domingo, 25 de febrero de 2024

54 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Regreso

 

13,8 billones de años después del inicio del universo…

Volví muchas veces al Jardín Extraño, y para ello, mentí muchas veces. Mi muda presencia como testigo de aquel mundo oscuro no pasó desapercibida. Eme ya sabía de mí, todos ya sabían de mí, solo yo no sabía nada de mí. Pero ahí lo descubriría. Eme pensaba que era inminente que un día ese secreto forastero se le acercara, Eme estaba muerto en vida, pero se impacientó de mi indecisión y demora. Finalmente pasó, torpemente lo interrumpí en una, acaso, sucia conversación de rufianes.

—Quiero… quisiera me permitas...

Eme me alejó de los demás para darme confianza. Era parte de su plan.

—¿Qué? —dijo empujándome a ser más sincero.

—Pero, en realidad…

—Háblame sin miedo, también te he estado esperado —dijo confesando su impaciencia.

—Desearía conocerte, es decir, profundamente. Perdón, empecé mintiendo, ofreciendo una amistad, pero creo no es lo que siento —dije descubriendo por primera vez lo que buscaba—. Pienso en ti continuamente, desde antes de conocerte, y solo quiero dejar las fantasías que tejo interminablemente sobre ti y que sueño incesantemente, quiero desengañarme, deshacerme de tanta irrealidad, envilecerte, conocer quién eres de verdad… pero… si hay alguien en su vida, alguien importante, dímelo para volver para siempre a mi mundo y empezar a olvidarte... —ahí enmudecí, había dicho tantas tonterías sin coherencia a un extraño.

—No hay nadie, rodeado de tantos, estoy solo, como todos —dijo Eme impactado e incrédulo de tan rara forma de hablar, de tan extraña forma de querer, pero deseó creer, y en esto cometía su primer error.

—¿Me dejas conocerte entonces?, es más pido permiso para cortejarte.

Eme frunció el rostro con pena de sí mismo, con esa incómoda conmoción de aquellas pobres personas que jamás recibieron un regalo o un halago, y ahora, al recibirlo por vez primera vez, los sobrepasa y conmueve al punto de parecer malagradecidos. Claro que era deseado, a diario, es más, ese era su negocio, pero esto parecía distinto. Ese fue su segundo, pero no su último error. 

—Sí.  Te lo permito ¿realmente sientes lo que dices sentir por mí? —dijo y sonrió lleno de felicidad compasiva por mi torpeza. En ese segundo creyó totalmente en mí. Y el dios que cuidaba Anthonio abrió los ojos reviviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario