jueves, 24 de noviembre de 2022

18 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Ayazx

 


 Un trillón de trillones de años antes…

 

Las oscuridades del almacén se rayaron con una franja de luz intensa, era día de ventas, yo había envejecido ya mucho. No había riesgo de ser comprado. Ni esperanza. Ya sabía que los padres no venían por sus hijos sino extraños. Era mejor no ser comprado. Los míos debían haber muerto, me resultaba insoportable suponer que estaban vivos y no me buscaban. Pero tampoco nadie buscaba a sus hijos, solo venían extraños, no todos podían haber muerto. Y definitivamente todos los niños juguete eran hechos de 2 hombres, ¿era acaso posible que no les importase? acaso si venían, pero muy tarde, luego de ya ser vendidos, felizmente nadie venia por mí. Pero un minúsculo temor siempre me oprimía hasta terminar el día de comercializaciones. No conocía otro mundo.

Por la franja de luz blanca apareció una figura ruda. Camino muy paciente por entre los almacenes, era normal, empezaba en los lotes más valiosos, pero parecía que no le importaba el precio pues buscaba también en los más baratos.

—Podemos hacerle una oferta —digo el Gnomon ansioso de vender algo, llevaba semanas sin vender nada y durmiendo sin comer—, a pesar de su costo superior los rebajaré, hay varios que pueden servirle bien.

Pero Ayazx no le contestaba y buscaba calmo y decidido.

—No podemos permitir que escoja si damos una oferta así —dijo Diomedes—. Cualquiera le servirá igual. ¿Ha venido solo?

 ¿su erómenos no lo ayudará a decidir? ¿Esta Ud. solo? Criar solo es una carga y la idea de estos juguetes es entretener.

Así pasaron horas, los almacenes eran realmente grandes.

—Nunca compra —dijo impaciente el Gnomon a Diomede— y sé que lleva meses manoseando la mercadería de otros comerciantes.

—¿Y qué quiere? —le pregunto a Ayazx el Gnomon.

—Ahora, ser sordo.

Quizás por diversión Ayazx decidió examinar los saldos. Ahí todos los niños éramos feos o con algún defecto importante. O muy débiles para ser comprados por las fábricas como mano de obra.

Ayazx se rio de algunos defectos graciosos, y jugueteo con algunos niños y su torpeza. A pesar de su inmenso cuerpo, violentamente abultado de músculos, sus ojos se volvieron tan niños como los de estos en su juego. Ya era una rutina para él esa investigación de años, apoyaba su tester genético sobre el chip que llevaba cada jaula, y luego divertidamente se despedía del niño, con algún gesto burlón.

Yo no le parecí gracioso así que siguió de largo sin mirarme, pero antes de pasar de frente apoyó su tester en mi chip. Dio unos pasos más y quedo inmóvil, estupefacto. Regresó a mirarme, no podía ser, no quería que fuera así, pero por fin se decidió. Regresó hasta mi jaula. Yo lo miré fascinado, nada más fascinante que los adultos. Este parecía realmente grande, y de rasgos severos y temibles. Daba miedo, aún más que ese mundo inconcebible al que podría llevarme quien sabe para qué. Aunque era imposible que me quisiera llevar. Aterrado me aferré a los barrotes posteriores de la jaula. Deseando con toda el alma que se fuera.

       Diomedes se acercó. Tanto él como nosotros nos habíamos encariñado. El lote llevaba años sin vender y él sin cambiar de puesto. Era tan inservible como nosotros. El Gnomon también se acercó a abrir la jaula y el gigante metió su mano y agarró mi brazo.

—Déjeme a mí —dijo preocupado Diomede.

Delicadamente me sacó, mis delgadas piernas casi no podían sostenerme en el pasillo, era helado y tirité. Diomedes me miró despidiéndose con ojos húmedos y enrojecidos. Y dijo en mi idioma:

—Eres afortunado, sí conocerás el mundo, es algo mejor que este.

No quiero ir —le dije aterrado de conocer ese mundo de afuera y me apoyé contra su barriga, cubierta de sucia ropa. Sentí, sin equivocarme que ese soldado enorme no era uno de mis padres. Ni un solitario con deseos de tener un hijo.

—Estarás bien —dijo entristecido y sentí que su enorme barriga aguantaba el deseo de llorar.

       Los ciudadanos solitarios (sin eromenos) que compraban niños juguete, eran muchas veces sádicos o pervertidos. La trans-meta-corporación no tenía compasión de los humanos y menos de nosotros que según decían éramos golems, o sea seres sin alma. Diomede, en otro caso habrían tratado de engañar al comprador y no venderme, pero temió hacerlo por el aspecto terrible de Ayazx.

—Hay una cuarentena. Así se aclimatan al mundo real. Déjelo un par de días. Debemos preparárselo —dijo el Gnomon decidido a ayudarme.

—No —dijo Ayazx—, yo le enseñaré que es el mundo. Ahora es mío.

Me arrastró, sin darme chance de intentar mis primeros pasos, ya había pagado y no creía necesario más trámites. Sin tiempo de prepararme fui sacado a la luz por primera vez. Afuera las cálidas sombras y ruidos usuales desaparecieron y dieron paso a un sinfín de colores y formas caóticas, signos y colores abstractos que no podía entender.

—¡No! —grite en mi idioma al hundirme en ese caos y ver las figuras de Diomedes y del Gnomon empequeñecerse y desaparecer.

¿Así de feo era el mundo real? terribles ruidos y colores que nunca había visto me enterraron, todos informes como el dibujo de un loco. Abrí los ojos lo más que pude, pero solo caos y formas sin sentido los abarrotaron. Ese fue el primer día con mi padre. Había pasado demasiado tiempo en el almacén y mi cerebro ya no era capaz de concebir de verdad el mundo y así fue hasta el último día de mi vida, mi cerebro era medio ciego, pero lo más invisible para mi serían siempre los seres humanos, sus emociones, que jamás llegué a entender con claridad.

Después del miedo, nació en mí una esperanza, una pequeña alegría y emoción de ya tener padre, siquiera uno de mentira, alguien a quien querer y por quien ser querido, de ser nada pasaba a ser algo importante para alguien, lo más importante… no sabía cuánto me equivocaba.

domingo, 6 de noviembre de 2022

17 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: Thalos, el otro hemisferio de mi conciencia.

 


 Trillones de trillones de años después…

Luego de semanas de muda y lejana compañía con Thalos, tome la decisión. Luego de años podía controlar parte del Thecnetos, no lograba comprenderlo del todo, pero podía usarlo, sabía que sin el Theknos-Herakon la maquina moría. Y acaso por ello cada vez que la usaba sentía que sus hierros deseosos de revivir me invitaban a reemplazar a su guardián, había sido diseñada para funcionar solo con él y con el Emisario, ambos desaparecidos, así que si yo lograba hacerlo funcionar esto significaba 2 cosas:

1.-El Emisario estaba todavía vivo.

2.-La máquina me confundía con el technos-herakon, su personalidad mecánica tomaba control de mí y así el Thecnetos recobraba momentáneamente su homeostasia mecánica. No sé, el Theknos-Herakón fue mi epi-clon, no era difícil remplazarlo y parecía inofensivo hacerlo ya que había muerto. Pero mi semejanza con mi enemigo me perturbaba. Mi enemigo me miraba sombríamente desde dentro de mí.

Así, para poder usar al Thecnetos, jugué a ser Herakón. Las maquinas se comunicaron conmigo y yo con ellas intuitivamente, el Thecnetos estaba diseñado para mí, o lo había diseñado yo para mí, Herakón solo pudo manejarlo dada su semejanza conmigo. Así que preparé una región de sus instalaciones para mi plan con Thalos. Este se concentraba en canibalizar un enorme animal mecánico, casi inmóvil pero aún vivo, aprovechando su concentración me le fui encima y logré reducirlo y aprisionarlo arrancándole una a una las extremidades. Thalos era pequeño pero fuerte, luchó por su vida tenazmente pero pronto logré desarmarlo lo suficiente hasta que no tuvo apéndices con que luchar, pero, aunque en parte desintegrado, luchaba frenéticamente hasta y que llegue a su fuente de energía, el notó que erradicaría su vida y zumbo de terror. Yo empecé a terminar de desarmarlo, ya estaba casi inmóvil y por fin quedó inerte. Con rudimentarias herramientas logré llegar a su centro nervioso y empecé a estudiarlo, era muy distinto al humano o al de las maquinas inteligentes, la evolución no es tacaña en originalidad y complejidad, no me asombro su belleza y diseño orgánico, todo ser vivo es complejo y admirable, incluso este hecho de metal. Al empezar la vida esta empieza a acumular orden y complejidad hasta el infinito, por eso, la ciencia más inconclusa es la biología, pues su objeto estudio es de complejidad infinita, que la mente finita no puede entender. El universo se desordena mientras la vida se ordena más y más, caminan en sentidos inversos, por eso el ser vivo y el mundo son opuestos, la vida es una máquina que viaja al pasado más ordenado y puro del cosmos. El tiempo corre ansioso hasta el absoluto desorden que es el futuro. Por eso vida y cosmos no solo son antagónicos, son enemigos. Y como muchos enemigos, se necesitan...

Solo sentimos ese ilusorio fluir del tiempo porque la vida y el cosmos viajan en sentidos contrarios como dos vehículos que se cruzan, si ambos tuvieran una misma dirección no sentiríamos el tiempo, como las cosas inanimadas, sentiríamos solo la eternidad. Pero la evolución de la raza de Thalos en el interior del Thecnetos había sido más larga que la de los humanos y así, era más complejo que nosotros, pero luego de un afiebrado trabajo logré mi propósito: entenderlo y modificarlo. Ahora tenía un esclavo y acaso un amigo.

Acabado mi trabajo lo reanimé y le devolví sus apéndices. Emitió una serie de chirridos y emisiones caóticas, pero ahora yo las podía comprender perfectamente. Y él hablaba ya mi lengua y pudo, para su sorpresa, comprender la mía.

Vuelto a la vida y sabiéndose a mi merced habló.

—¿Que desea?

—Necesito un guía en este planeta, sé que tú lo conoces.

—Solo conozco el interior, la superficie es extraña para mí. Le soy inútil ¿Por qué realmente me has aprisionado?

Supe que no sería útil, ¿acaso lo había reanimado para no estar solo?

—¿Que busca?

—A alguien.

—¿Por qué lo ayudaré?

—Yo te ayudaré a mantenerse vivo.

—Soy un parásito. No necesito su ayuda para obtener energía.

—Los cadáveres pronto escasearán. Si me ayudas y eres mi esclavo te ayudaré a no morir nunca.

La máquina pareció comprender y acepto.

—¿Me alcanzara la vida para gastarme una eternidad? —dijo irónico y desconfiado.

—Tu servicio será muy largo.

Comprimió sus raras formas mecánicas y logro acabado diversos movimientos complejos meterse entre unas máquinas, y sacar de él el cadáver de un animal mecánico aún vivo.

Con horror vi como lo despedazo buscando un modo de parasitarlo.

—No hace falta eso ya. Tu organismo tiene suficiente sustento que le he inyectado.

—Tampoco a ti te hace falta buscar lo que buscas, pero lo haces —dijo perturbadoramente.

Me aterró su astucia y lucidez. Era obviamente un animal inteligente. Lo dejé profanar espantosamente ese cadáver. Después le conté en términos que entendiera mi origen y mi búsqueda.

       Él, desinteresado, no comentó mi relato, pero día a día escuchó la trama de mi tristeza. Sé ahora que comprendió a la perfección. Ese relato podría llamarse Thecnetos, creo que un día Thalos lo escribió y lo perdió en uno de los muchos mundos que visitamos, no sé para qué o para quien.

16 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: La otra especie

 


 

A 13,8 billones de años del nacimiento del tiempo…

 

Los bombardeos habían empezado. Quien disparaba no se sabía. Al fondo se veía un número de siluetas protegiéndose del ruido, no se sabía si eran de esta o de la otra especie. Eran seres delgados e imberbes, sin embargo, no parecían jóvenes. De cerca se notaba que sus bigotes y bellos estaban dibujados con artificio, incluso trasplantados. No eran realmente hombres, pero parecerse a ellos era su obsesión de travestidos. Una raza deseando ser otra. Como todo travestismo era una mentira para parecer más normales, más aceptables a los roles permitidos por esa sociedad de hombres, el travestismo es básicamente fingir, una mentira insistente, dirigida principalmente a sí mismas, pero que nadie creía. Pero en la que insistían hasta quebrarse. Era la otra especie simbiótica. O lo fue, según la secta de la memoria, en el pasado esta especie convivió simbióticamente con el hombre. En la larga evolución subterránea de la humanidad esta raza se especializó únicamente en la reproducción, perdiendo cualquier  otro atributo, y sin desarrollar ninguna capacidad más que esta, atrofiando todos los demás rasgos humanos, los hombres crearon la dos bio-religiones con sus sofisticadas teologías y montaron el mundo subterráneo y sus guerras profundas y estratégicas, y antes del desmoronamiento de la especie humana, habían creado todo el mundo abstracto que nos diferenciaba de los animales, ellas solo se dedicaron a engendrar y a dominar el mundo emocional requerido para cobrar por ese servicio y para sobrevivir en una sociedad donde la fuerza y la inteligencia, a la que evolutivamente habían renunciado,  dominaba. 

Pero empezó la reproducción artificial entre hombres, la otra especie perdió su utilidad y con ello su atractivo, su dominio de las emociones y su manipulación, debió desarrollarse entonces al extremo, superando a los hombres en esto, pero solo les sirvió para sobrevivir en guetos marginados del mundo de verdad. Paso otra cosa inesperada, los genes de la homofília, antes una minoría como sus portadores, empezaron a multiplicarse y acaparar el genoma, en el pasado, para sobrevivir estos genes que perjudicaban la reproducción de sus portadores, compensaban ese error añadiendo una ventaja en la humanidad: la capacidad de afecto entre hombres, base de la amistad y de la lealtad, útil en la guerra, en un mundo de hombres esto significaba alianzas, amistades, fidelidades, en la lucha era especialmente útil, pues la causa de la homofília, es decir de que los hombres puedan amarse, mientras en otras especies se matan, es la guerra. El caso es que la población se tornó totalmente homofílica, hasta llegar a ser la inmensa mayoría y el canon de lo “normal”. Una vez que estos genes ya no perjudicaron la reproducción, al ser esta artificial, esa ventaja los hizo acaparar el genoma y reducir al mínimo la frecuencia de genes heterofílicos que pasaron a ser “anormales”. Pero la naturaleza incompleta de la segunda especie siguió, su anhelo de ser progenitora o simbionte del hombre, no por amor a la reproducción ni al hombre sino como único medio de existencia. Ya al margen de la especie humana se multiplicaban así mismas también artificialmente, y a veces, pero esto era pecado, heterofílicamente.

Ahora tenían prohibido concebir con algún miembro de la especie humana. Pero por si solas no podían ser individuos completos, dejarlas, rechazarlas, es un atentado a su oportunidad de ser y completarse. Como los virus, carecían de vida, y debían parasitar otra, enfermarla y matarla. Eran incapaces de violencia dada su debilidad física, o de violencia técnica pues les faltaba capacidad cognitiva, pero eso no les restó ingenio y un escondido poder de destrucción muy peligroso. Hace muchísimas generaciones que se les prohibió hibridarse con los hombres. Los hijos de este cruce eran considerados mestizos degenerados. Y la bio-religiones no los aceptaba...

Pero eran una raza que se sentía permanentemente incompleta, su uso de nuestras tecnologías y energía era para la mayoría un abusivo parasitismo.

La inteligencia es el arte de identificar la causalidad, el porqué de las cosas. y hay 2 tipos de causalidad, causalidad material, por qué la materia ocurre cómo ocurre y causalidad emocional, porque la gente actúa como actúa. La primera fue arte de los hombres, la segunda de las mujeres, la segunda especie, condenada pronto a desaparecer.

15 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: La Caverna

 


Un trillón de años después…

 Antes, yo vivía muy cómodo en la calma y el silencio de los almacenes, mi corazón tenía viva una esperanza: Un día mis progenitores vendrían por mí. Quizás solo uno. El mundo era pequeño y simple, un segundo igual a otro y así por años, yo creía que este era todo el mundo, me sorprendió enterarme que unos metros más allá de mi jaula continuaba, aunque invisible, el mundo. Con la misma inocencia e incredulidad que tú, crees que todo eso que conoces como universo no es más que lo poco que puede pensar tu mente. No había día o noche sino una constate y grata penumbra, a pocos centímetros de mis ojos la malla de mi jaula de plástico se entibiaba con el calor de mis mejillas infantiles, la caja no era tan grande como para poder pararse, pero si lo suficiente como para moverme y poder investigar en mi derredor, desde ahí, que calculaba era el centro del cosmos, se extendían simétricas hileras de jaulas, que colmaban la realidad a derecha e izquierda, delante y detrás, arriba y abajo, dejado solo un angosto pasaje metálico para el viejo cuidador: Diomede. Este patrón era constante, periódico y acaso infinito, un bebedero y un comedero nos libraba del hambre o de la sed que conocería solo mucho después. Recuerdo que en mis primeros días de vida haber hecho alguna amistad con mis vecinos más próximos, al comienzo éramos mudos pues nadie había aprendido a hablar en los úteros de hierro que cuida el gnomon, pero con las semanas se iban creando idiomas primitivos con los que conversábamos elementalmente. Pero en unas semanas, al no poder venderme, fui cambiado de lugar y al llegar a otro ya se hablaba otra lengua. Perdí así mis primeros afectos, los que vinieron después no los sentía tanto. Y cada vez menos. En el nuevo grupo de jaulas, los niños juguete tenían más defectos, más entropía, ya se usaban otras palabras y creo otra sintaxis, sin embargo, algo entendía. No era tan difícil aprender las nuevas lenguas que con los traslados y reacomodos del almacén iba conociendo, pocas palabras tenían esos idiomas, como pocas cosas tenía el mundo que debían representar: jaula, guardián, bebedero, comedero, dormir, despertar, y acaso unas diez palabras más y acababa el mundo, bastaban para dar cuenta de ese simple, pero amado universo donde crecí y que creía único.

Mis primeros compañeros habían sido vendidos, los que no, bajamos de precio y éramos almacenados en lugares menos vistosos, mis nuevos vecinos eran siempre más y más viejos, aunque no crecíamos, nos gastábamos. También el idioma de los nuevos compañeros era más complejo, más palabras y declinaciones, artículos, verbos, tiempos, ya no solo se referían a objetos concretos sino a otras cosas más sofisticadas y creo, innecesarias. Subjetivas diría yo. Aprendía rápido, pero trataba de no abusar de aquellas regiones del idioma que no se referían directamente al mundo real, no entiendo para que sirvan.

Había mucho tiempo para hablar, pero poco que decir, cuando nos movían de lugar las pequeñas amistades se desvanecían de nuevo. Así fui movido de lugar en lugar con cierta tristeza de dejar a una comunidad, pero con entusiasmo de descubrir otra, ansioso de explorar esas pequeñas diferencias y novedades, pero esas novedades acabaron pronto, dado mi extremo nivel de entropía, fui llevado a un lugar del almacén muy apartado y oscuro. ¿Por qué demoraban tanto mis 2 padres? De ahí ya no saldría. Lo cuidaba también el bondadoso Diomede, que además del idioma adulto conocía todos los neo-idiomas infantiles. Este Diomede era un hombre desdentado, y algo fofo, pero parecía haber sido fuerte en su juventud, la inocencia de sus ojos, su cara redonda y traviesa se mimetizaba con las de nosotros. Ahí por primera vez conocí a fvogelfit, un niño juguete con una lengua rarísima, constaba de miles de palabras. Pero creo era una lengua inútil, pues hablaba de entes fantásticos sin ningún tipo de realidad concreta. Y hacía algo con el idioma que me asombró y desalentó: mentir. Era la autodestrucción del lenguaje, bastaba que fuera posible una mentira para que todo el resto del idioma se desmoronara y fuese dudoso. Primero lo escuche conversar. Pero hablaba de cosas muy extrañas. Lo que entendí es que había sido devuelto numerosas veces, y sabía que había tras esa luz que se dejaba ver y por la que entraba personas adultas y compradores, ahí supe que los adultos que compraban a los niños juguete no eran sus padres, eran extraños. fvogelfit era una mercancía reembolsada una y otra vez, y había conocido que había en el más allá y que pasaba cuando éramos comprados. Antes de escucharlo yo imaginaba que el mundo adulto era otro gran almacén y que acaso los adultos vivían en jaulas más grades interconectadas complejamente. Había imaginado un mundo como un laberinto de jaulas y pasadizos conectados y con puentes entre ellos, pilas de extravagantes jaulas que se elevaban a una altura cósmica y se hundía en abismos muy profundos, pero que terminaban, paradójicamente, mezclándose con los lugares más altos, imaginaba el mundo adulto como el revés del nuestro, donde adentro era afuera, lo pequeño era grande y lo hueco estaba lleno, siempre con gente subiendo y bajando, y usando raros bebederos y comederos, acaso el patrón de las jaulas no serían siempre horizontal, podían adoptar otras formas y colores. Pero mi imaginación no podía llegar más lejos que imaginarlas verticales. Para agregar diversidad a mis fantasías mezclaba conceptos, la imaginación de los aburridos juega y compone con conceptos, como un pintor compone con colores, un bebedero-comedero, un bebedero-jaula, un pasadizo-malla, así surgían nuevas texturas en ese mundo imaginario. Pero nada novedoso en el fondo, solo mezclas de lo ya conocido. Así iba concibiendo el mundo de los grandes con el que no dejaba de soñar y acaso anhelaba conocer, aunque ya sabía que no sería vendido nunca.

El mundo no es asídijo fvogelfit.

No puedo creerlo —dije— ¿Cómo podría no ser el mundo así? ¿Cómo es?

—No hay jaulas, pero no son libres.

— ¿Qué es ser libre?

No entendía, así como nosotros no concebimos el mundo sin espacio ni tiempo, por ser nosotros espacio y tiempo, yo no concebía un mundo sin jaulas ni bebederos. Mi mente trataba de imaginarlo inútilmente. Acaso si salgo y veo esas cosas que nombra no las veré —pensaba.

Pero pasados tantos años ya no había posibilidades de conocer el mundo, éramos más y más viejos, todos afeados por diversidad de defectos, ya no nos venderían. Pero no nos eliminaban. Mantenernos era baratísimo y nunca se perdía la esperanza de sacar algún provecho. Así pudimos hacer una amistad duradera con los demás y con el amable Diomede.

fvogelfit no era ni viejo ni dañado, su conducta era lo que lo hacia una mala mercancía, era terriblemente travieso, así que, como la conducta no es visible, pronto se vendió de nuevo y desapareció. Dejando triste al guardián Diomede que se había encariñado con su locuacidad y alegría.

domingo, 18 de septiembre de 2022

14 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Las 2 teologías de la vida

 



Colaboración de Hans Rothgiesser.

 

18,3 billones de años después del inicio del universo…

 

Retumbaban sordas explosiones en la distancia. Ecos sordos de la guerra que parió al universo. Phratede acompaño a Padre un breve tramo hasta la plataforma, cogió del codo a Padre y con la otra mano y mirándolo fijo le entregó el informe en papel barato de estadísticos. Padre leyó el breve relato técnico escrito a máquina sobre un papel amarillento conmoviéndose hasta ponerse muy rojo. Phratede lo miró íntimo y le dijo con su grave voz militar:

—Al parecer los censistas encontraron un semi-clon tuyo, tomaron muestras de ADN de las poblaciones de las colonias del norte mientras buscaban heréticos infiltrados, no se halló ninguno, todos tenían algún vínculo genético con nosotros los humanos ortodoxos. Pero un niño estaba vinculado genéticamente contigo, y hay una pista de su ubicación en una colonia remota. La mitad de sus genes son tuyos, no hay dudas —concluyó Phratede, es ahora de algún modo también mi hijo.

—Iré a buscarlo tan pronto termine esa reunión y la misión que seguro me encomendarán —dijo Padre. Y apretó el musculoso hombro del viejo Phratede con el afecto contenido de los militares y se acercó a su cara con afecto. Phratede se concentró en ese calor masculino presintiendo que era el último. Desde su inexperta juventud habían guerreado y envejecido juntos. 

—Ahora debo dejarte —dijo Phratede dejando a su eromenos solo con su misión.

Padre caminó por el largo pasillo que lo llevaba de la plataforma en la que lo había dejado su compañero hasta que encontró el acceso al trasportador que lo adentraría en las zonas herméticas del dogma. Caminaba solo. Nadie lo acompañaba. Esto era algo que le llamaba mucho la atención. Las veces anteriores que había sido llamado a la ciudadela de la bioreligión había sido escoltado en todo momento. Y una serie de protocolos engorrosos monitoreaban cada paso. Esta vez, en cambio, le habían indicado el camino, pero no lo habían acompañado.

       De hecho, en la plataforma solo había visto a un operario y se le veía demasiado joven. Padre no creía que tuviese el entrenamiento completo para estar a cargo. Pero había cada vez menos gente a disposición.

       Llegó a la puerta que daba al trasporte. Antes de abrirla se acomodó nuevamente la camisa y la correa blanca que llevaba al cinto. Se sentía desnudo e inútil sin sus armas, pero no había opción. A pesar del carácter militar de la bioreligión, a sus centrales de dogma en el centro más profundo de Limma no se podía ingresar cargando armas. ¿Por qué lo citaban? No tenía idea. Solo quedaba obedecer. Era su deber y lo único que tenía que hacer en la vida…  pero estaba lo que dijo Phratede: la mitad de ti existe ahí lejos… tu hijo perdido… y ya es casi un hombre… Quizás era cierto lo que decía la doctrina enemiga, la denominada interpretación herética del dios[1]: “Los seres vivos aman a sus iguales y son enemigos de lo distinto”. Era un pecado reconocerlo. Padre debía creer en la doctrina estándar: “No se ama la parte sino el todo, que incluye lo distinto”. La diversidad de piezas hace ganar al jugador de ajedrez. Y ese jugador invisible no eran los hombres sino algo que como un parásito se nutría de ellos, el dios. Esa regla sirvió para que Padre obedezca toda su vida, para que luchara por los humanos contra los monótonos “heréticos” cuya obsesión por lo igual los llevaba incluso al incesto, costumbre que envilecía su genoma, pero que les permitía ciertas ventajas evolutivas. Pero ahora había algo igual a él, algo que de modo abstracto ahora amaba. Y “los otros” parecían ahora ser sus jefes, incluso sus amados soldados y su viejo erómenos, pero Padre también recordó la doctrina oficial, para ella el primer mandamiento era amar lo distinto pues permite sobrevivir al dios. Lo divino, el alma inmortal no era algo que estaba en cada ser vivo y alcanzable por cada uno, sino algo construido con la suma de todos ellos y que trascendía a todos ellos. La vida eterna era para el dios, no para los creyentes. Y esa vida eterna del dios había que construirla con el sacrificio de sus múltiples mortalidades.

       Había una guerra entre esas dos teologías de la vida que se correspondía a una guerra aún más antigua: la guerra entre la vida como un todo abstracto y la vida como cada organismo individual concreto, y es guerra se manifestaba en sus sangrientos devotos. Pero no es que Padre dudara de la teología estándar, dudaba ahora de ambas religiones, él era el único humano que había visto a un trans-humano, lo había capturado y ejecutado, la orden era traerlo de inmediato sin hablarle, pero Padre desobedeció y ahora estaba muerto, ahí supo que para ellos ambos dogmas no significaban nada. Si era así tampoco su hijo perdido significaba nada… Era cierto los heréticos eran enemigos, pero “los tras-humanos eran monstruos” —pensó.

       Ingresó al trasportador y suspiró cansado. Luego le dio vueltas a una manivela con sus fuertes brazos para activar el mecanismo y finalmente presionó el botón que lo llevaría hacia los interiores de la laberíntica ciudadela religiosa en el centro de Limma. A pesar que las dos bioreligiones eran castrenses y que las organizaciones militares estaban agusanadas de doctrinas y credos, a Padre no le gustaba estar en instalaciones netamente religiosas. Prefería las trincheras.

       Lamentablemente el poder estaba siempre oscilando entre generales y sacerdotes, y muchas veces no se sabía realmente quien estaba al mando en los estratos superiores, pero se sabía que también ahí había una hipócrita guerra por el poder, una guerra sin batallas, aunque si con muchos muertos. Estas centrales de dogma eran certeramente peligrosas. Además, eran lugares donde se almacenaban bajo 7 llaves el conocimiento técnico y en lo más profundo, sepultada a perpetuidad había una biblioteca de documentos y archivos de la más prohibida y peligrosa herejía, la llamada siensia. Así que esta era una biblioteca sin lectores y una cárcel de libros mudos que murmuraban sobre una humanidad pasada sin ninguno de los 2 dioses.

       En cierto momento hubo una aguda bajada, esto no era lo peor de todo. Lo peor sería la subida, que sería desesperadamente lenta, más aún por la impaciencia de alcanzar a su hijo hace tantos años perdido. Los sacerdotes censuraban ciertos rumores entre la población humana de que alguna vez la olvidada siensia desarrolló tecnologías que permitían construir máquinas asombrosas, como, por ejemplo, trasportadores rapidísimos. Estos destartalados, decía el rumor, son los escombros de una red que unió una vez al mundo y llegaba incluso a la prohibida superficie, algunos tramos podían incluso viajar del punto A al C sin atravesar B en medio de ambos. El hombre fue un demonio entregado a esa mala magia, pero todo eso estaba perdido o era solo un sueño. La tecnología actual estaba aplicada a la industria bélica, la siensia desapareció y dio paso a un cuerpo de conocimientos prácticos, dogmáticos e inmutables que eran incapaces de progresar, solo eran útiles, pero carecían significado cognitivo. La bioreligión había prohibido con éxito la sola mención de la palabra siensia, las nuevas generaciones no la conocían y los viejos se esforzaban en olvidarla. Y con ese fervor anti-cognitivo de la bioreligión las técnicas y profesiones se habían olvidado, la raza humana se desarrollaba ahora entre dos polos: el religioso y el militar, y eso bastaba. A veces era difícil distinguir las dos cosas, a Padre no tenía por qué gustarle o no gustarle. Después de todo, no conocía otra realidad.

Al cabo de unos minutos, llegó a lo más profundo de la ciudad de Limma. Le incomodo más de lo usual toda la carga de dogma y abstracta superstición que se respiraba. Casi se asfixiaba de irracionalidad. Nunca antes había sido así, pero ese prisionero… ese trans-humano antes de morir… sus palabras, lo habían confundido.

       La puerta se abrió. Padre esperaba encontrar a gente yendo de un lado para otro, a fieles memorizando la compleja doctrina del dios, a autoridades dando sermones, pero lo que encontró fue una versión minimalista de todo eso. Cada vez había menos gente.

En la gran habitación decorada de ampulosas geometrías que era la antesala al recinto principal del templo subterráneo apenas pudo ver a una persona.  Se trataba de su superior, el capitán Orson, elegantemente uniformado sobre su cuerpo fornido y vulgar.

—“Oh teniente, —dijo a Padre frotándose las manos taimadamente qué bueno que hayas llegado tan pronto”, —dijo Orson antes incluso de que el Padre lo saludara a modo militar, como se supone que era el protocolo. Padre temió lo peor. Sabía que Orson era un cobarde. Lo había visto mandar a la muerte a soldados desde la comodidad de su puesto de mando en algún claustro. Padre lo aborrecía.  Le parecía que era exactamente el tipo de líder que no debíamos tener y que los estaban llevando a perder la guerra contra los heréticos. Orson era dado más a la intriga y a la mentira. “Los heréticos” peleaban valientemente y por un motivo también lógico y acaso justificado. Sutilmente Padre se aseguró de que no estaban siendo observados por nadie y consideró la posibilidad de matarlo ahí mismo con sus propias manos. Pero no, eso era tabú.  Eso no se hacía en la central de dogma. En sus monasterios solo los sacerdotes podían matar sin pecado.

— “Vine tan pronto como pude”, —respondió Padre— “He dejado a mis hombres en la estación oblicua. Tememos que haya un ataque de la otra doctrina en cualquier momento”

—“Oh, debe haber agradecido al dios que lo llamásemos para que venga cuanto antes, entonces. Puede que le hayamos salvado la vida”, —Orson sonrió y le dio un agresivo golpe en el hombro. Padre tuvo ganas de responderle con un puñetazo a la nariz. Padre lamentaba exactamente lo contrario. Él quería estar con sus hombres cuando el ataque comience. Su presencia, su guía podían significar la victoria. Al menos en esta batalla. Prefería morir en batalla que cargar con sus muertes en su consciencia, algo que Orson no tenía en lo más mínimo. Y que pocos ahí tenían.

—“¿Cuál es la urgencia?”, —preguntó fríamente Padre. Orson se dio cuenta que lo había ofendido. Era cobarde, pero muy político. No se llegaba a donde él había llegado sin la intuición para saber cuándo había dicho algo impropio.

—“¿Para qué me has hecho venir?”, —insistió antes de que Orson se retractara o explicara que nunca dijo lo que claramente sí había dicho.

—“Oh, bueno. Inteligencia ha hecho un descubrimiento que, de confirmarse, cambiara todo.  La guerra acabará en unos días”.

Padre soltó un suspiro. Había estado esperando lo peor, quizás deseando lo peor, pero un anuncio de este tipo le devolvía la esperanza. Era el fruto que su esperanza, árida y triste, había soñado por años. Debía regresar a la estación oblicua cuanto antes para notificarlo a los soldados. Los ánimos habían estado por los suelos por décadas, por siglos y esto era lo que todos soñaban. Lo que merecían.

—“Qué bien, señor” —dijo finalmente inundado de vigor optimista Padre—. “Ya era hora que hubiera buenas noticias”

—“Este… mucho me temo que me has malentendido”, —le dijo Orson sobando taimadamente las manos una contra la otra. —“Nos hemos enterado de algo que podría significar nuestra destrucción. La guerra podría acabar en cuestión de días con la completa aniquilación de la especie humana, quiero decir, la ortodoxa, la nuestra. Y el final de ese fluir que llamamos vida, quiero decir… la muerte del mismo dios.”

Padre frunció el ceño. No dijo nada. Años de frustración le hicieron aceptar una vez más esa horrible noticia. No podía ser de otra forma, él había visto cosas tan asombrosas en “ellos” …

…“Teniente…”—, escucharon una voz grave y calculada desde algún lado de la habitación. No sabían de dónde. La alta puerta que daba al recinto principal del templo se había abierto con sigilo, y alguien había entrado en silencio escuchado desde la sombra a los dos militares desde hacía un buen rato. Dando un paso también en absoluto silencio se había asomado el más peligroso de los sacerdotes: el místico Anthonio[2]. Anthonio era un hombre muy singular, grande y reservado, su belleza escultórica fascinaba y distaría no solo a los hombres, sino también, de modo torcido, a algunas mujeres. Pero esa belleza encerraba algo poco confiable. Debajo de sus castas y rígidas ropas de sacerdote se movía un cuerpo inapropiadamente cargado de erotismo. Guapo, bronceado y obsceno. Esa sensualidad era casi una sexualidad y escapaba por las pocas partes descubiertas de su cuerpo como sus manos grandes o su mandíbula cuadrada, ennegrecida por una barba que los afeites no podían borrar del todo. Era también un fanático muy inteligente. Se decía que en secreto era el sacerdote más influyente y la secta que había fundado ganaba cada día más poder. Alguien no necesariamente bueno, pero si notable con quien Padre prefería discutir la situación que con el mediocre de Orson. —“Diacono Anthonio”, —saludó padre y caminó hacia él, abandonando por completo a Orson. Este los siguió tímidamente. Los tres ingresaron al recinto principal.

Se trataba de un espacio inmenso y elegantemente vacío. Las paredes doradas tenían algunas ilustraciones que mostraban partes del código genético y fórmulas de lógica de segundo orden, pero en su mayoría era todo ininteligible. El libro sagrado de la bioreligión era el mismo genoma humano y esos monjes lo estudiaban e interpretaban con el fervor de cabalistas. Memorizaban las infinitas secuencias de nucleótidos buscando sentidos místicos y oscuros a la información genética, patrones y coincidencias proféticas. El dios, el creador, hablaba a la humanidad a través de ese lenguaje que era el ADN. El genoma mismo era su cuerpo y su palabra. Aunque ninguno ahí sabía nada de genética. Solo memorizaban estúpidamente sus 4 símbolos: A—T—G—C combinados en un intricado laberinto de genes, operones, intrones, exones, secuencias sin sentido, invertidas o repetidas sin razón, o simple caos, para el que el concepto mismo de “información” genética es inapropiado. Casi todas esas cábalas eran supersticiones, pero la interpretación de Anthonio era un cuerpo racional sin huecos ni contradicciones, había traducido por primera vez la palabra del dios de entre ese caos de secuencias de nucleótidos, la clave era leer de 3 en tres las secuencias, 3 es el número de dios, como 3 es el número de libros artificiales, (techne), 3 las edades de la humanidad (ellos vivían en la primera), etc, esta triada de nucleótidos significaban cada una, una palabra del dios, es decir un concepto incompleto, pues una palabra a solas carece de verdadero significado, pero junto a otras adquiría sentido y santidad. Pero la voz del dios solo sería compresible en el contexto de todas sus palabras juntas, cosa imposible de entender para la mente humana. Pero siendo incluso así, dentro del hombre, en su ADN, balbuceaba la divinidad.     

La perfección de su doctrina había seducido a muchos ancianos que se adherían y protegían al voluptuoso joven. Al fondo había una especie de altar intrincado y barroco. Bajo su ampulosa arquitectura que se elevaba vertiginosamente, se podía ver a tres viejísimos sacerdotes discutiendo. Antes de avanzar hacia ellos, Anthonio se volteó hacia Padre.

—“Debo advertirles que el humor no es de lo más cordial. Lo diré directamente, nuestro dios está muriendo. Al parecer empezó a morir hace años. La noticia nos ha impactado duramente, los enemigos de la vida lo atacaron en su esencia, no puede haber más maldad ni espectáculo más impuro” —y pareció regocijarse secretamente en esas palabras—. El fin supremo de nuestra doctrina corre peligro. A diferencia de los heréticos nosotros no buscamos nuestra salvación sino la de nuestro dios. Los heréticos piensan que el dios está en cada vida individual, en las partes y no en el todo, pero de eso se desprende, diabólicamente, que el “dios no es uno” que no existe.

—Sospecho que ambos dioses existen y pelean —dijo Padre arriesgándose a decir algo tabú.

Anthonio movió una de sus tupidas cejas hermosamente diseñadas con un gesto de sospecha.

—Quizás, pero esa guerra termino y ahora el nuestro agoniza, luego de una batalla celestial.



[1] La vida.

[2] De Anthos, flor en griego, ya sabe que flor es el órgano sexual de los vegetales, paradójica característica de esos castos seres. El nombre también es alusivo a un anacoreta y mártir permanentemente rodeado de tentaciones monstruosas.

13 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: Un planeta en pedazos

 



Trillones de años después…

 

Caminar y caminar y en eso el paisaje mostró un asombroso espectáculo. Un fragmento del planeta se había dado vuelta, de alguna manera había explotado algo en el fondo geológico del Thecnetos y un gran trozo del mundo había quedado boca arriba. Entré a explorarlo. El Thecnetos no solo se apagaba también se fragmentaba, algunos trozos grandes de corteza ya se elevaban y se hundían lentamente más allá de la atmosfera y otros flotaban en lo alto retenidos por hilos precarios que los anclaban aún a la tierra. Por esa superficie ampulosa de retorcida maquinaria caminé y vi miles de esos parásitos mecánicos, esos que había visto antes vivos dentro del avernus. Por entre esa polvorienta masacre de animales artificiales vi miles de cuerpos muertos y encontré por primera vez a Thalos devorando el cadáver metálico de uno de sus semejantes, como un sórdido caníbal artificial.

Supe de inmediato que era uno de esos seres que evolucionaron en las entrañas artificiales del mundo. De algún modo este no había muerto una vez muerta la máquina que parasitaba.

Se ocultó al verme y quizás planeaba algo taimado contra mí. Pero luego como un perro empezó a seguirme.

Caminando como un agotado enamorado me dejé seguir por ese insecto mecánico. Algo que no sabía antes empezó ahí, anteriormente había detestado la presencia de “los otros”, me daban incluso pánico. Sin embargo, ya estaba enfermo de humanidad y sentí curiosidad y anhelo de contacto con aquel raro ser. Me parecía incompresible el deseo de ser acompañado por un ser tan amorfo, tan abiótico como aquel parásito artificial. Tal es la soledad.

 

Dejé que me siguiera e incluso, aunque siempre estábamos lejos uno del otro, evité perderlo de vista. Hasta ese punto había llegado mi degeneración. Disfrutaba de su existencia paralela a la mía. Acaso yo ya no era afín a la calmada soledad que una vez disfruté.

Thalos, desconfiado, había logrado sobrevivir a la muerte de su especie canibalizando los cadáveres de sus congéneres. Yo no necesitaba hacer eso. Dado mi vínculo minúsculo con el más alto corazón del Thecnetos no moría, vínculo que nunca llegué a entender sino hasta el final.

— ¿Dónde estoy? —preguntó en su lenguaje. El mundo de la superficie le era ajeno y desconocido. No comprendí. Su lenguaje no estaba hecho de sonidos. Pero no hacía falta hablar así que no me importó la falta de comunicación. Pero solo por un tiempo. Lo llamé Thalos, su verdadero nombre o si lo tenía no lo supe nunca.

Ni supe si venia de las profundidades del último planeta o de las profundidades de mí mismo.

lunes, 15 de agosto de 2022

12 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Todo Sobre n.

 




Un trillón de años antes…

 


Un día más de hambruna y guerra[1]. Hubo ejecuciones colectivas de antiguos funcionarios en el norte de las estaciones antiguas, aunque se rumorea que en realidad era una redada para conseguir combustible para la construcción del Thecnetos. Pestes asolan a la población, confinada a sus supersticiones y confusas costumbres actuales. Una rara economía y sociedad se ha desarrollado para la última generación, tan distinta a la ordenada civilización que antes conquistó el cosmos y ahora muere con él. Yo por mi parte pertenezco una nueva casta surgida estos días. No soy humano, pero tampoco un androide. Soy uno de los niños-juguete. Nacimos casi al mismo tiempo que nació el Thecnetos. Del mismo modo como al inicio del mundo nació la antimateria y la materia, y una se comió a la otra, así nacimos nosotros. Lo más deleznable del cosmos surgió en paralelo al ser más perfecto que existe y al que, aunque nacimos derrotados, hemos jurado destruir o este nos devorará. Mientras, somos entretenimiento o una muleta emocional para gente desesperada. Somos una categoría rara de esclavos, yo por ejemplo sirvo a Ayazx, un monstruo que debo llamar padre, pero podría llamarlo enemigo, mi más perfecto enemigo.

Yo, n, como todos los niños-juguete, como vfogelfit, Elio, Enio o Amaru somos producto de una enclenque industria, una especie de juguetes humanos o personas mascota. La humanidad siempre modificó a los animales o a los androides para que se parecieran lo más posible a sus niños. Pero ya no hay niños de verdad, están prohibidos, por eso somos despectivamente llamados golem. Esos linajes de animales fueron modificados genéticamente de antiguo, generación tras generación para parecerse a la cría del Homo sapiens thecnesies. En nosotros el parecido es completo, pues somos hechos del mismo genoma humano. Cuando fue abolida la reproducción por la nueva trans-meta-corporación, la última humanidad exigió mascotas casi humanas. Los niños estaban prohibidos y nadie sabía cómo hacerlos en un mundo solo de hombres. Con la meta-corporación murió el poder de dar vida. Dada esa demanda del mercado las industrias que fabricaban mascotas compraron a la meta-corporación todos los embriones congelados que guardaban y de ellos nos hicieron. Pero solo los más deteriorados, los casi no humanos. Hay un mínimo de anti-entropía en un ser para que sea considerado vida, cuando la entropía, que otros llaman fealdad, carcome y conforma a un organismo ya no se le considera vida, solo una cosa. Nosotros estamos al borde y no por eso no podemos madurar. Eso fue terminantemente prohibido por Herakón. Por ello la meta-filosofía no nos considera personas, a lo más una categoría de seres inacabados. Humanos en potencia, nunca en acto, por lo tanto y dado nuestro incompleto desarrollo, no somos verdaderamente gente.

Con los años, como sucede con todas las mascotas, nuestros amos se aburren de nosotros, pasamos a ser simples esclavos o somos vendidos a otras parejas de eromenois, la mayoría hemos tenido ya muchos padres que, al poseernos, notan pronto que no éramos eso que deseaban, eso que desea toda vida; una copia de sí misma. Descubren que somos un embuste comercial, una estafa, una muleta necesaria pero odiosa. Los niños de verdad prometían eternidad a los mortales, los prostéticos no. Por eso, pronto nos aborrecen, pero mi padre no lo hizo. Desearía aburrirlo, ya no sueño con que un día me quiera. Algunos niños-juguete son simplemente liberados a su suerte que significa casi siempre la mendicidad o la tragedia. 

Algunos forman colonias o pandillas de niños cimarrones. La policía de la tras-meta-corporación los elimina eventualmente. Me siento hermano con todos ellos.

Pero hay algo que los humanos no saben de nosotros. Y que ocultamos a la perfección. Hay el rumor de que uno de nosotros alcanzo la madurez y nos liberará. Como todo esclavo aprendemos pronto a mentir, a ser ocultar en secreto y es fácil guardar secretos en este mundo de caos. Hay una muda complicidad entre nosotros. Sueños comunes a espaldas de nuestros amos humanos. Sé que en algunos sitios se reúnen niños-juguete, libres y esclavos. Yo no lo puedo afirmar, mi padre es severo y minucioso. Pero comparto con ellos la fe de “N”. Todos nos adherimos en secreto a esa religión. La religión de N. ¿De dónde surgió esta secta, una de las miles que enredan y enferman a la humanidad? La respuesta causal es de la desesperanza, de los anhelos vacíos del hombre. La respuesta factual nadie la sabe. Pero hay un mito que ofrece una explicación a su origen. Pero como todo mito está en términos poco realistas: se rumorea que el creador del Thecnetos dejo un embrión suyo, un ser más perfecto que él mismo y que el mítico Herakón, soberano absoluto o esclavo absoluto de esta última humanidad. Como todos, fue accidentalmente destinado a ser niño-juguete, el mito dice que él sí es capaz de madurar, y que le basta esa condición para ser un dios. Y como estos, es invisible. Dicen que anda en secreto por las estaciones y los planetas artificiales. También se dice que ha huido lejos del control de la trans-meta-corporación. Todos nos consideramos sus hermanos y hemos jurado servirle, incluso con la vida. Y también prometimos destruir al Thecnetos que es su enemigo. Desde nuestra pequeñez soñamos enfrentar a la humanidad, aunque no esperamos vencerla. El único afecto real que tengo, aunque estoy forzado a fingirlo con todos, es hacia N, N es amado por todos, y aunque no lo conocemos, lo esperamos. Por ello elegí para mí el nombre de “n” como muchos hacen, pues ese dios heroico y secreto es de algún modo todos nosotros, aunque seamos solo remedos mortales de su perfección divina y legendaria.

       Otros, una vez que consiguen su libertad lo buscan, pero corta es la vida de los niños-juguete una vez libres…

Llega Ayazx, mi terrible padre, sé que un día me destruirá, por eso no me deja libre, debo callar.



[1] A pesar de la comunidad inter-universal, la tras-meta-corporación se derrumba. Los humanos no quieren sacrificarse a la vida humana hipotética en una máquina y luchan contra el proyecto Thecnetos. Cayeron algunos poderosos zombis Heakantokeinos y la trans-meta-corporación se volvió lejana, pronto germinaron las revueltas, ahora es una corporación clandestina, según algunos, inexistente. La población había decidido vivir su última vida, no puede haber otra, pero un simulacro de continuidad era necesario, así nacieron las pobres instalaciones de la fábrica de niños montadas sobre los antiguos centros de androgénesis.