En la cueva de niños rebeldes,
sin saber del despertar del Thecnetos, el grupo conversaba. Las instalaciones estaban
vacías, Elio contaba su mejor
historia.
—¿De veras eres hijo de Thaumasios?, creí todos los niños juguete
éramos hijos de guerreros, o sea hechos con sus embriones —preguntó n.
—Obviamente no tú —dijo amaru, fvogelfit pensó en darle un golpe, pero lo retuvo la corpulencia de
amaru.
—Quizás sí, soy más pequeño
que el resto, pues los Thaumasios
casi no tienen cuerpo y es casi imposible que se reproduzcan, pero eso no
importa, yo lo creo y basta para serlo. Tú también puedes ser lo que sueñas ser —dijo a n moviendo los brazos para
crear suspenso—. El caso es que solo tuve padres adoptivos unos meses, pronto me
liberaron y aprendí a vivir libremente, soy un cimarrón. Libre me di a estudiar
el mito de N, es un tema inacabado, aún no sé realmente como es N, solo se es
un ser infinito y acaso por ello, su estudio es interminable —dijo y ya había captado la atención de su minúsculo auditorio.
—Pero supe pronto que son sus
genes, lo que hacen a N un dios. Una combinación única y perfecta. Así que investigué
la genética, rondé los puestos ambulantes de los técnicos ambulantes, ellos son
los que más saben del tema, ahí conocí al Gnomon,
el más hábil de ellos y también el más borracho —todos rieron—, y a su hijo amaru, entonces no había crecido tanto. Ahí
aprendí que dominando la ciencia de los genes se podría saber quiénes somos genéticamente.
Incluso muchos niños juguete podrían buscar a sus padres verdaderos, pues un
niño juguete y sus padres comparten el 50% de sus genes, es un cálculo
elemental para mí. Aún lo hago, pero no tanto pues en muchos casos fue triste
saber que muchos padres rechazaron a sus hijos genéticos semejantes a ellos
solo por ser juguetes o sea sin alma, golem
dicen que somos.
—¿Qué es un alma?
—Me cuesta decirlo, solo diré que,
si un día despertaras en otro cuerpo y en otro mundo, aun tu alma sería la misma
—dijo Elio, siempre elegantemente.
—Todos tenemos poca alma y
algunos ninguna —dijo amaru jalando la
cuerda que retenía a Enio que de
espaladas al grupo ignoraba el relato. Elio
se dolió, pero debía seguir:
—La cantidad de alma no
importa tanto como su calidad, ahí conocía a amaru, y nos hicimos amigos, es buena persona debajo de su
apariencia. Descubrí en mis estudios quienes lo habían engendrado, pero amaru ya quería mucho al Gnomon y no quiso dejarlo, también supe
que ningún guerrero copiaba mis genes, así que soy hijo de Thaumasios —dijo muy orgulloso y feliz—. Uno muy pequeñito.
Rieron todos.
—Ahí supe también que había alguien
con mis genes. Un hermano. Estaba en el rincón más olvidado de los almacenes y
sin esperanza de ser vendido o salir de ahí, era Enio. Estaba muy ido. No sé si estaba así por algún comprador que lo
daño, no sé qué cosas sufrió mi hermano, o si de nacimiento es lelo, las máquinas
que nos hacen no son perfectas y a algunos no nos hacen bien —dijo mirando a amaru—. Continúa tú, esta parte te sale mejor
a ti —dijo como una excusa, pues se había puesto triste
—Esa noche dormimos al Gnomon —dijo amaru—, ya estaba ebrio cuando narcotizamos su última botella y
cayó dormido y sacamos a Enio. Ahí Elio le ató a una cuerda a su cintura y
se lo llevó. Mi padre ni notó la ausencia de Enio. Sin embargo, Elio me
debe un gran favor y un día deberá pagarme.
Fvogelfit rio recordando al Gnomon y a Diomedes a los que les había hecho tantas travesuras.
—n ¿desearías saber quiénes son
tus engendradores?
—Es tan débil que debe ser también
hijo de técnicos —dijo Amaru.
—No soy hijo de técnicos —dijo
Elio completamente convencido de su
abolengo.
—Si los hallaras podrías dejar
a Ayazx, cualquiera es mejor padre que
él. Sabemos que hizo algo terrible, que casi te mata, ¿por qué volviste con él?
—¿Dejarlo? —pregunto n.
—Si me lo permites amigo, con
placer empezaré a investigar tus genes, dicen mucho de nosotros, dicen que es
el lenguaje de la vida que alguna vez fue considerada un dios en la antigua meta-corporación.
El código genético es el alfabeto de la divinidad.
—No, no quiero saber quién soy.
—¿Por qué? —dijo fvogelfit
—Lo poco que ya se dé mí, no me
gusta
Todos lo
miraron con compasión, incluso el bravucón de amaru.
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