo…

Volví muchas veces al Jardín Extraño, y para ello, mentí muchas veces. Mi muda presencia como testigo de aquel mundo oscuro no pasó desapercibida. Eme ya sabía de mí, todos ya sabían de mí, solo yo no sabía nada de mí. Pero ahí lo descubriría. Eme pensaba que era inminente que un día ese secreto forastero se le acercara, Eme estaba muerto en vida, pero se impacientó de mi indecisión y demora. Finalmente pasó, torpemente lo interrumpí en una, acaso, sucia conversación de rufianes.

—Quiero… quisiera me permitas...

Eme me alejó de los demás para darme confianza. Era parte de su plan.

—¿Qué? —dijo empujándome a ser más sincero.

—Pero, en realidad…

—Háblame sin miedo, también te he estado esperado —dijo confesando su impaciencia.

—Desearía conocerte, es decir, profundamente. Perdón, empecé mintiendo, ofreciendo una amistad, pero creo no es lo que siento —dije descubriendo por primera vez lo que buscaba—. Pienso en ti continuamente, desde antes de conocerte, y solo quiero dejar las fantasías que tejo interminablemente sobre ti y que sueño incesantemente, quiero desengañarme, deshacerme de tanta irrealidad, envilecerte, conocer quién eres de verdad… pero… si hay alguien en su vida, alguien importante, dímelo para volver para siempre a mi mundo y empezar a olvidarte... —ahí enmudecí, había dicho tantas tonterías sin coherencia a un extraño.

—No hay nadie, rodeado de tantos, estoy solo, como todos —dijo Eme impactado e incrédulo de tan rara forma de hablar, de tan extraña forma de querer, pero deseó creer, y en esto cometía su primer error.

—¿Me dejas conocerte entonces?, es más pido permiso para cortejarte.

Eme frunció el rostro con pena de sí mismo, con esa incómoda conmoción de aquellas pobres personas que jamás recibieron un regalo o un halago, y ahora, al recibirlo por vez primera vez, los sobrepasa y conmueve al punto de parecer malagradecidos. Claro que era deseado, a diario, es más, ese era su negocio, pero esto parecía distinto. Ese fue su segundo, pero no su último error. 

—Sí.  Te lo permito ¿realmente sientes lo que dices sentir por mí? —dijo y sonrió lleno de felicidad compasiva por mi torpeza. En ese segundo creyó totalmente en mí. Y el dios que cuidaba Anthonio abrió los ojos reviviendo.

53 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Herakón, El Otro

 



Un trillón de años después…

Luego de un sueño sin imágenes, Herakón despierta sobresaltado, recuerda que la máquina dijo que él iba a morir pronto, que su verdugo ya se acercaba a él implacable, cada día estaba más cerca, no debía preocuparlo, no debía importarle, pero… o sea él, ¡el hombre que construía la máquina que salvaría al mundo moriría!, un horror vacío lo llenó, ruidos y fugas intranquilizadoras en el ambiente, y se hacía más frenético. Atravesado de cables demora unos segundos en aceptar que el mundo es esa realidad donde él, Herakón tiene un destino preciso y no el vacío totipotente del sueño, siente que este horrible mundo existe lamentablemente. Durante ese minuto ambiguo en que la consciencia se desenreda y releva de la otra personalidad que algunos llaman inconsciencia, de la que el Thaumasios Herakón diurno nada sabía, pues son dos mentes incomunicadas. Durante ese minuto, las dos inteligencias de Herakón se rompen y separan como amantes que ya no se quieren. Y en ese tránsito a su otro yo, en el que como el animal que muda de piel se hallaba más vulnerable y desnudo, Herakón sintió ecos de no solo esa otra personalidad del sueño, sino de otro remoto eracom, ese que se hallaba ahora en las profundidades inalcanzables del pasado o de la eternidad y que dejaba caer sobre el Thaumasios pedazos de su despedazado destino. ¿Quién era ese otro? ¿Herakón también había sido él? Se preguntó.

Pero pasados los segundos ya es íntegramente el Thaumasios Hekantokeinos. Lo primero que notó fue que el Thecnetos estaba siendo ferozmente atacado desde afuera por una torva humanidad esclava. No era nuevo.

Muchos esclavos eran en realidad saboteadores y esa sórdida religión sobre el hijo de L, increíblemente habían ganado poder, la trans-meta-corporación había cedido un poco derrotada por sus esclavos, en el caos solo algunos fanáticos creían todavía en el Thecnetos, pero su trabajo era tan supersticioso y errado como el de sus enemigos, el resto de la humanidad se entregaba a sus últimos días en un caótico afán de vivir…

Ahora acababa el ruido, otra revuelta derrotada.  Una relativa calma y paz. Pero en las profundidades de esa calma, Herakón noto el fin, levantándose desde múltiples puntos de ese universo frío y agónico.

Y de pronto, como sucede en los que despiertan luego de pensar dormidos un problema angustioso, Herakón vio en su mente la clave que buscaba. Antes de que se escabulla en la vigila y se desvanezca en la conciencia, se concentró en atrapar aquella revelación inconsciente, ya la tenía asida en la vigilia. El Herakón que soñaba siempre lo había sabido ahora se lo revelaba: el código para hacer funcionar al Thecnetos ya estaba en su mente, solo faltaba ponerlos en sus manos. Sería fácil, un hueco grito y una horrida carcajada mortal, inundó y colmó todo el espacio metálico del Castillo de Metal.

52 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Todo sobre Eme

 

13,8 billones de años después del inicio del universo…

 

Dejemos pasar un poco de tiempo. El ruido huyó y se disolvió en lo lejano, dejando a Eme en medio de esa ausencia. La noche misma le dio la espalda, y el omnisciente dios de la vida dejó de mirarlo. Incluso yo me fui. Quedó como siempre solo. ¿Y yo? Yo no debía volver a aquel lugar execrable. Pero era un lugar que no descubría, sino al que regresaba, y como todo regreso, me completaba. Ahora estaba a salvo entre mis iguales. La pureza del aire en la comunidad de la secta de la memoria me rodeaba. Pero sumergido en esa castidad, en esa sociedad de idealistas que iba tejiendo su utopía y su quimera, yo pensaba en secreto en Eme, en Hans Hahn y su amor imposible, en la otra especie tan obviamente corrupta, pero que veía por primera vez con compasión. En los etairesis y su perfecta soledad, pero sobre todo en Eme. Así traicionaba mis creencias.

Comparaba sus torvas miradas y deseos con la limpieza de los ojos de nuestro maestro: Ahelos, que en nada se asemejaba a esos castigados por el infierno. Acaso la corpulencia de Milo, que ahora dormía dejando caer un hilo de baba de su boca, podía recordarme esa tosca carnicería, donde se vendía y consumía la carne humana. Pero que vomitaba con desprecio las almas. Pero no, aquel aprendiz mudo tenía en los ojos más torpeza que malicia. A menudo solo miraba el suelo que parecía captar continuamente toda su atención, a su lado Izzi, que por su fuerza también parecía uno de aquellos tristes etairesis, pero las ingenuas conversaciones que de rato en rato aparecían entre esos dos fuertes e inofensivos jóvenes eran infinitamente diferentes. Si buscaba en esa ingenuidad lo malo, era porque lo necesitaba, o me llamaba su hedor, descubrí que, si había algo parecido a esa maldad en esta noche, ese algo era yo.

Y saber eso, sin confesarlo, me convertía ya en un embustero.

51 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: El Perro Fiel

 

51 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: El Perro Fiel

 

Un trillón de años después…

 

Aquel sí era el anciano de la leyenda. Pero la leyenda mentía. Los días pasaron y se mostraba su existencia rara pero pacífica. Una noche al lado del anciano, luego de guiarlo por Amil-Urep n pensó en su padre. Ayazx le había enseñado una lección que esa tarde recordó.

       Esa noche en casa del ciego n sintió que la entendía. Se sintió triste con el anciano que ahora no tendría ayuda, pero no lo amaba. El amor es injusto —pensó—, solo los que no aman a nadie pueden vivir con cualquiera o con quien se lo merezca, el amor es en sí una cruel discriminación que no se da a cualquiera, ni siquiera a los que se lo merecen. Así que n se fue calladamente y empezó a andar y buscar su casa, pero no tenía idea de donde se encontraba ni cómo llegar. Le tomaría más tiempo del que creía volver en medio de las desordenadas revueltas.

El anciano no se sorprendió de la huida del niño, calmado se satisfizo de haber dado con éxito el primer paso de su plan.

viernes, 2 de febrero de 2024

50 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: El insomnio es la incapacidad de olvidar o Colmena y Wilson

 

13,8 billones de años después del inicio del universo…

Hans Hahn me dejó solo. Así observé al hombre del sueño en secreto. La intoxicación había convertido esa sórdida reunión en un frenesí de actos de tosca animalidad, entregada a sus más desesperados deseos. La otra especie aprovechaba que él se desvanecía de embriaguez para tocarlo.

Ahí creí ver algo que no sé si era verdad o un sueño de mi recuerdo, en el rostro endurecido de aquel Etaires vi un velo infantil de conmovedora desprotección, incluso de una oculta ternura, acaso yo alucinaba embriagado también como el rufián.

Preso de un sutil deseo, yo me entristecía y noté que el robusto gigante abandonaba aquel sótano como ahogándose.

En secreto lo seguí por la vacía calle. El melancólico Hans Hahn presenció todo en silencio. Lo había visto tantas veces y sabía que de nada serviría que me ofreciera su ayuda. Forcejeando o empujado por los deseos y manos que lo retenían, el hombre del sueño se liberó y escapó del Jardín Extraño. Por entre los recovecos lo vi avanzar a solas por la oscuridad, sus pasos quebraban el silencio de esa ahora, lejana noche, hasta que se encontró, ya lejos, con su meta, finalmente lo vi pararse frente a un masivo edificio negro, una colosal construcción oscura arrodillada por el colapso de sus pisos inferiores, pero el resto subía enhiesto hasta una vertiginosa altura, una monumental construcción entre dos avenidas que se cortaba como dos como cicatrices, se elevaba ahuecado de habitaciones negras, sostenía y atravesaba el precario cielo de tierra y rocas que cubría Limma, nuestra ciudad subterránea. Y acaso las traspasaba, y sus pisos más altos llegaban a la conjetural superficie y recibían la fría caricia de la noche invisible.

Lo vi minúsculo bajo ese coloso. Lo espié anónimo en esa alta hora de soledad y lo vi deambular solitario lejos ya del ruido y la vil orgía, se detuvo de pronto al sentir delante suyo la masividad de ese enorme edificio negro, carcomido de habitaciones como de cuencas huecas de un múltiple ciego. Este gravitaba como un colosal astro delante de él, su monstruosa masividad hizo detener al gigante ebrio y asustado que se debatió a solas consigo mismo.

Quieto, lo vi solo en ese helado y petrificado segundo, lleno de patética humanidad. Es decir, de la fugacidad endeble de todo lo que respira, lo pequeño frente a lo enorme, lo efímero frente a lo eterno. Y yo, aún más fugaz, aún más minúsculo frente a ese acromegálico hombre, cuya sombra titubeante, se estiraba hasta rozar mis pies. El mundo, la humanidad, la materia helada, todo me hacía aborrecer la realidad. Ahí sentí cuán solo estaba él, y cuán solo estaba yo… y cada uno de nosotros.

En esa soledad se abrazó a sí mismo desesperado, lo rodeaba un universo agrietado e indiferente. Desvelado de noche, se llenó de un dolor fiero e intenso, una vieja escena infantil que le enseñó que el mundo no lo quería, volvió a él. Todos sus enemigos ya habían muerto, pero el daño que le habían causado no lo dejaría nunca, ahí estaban invencibles y eran los únicos que acompañaban su desprotección: madre, padre, un infanticidio no consumado, el desamor eran los signos borrosos de esos enemigos remotos que habían hecho todo por destruirlo. Y ya muertos, no cejaban en su plan destructivo. Cuando los padres te abandonan, ya nada vale. Ya todo está perdido. Y luego viene la vida del pornoi y algo parecido a los sentimientos: el deseo, que nunca se convierte en amor. Sin dejarme ver sentí un amargo llanto frenado en su garganta. Una desesperanzada angustia de saberse en ese momento y en esa realidad.

Derrotado por la inmensidad que lo rodeaba, ajena e indiferente, se miró los zapatos. Como eternamente. Después llevó una mano a su cara para frenar el sollozo que venía con ímpetu.

Semejante al dolor que yo sentía de ver inalcanzable su belleza, frívolo y bajo de desear físicamente a un ser tan destrozado. Vi su espalda ancha, su nuca, desmesurado, bello y terrible desde todos los ángulos. Después inofensivo y huérfano, incapaz de hacer nada más que mirarse tontamente los zapatos. Como hacen los seres ya derrotados.

       Ese segundo jamás podré borrarlo de mi mente, nunca había visto con tanta claridad a la humanidad. A la verdadera humanidad, no la utópica que me enseño Ahelos. Había también una pobreza en la mente de ese hombre grandote y hermoso, que me llenó de piedad y de culpable desprecio por mí mismo. Era como ver a un astronauta perdido entre gigantes astros fríos e indiferentes de su agonía. Todo el universo mismo participaba en ese alto instante de soledad. Su cuerpo, su ancho cuello, esa respiración desasosegada e inconsolable, el frío que nos rodeaba, las piedras, todo el universo era real e insensible. Y yo inútil, lejos de él para siempre.

Aún nuestras vidas estaban separadas y ajenas, paralelas, poco faltaba para que se crucen y unan. Incluso más allá de nuestras vidas que acabarían pronto. Ahí empezaba a unirse algo que permanecería buscándose una eternidad. Incluso años después de que fuéramos todos borrados en estas guerras contra la humanidad. Guerra que perderían los hombres por culpa mía. Pero nunca podría tocarlo o estar cerca realmente de él, incluso más allá de nuestras breves vidas. Ahí empezaba algo que permanecería buscándose una eternidad sin encontrarse jamás.

       Ese día entendí algo de no puedo poner en palabras. Comprendí no del modo usual, o sea dialectico, algo de lo que las palabras son instrumento, acá era directa compresión. Dicen que el amor es el modo que dios mira a los hombres y que es la forma más nítida y profunda de conocimiento, de epistemología. Ahí entendí la palabra en el manuscrito llamado Thecnetos que traduje y por fin entendí. La palabra amor. Y ahora empezaba a revivir nuestro viejo dios del que me creía ateo.

Eso sentí, y sigo sintiendo, mientras miraba a Eme, así supe que se llamaba después, que no resolvía la duda que lo paralizaba, en ese alto momento de soledad.