domingo, 25 de febrero de 2024

53 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Herakón, El Otro

 



Un trillón de años después…

Luego de un sueño sin imágenes, Herakón despierta sobresaltado, recuerda que la máquina dijo que él iba a morir pronto, que su verdugo ya se acercaba a él implacable, cada día estaba más cerca, no debía preocuparlo, no debía importarle, pero… o sea él, ¡el hombre que construía la máquina que salvaría al mundo moriría!, un horror vacío lo llenó, ruidos y fugas intranquilizadoras en el ambiente, y se hacía más frenético. Atravesado de cables demora unos segundos en aceptar que el mundo es esa realidad donde él, Herakón tiene un destino preciso y no el vacío totipotente del sueño, siente que este horrible mundo existe lamentablemente. Durante ese minuto ambiguo en que la consciencia se desenreda y releva de la otra personalidad que algunos llaman inconsciencia, de la que el Thaumasios Herakón diurno nada sabía, pues son dos mentes incomunicadas. Durante ese minuto, las dos inteligencias de Herakón se rompen y separan como amantes que ya no se quieren. Y en ese tránsito a su otro yo, en el que como el animal que muda de piel se hallaba más vulnerable y desnudo, Herakón sintió ecos de no solo esa otra personalidad del sueño, sino de otro remoto eracom, ese que se hallaba ahora en las profundidades inalcanzables del pasado o de la eternidad y que dejaba caer sobre el Thaumasios pedazos de su despedazado destino. ¿Quién era ese otro? ¿Herakón también había sido él? Se preguntó.

Pero pasados los segundos ya es íntegramente el Thaumasios Hekantokeinos. Lo primero que notó fue que el Thecnetos estaba siendo ferozmente atacado desde afuera por una torva humanidad esclava. No era nuevo.

Muchos esclavos eran en realidad saboteadores y esa sórdida religión sobre el hijo de L, increíblemente habían ganado poder, la trans-meta-corporación había cedido un poco derrotada por sus esclavos, en el caos solo algunos fanáticos creían todavía en el Thecnetos, pero su trabajo era tan supersticioso y errado como el de sus enemigos, el resto de la humanidad se entregaba a sus últimos días en un caótico afán de vivir…

Ahora acababa el ruido, otra revuelta derrotada.  Una relativa calma y paz. Pero en las profundidades de esa calma, Herakón noto el fin, levantándose desde múltiples puntos de ese universo frío y agónico.

Y de pronto, como sucede en los que despiertan luego de pensar dormidos un problema angustioso, Herakón vio en su mente la clave que buscaba. Antes de que se escabulla en la vigila y se desvanezca en la conciencia, se concentró en atrapar aquella revelación inconsciente, ya la tenía asida en la vigilia. El Herakón que soñaba siempre lo había sabido ahora se lo revelaba: el código para hacer funcionar al Thecnetos ya estaba en su mente, solo faltaba ponerlos en sus manos. Sería fácil, un hueco grito y una horrida carcajada mortal, inundó y colmó todo el espacio metálico del Castillo de Metal.

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