13,8 billones de años después del inicio del universo y un trillón de
años antes…
Sí, esa
noche conocí el significado de la palabra de aquel texto. Pero empecé a perder
el significado de las demás palabras. Luego de aquella sagrada visión de
soledad, me acerqué a él y me convertí poco apoco en una de esas personas que Eme usaba y que lo usaban.
Rotos mis votos de castidad, hablé con Eme esos minutos que la dopamina nos
hacía sentir unidos, antes de que se esfumara esa magia química y cada quien
tomara su rumbo.
—¿De dónde vienes?
—dijo el robusto Eme, con la ronquera
de alguien poco inteligente, ambos echados mirándonos de cerca. Cansado, pero
vigorizado del ritual atávico que lo volvía frágilmente feliz y confiado. Hominen est animal triste post coitum.
—No lo sé,
he tratado toda mi vida de saberlo. Un día aparecí caminando por las ruinas de
una plaza de Limma sin recordar nada antes de ese momento, dicen que
demoré unos días en aprender a hablar ¿tú? —concluyó eracom con su púber rostro atravesado de una triste belleza, como
la de un hermoso esquizofrénico.
—Yo soy un
mestizo, soy hijo de una unión anti-natural (Eme mostraba una cínica desvergüenza de su origen en la nefanda
unión). Mi madre quedó naturalmente sola, se deshizo de mí a los pocos días.
Nacimos dos, uno fue vendido al cuerpo religioso, a mí no pudo venderme, a
diferencia de mi gemelo, algo me hizo nacer imperfecto, al no conseguir ningún provecho,
intentó matarme varias veces, pero descubrió que no es tan fácil matar un niño
como se cree, así un día me llevó lejos y se fue. Pero tampoco morí, crecí y los
busqué a ambos toda mi infancia. Pero lo peor fue encontrarlos, poco a poco
aprendí que debía dejar de buscar. No me perdieron, me desecharon al notar en
mí algo malo, mi padre me repudió inmediatamente, pero decidí vivir un tiempo
cerca de él, en algún recoveco, él tenía una familia normal, homofílica, pero
nunca me hablaba, luego de unos años entendí que eso no cambiaría y me fui.
Entonces busqué a mi madre, ella al verme más grande notó que ya podría servir
de algo, cobró su “amor de madre” bastante caro, trabajé de modos abyectos y extenuantes,
ella me vendió como pornoi muy joven, finalmente me vendió al Leno Hans Han cuando empezó mi pubertad, sé
que ya murió ¿Tú no sabes nada de tus padres no? —dijo desde su terrible
desnudez obscena.
—No, pero
me buscan.
—¿Cómo lo sabes?
—dijo con ojos niños Eme. Una vida
usando a los demás lo hacía maestro de la manipulación.
—No, pero
creo —y le dolió usar ese término religioso— que me perdieron y me están
buscando. No sé si fueron dos hombres o dos mujeres o una unión nefanda como la
tuya.
—Debieron
ser dos hombres, sino serías parte del submundo ¿Por qué crees que te buscan?
—dijo con ojos verdaderamente niños Eme.
—No lo sé.
Pero sé que no pude aprender a hablar en esos pocos días, deben haberme criado
antes de aparecer en esa plaza. Y luego me extravié y perdí la memoria.
Eme
supo que eracom se equivocaba. Sintió
que eracom estaba tan perdido como él
y le entristeció. La biología es una doctrina cruel, los padres son el primer
instrumento de la selección natural, al notar algo equivocado en eracom sus padres también habían
decidido descartarlo y él había elegido olvidarlo. Eme, se llenó de compasión por el incauto eracom y lo abrazó como a un cachorro herido. Elegiste no recordar... —pensó. Y soñó que salvándolo se salvaría también
él.
—Poco a
poco recordaré y sabré quién soy. ¡Si solo pudiera recordar que hacía yo un día
antes! —dijo con prístina inocencia.
Eme, suponía la verdad, pero
no quiso desilusionarlo, vio esa ternura anhelante como aquella que siempre
hubiera querido él tener. Por un segundo creyó en ella y quiso ayudarlo. Y
quería ser dueño de esa inocencia para sí, para su mundo, tan vacío de ternura.
Como quien encuentra un diamante y lo desea como a un tesoro y se promete nunca
venderlo. Pero otra parte de su mente sintió que podría usar esa ternura si
lograba sembrar en él la esperanza. Una vida usando a los demás y siendo usado por
los demás, lo hacía infalible en las manipulaciones del alma. Era obvio que eracom comprendía la causalidad natural
muy agudamente, había nacido para lo cognitivo como nace la raza de los
hombres, pero él conocía la causalidad emocional, arte supremo de las mujeres,
él había heredado la mitad de sus genes de la otra especie, con esa herramienta
podía jugar con eracom. Y esa parte de él no sintió remordimiento, aquel
que ha sufrido mucho y solo ha recibido indiferencia de lo que amaba al empezar
su vida, ya no siente ni sabe lo que es el sufrimiento ajeno. Y muerta en la
infancia esa sensibilidad como protección al desamor, tampoco podía ver ya el
amor que necesitaba.
Pero
antes, pasaron unas horas de felicidad. Como la breve conexión íntima, casi
cómplice, que hay brevemente entre un lobo y su presa recién atrapada, con la que,
por un momento, juega sin malicia.
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