13,8 billones de años después del
inicio del universo…
“¿A qué se refiere,
teniente?”, —el Sumo Sacerdote le sonrió. “Estoy seguro de que su conocimiento
único de aquel ser nos puede dar un enfoque fresco a este problema”
“Pues, que la principal
razón por la que los transhumanos, si existen, son tan peligrosos y por la que
nos desprecian es que tienen una gnoseología superior. Pero físicamente se ven
igual a nosotros, es fácil para ellos ser espías, para nosotros es imposible,
sus doctrinas no son creencias, son verdades.”
—No sea ignorante, no
existen las verdades, son solo artefactos mentales —dijo violento y final Anthonio— es claro los otros tienen
aliados entre los nuestros. O que estos se han contaminado ya.
—“Es imposible no
reconocer que poseen poder sobrenatural” —comentó a Padre el más anciano de los
tres sacerdotes dejando de una vez su letanía.
—“Es cierto. Justo eso
es lo que me parece crítico” —Padre hablaba sin abandonar su forma de pararse,
tan militar en esencia— “Ellos no tienen capacidades sobrenaturales, son perfectamente
naturales. Tienen algo así como un sentido más que nosotros, eso les permite
reconocer a un humano entre ellos. Pero nosotros no tenemos ese sentido o lo
perdimos.”
—“Es cierto, es el mal” —comentó
Anthonio—, “Pero por eso tenemos al
dios. El dios es la antítesis de los trans-humanos, acercársele los destruiría,
por eso estamos teniendo esta reunión aquí, en este templo subterráneo. Porque
aquí la fe del dios es muy fuerte. Uno de esos mutantes no podría estar aquí
sin enloquecer”.
—“¿Y cómo es que sabemos
que eso es verdad?”, — interrumpió Padre. Anthonio
se le quedó mirando fastidiado. La palabra “verdad” era una grosería. Nada
más opuesto a la creencia que la verdad. Todos los demás estaban sorprendidos y
no terminaban de entender lo que le sucedía a Padre.
—Hay algo más profundo
que la verdad y es lo divino —agregó lucido Anthonio—,
su cerebro militar no puede entender la verdad y menos lo divino, de lo que la
verdad es solo un accidente, una degeneración.
—“¿A qué se refiere,
teniente?”, —preguntó el viejo Sumo Sacerdote con conmiseración.
—“Sé lo que es fe. Y sé
lo que es eso que llama poder sobrenatural de los transhumanos. He visto cómo
la usaba aquel hombre y creo persiste en nosotros rudimentariamente aun siendo
humanos. Tenemos al enemigo del dios dentro de nosotros mismos.
—Así es —dijo Anthonio —, se llama pecado.
—Pero no entiendo cómo
lo sabe si no cree en la verdad. ¿Me lo explica, hermano Anthonio?”
Anthonio los miró a todos tranquilamente y luego enfocó su atención en Padre.
—El conocimiento, pero
esto es blasfemia, es la supuesta relación verdadera entre 2 cosas, es eso que
llamaban siensia los antiguos humanos.
Es un hereje si lo cree. Además, esa relación ha sido descartada en los
tratados de theo-física. Hace falta que conozcan esos textos para entenderlo
—dijo.
—“Redúzcalo a términos
que lo pueda entender, Anthonio”, —dijo
el Sumo Sacerdote compasivo.
—“No es posible hablarle
en un idioma desconocido y esperar que entienda, no es importante ni es
productivo, estos dos oficiales son analfabetas, los llamamos para obedecer no
para entender”.
—No daré mi vida sin
entender —dijo Padre—, y la verdad es un idioma desconocido también para ustedes,
vosotros son los analfabetas.
—Al contrario, he
estudiado fascinado toda mi vida el pecado de la siensia, si fuese un simple como Ud. habría sucumbido a ella. La
verdad solo es cierta en determinados casos. Y en otros es mentira. Lo que implica
que no es nada. Padre se sintió abrumado.
—“Yo no sé nada de eso
textos herméticos de theo-física”, pero sé que fueron escritos en épocas que no
existían los trans-humanos. Así que nada pueden decir de ellos. Sé de
estrategia militar. Y no hay nada más autodestructivo que un falso sentimiento
de seguridad. Si es que fuese falso que haya una relación entre la verdad y la
“magia sobrenatural” de nuestros enemigos, estamos a su merced. Uds son los
magos, la oscuridad y asegurarán nuestra extinción— concluyo amargamente Padre
depreciándolos a todos.
Todos quedaron callados. Se escuchó solamente en el fondo el sonido del
agua que corría por las cañerías del templo.
—“No tiene sentido” —dijo
de pronto Anthonio—. “Que la fe
supera a la verdad es algo que hemos aceptado, toda verdad es una convención
útil, y esta ha sido útil por generaciones, con ella conquistamos el mundo”
—¿O fue con la fuerza de
mis soldados? y si fue útil, lo fue solo a Uds —cuestionó Padre.
Anthonio se sintió acosado. Todos lo estaban mirando. Y ataco:
—No sea simple, las
verdades no se descubren solo las inventamos para dar sentido a la realidad, no
hay una verdad afuera de la mente. Pues el mundo está afuera de la mente. Y su
“verdad” no le servirá.
Todos guardaron un silencio sepulcral y se quedaron mirando a Anthonio. Pero ya no lo miraban como antes. Su maligna
belleza se mantuvo cautamente en silencio.
—Creo que ya hemos
discutido mucho, este debate es solo sobre palabras, y no nos debe inmovilizar —respondió
el más viejo de los ancianos —. “Ahora es el momento de hacer algo”, las
palabas, “las verdades” solo sirven como muletas para el hacer, no son nada más
que medios, no fines. No se detengan en ellas —agregó comprensivo el Sumo
Sacerdote a Padre.
—No pida explicación
hijo —dijo el anciano afeminado lleno de perdón en la voz—, eso es pedir una
blasfemia. Conversar con ese transhumano te ha trastornado. Te ha contaminado.
Sabemos que es así y lo perdonamos. No piense más en ello, déjalo a Anthonio, él está familiarizado con el
mal y sabe protegerse de él y los protegerá a Uds. en su misión. El mal que
llamas verdad.
—“El mal no es la verdad
sino la mentira. Y uds la cultivan. Por eso su dios está muriendo, lo están
matando —dijo de pronto Padre a Anthonio con
una fiera calma y esto fue suficiente— “Creo que, si hay un tercer enemigo, si
hay otros como ese joven fusilado no tenemos esperanza y merecemos perder”
—agregó y fue como soltar una bomba. Nadie dijo nada a continuación. Hubo
silencio. Todos se miraron entre ellos.
—“¿A qué se refiere en términos
prácticos teniente?” —el Sumo Sacerdote señaló al oficial.
—“A que desde el día que conversé con el prisionero
no veo esperanza a esta guerra. Claramente la perderemos, son mejores que
nosotros —Padre se sorprendió de lo que él mismo estaba diciendo—, “Y ese
sentido psíquico que se supone que tienen. ¿Realmente es magia? ¡Ni siquiera lo
saben!”
—“¡Por supuesto que lo es!”—intervino histérico el
anciano de las uñas pintadas en rapto místico— “¡Lo hemos corroborado en su
interrogatorio!, Ud. ha sido embrujado”
—¿Han visto al diacono Anthonio, incapaz de distinguir magia de siensia? No puede explicar nada. Yo dudo que sepa algo. Aquel
hombre muerto podía explicar todo lo que yo le preguntaba. Supe que ahí que no
hay misterios ni dogmas en el mundo, ni hay magia ni hechos sobrenaturales, que
el mundo es comprensible, no místico. Pero no por nosotros. Y sobre la molécula
germinal… no es un dios solo es una cosa...”
—“¿Qué es esto?” —preguntó el Sumo
Sacerdote.
—“Que hay algo mejor que la vida. Que la verdad
existe y está en poder de ellos. Que la molécula germinal no es sagrada. Que
nos mantienen, así como nosotros antes manteníamos animales en zoológicos para
que no se extingan, que al dios no lo están matando ellos sino ustedes, ellos
solo esperan” —y se desmoronó, no pudo continuar.
—Esta no es una guerra cognitiva, la vida puede
vencer sin conocer —susurro para sí Anthonio
apartado y en cuclillas en fervorosa oración. Sabía muy bien cómo acabar con
los sabios y su saber.
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Orson a Padre.
—“No lo sé” —Padre le respondió sin
verlo—. “Y no importa. Estoy cansado. Ya
no quiero seguir peleando por el dios. De existir ya está muerto. Y mis hombres
tampoco. Todos están cansados. Cualquier trato que se pueda negociar con los trans-humanos
debe ser mejor que seguir en esta guerra vacía. La humanidad se extingue”.
—“Esto es traición” —intervino Anthonio— blasfemia, no solo eres inútil, eres perjudicial y ya no
podrás salvarte —dijo mortalmente contra Padre.
Padre dio un paso hacia
adelante y aplicó un fuerte golpe con su cabeza en la nariz del musculoso Anthonio. Este cayó pesadamente de
espaldas, aturdido por el golpe, pero cauto se reprimió de reaccionar y se
contuvo sin responder a pesar de su contextura fuerte. Aguantar y mentir eran
los medios de esa clase de hombres para conquistar el mundo. Desde el suelo el
ensangrentado diacono se limpió calmo y lascivo la sangre de la boca y sonrió
disimuladamente.
—“¡Traición es que nos
sigan enviando a la muerte por sus mentiras!” —les gritó Padre y luego
levantó una mano para amenazar a todos los demás—. Se acabó. Ya no daré
más pelea. Yo he visto a ese transhumano y de haberse aliado con los heréticos
ya estaríamos muertos. No nos tienen miedo ni nos ven como una amenaza. ¡Ni
siquiera pelean contra nosotros! No hace falta.
El Sumo Sacerdote estaba sin palabras. El sacerdote afeminado lloraba como una
vieja y el más viejo no entendía nada.
—“Regreso a mi estación
a entregar mis armas” buscaré y lucharé por algo que si es mío... algo que me
está esperado desde hace muchos años.
Y con eso Padre dio media vuelta y se dispuso a irse. Los tres sacerdotes y
Orson se miraron entre ellos sin saber qué hacer. Anthonio desde el suelo guiño sutilmente un ojo ensangrentado a
Orson dándole la señal pactada. Orson desenfundó un arma y apunto al teniente.
—“Oh. Lo siento, teniente. No puedo dejarte ir,
tiene información secreta” —dijo con voz indecisa.
Padre paró de caminar y dio media vuelta. Le sonrió al capitán.
—“¿Y qué vas a hacer si sigo caminando?” —le preguntó—, “¿Me vas a disparar?”
Orson no respondió. Simplemente jaló del gatillo. Parte del cuerpo de padre
explotó y su cuerpo cayó al suelo sin vida. Mucha sangre y pedazos de carne
cayeron alrededor de él. Los tres sacerdotes se asustaron. Anthonio se limpió con lujuriosa calma la sangre de Padre que cayó
sobre su escultural rostro.
—“¡Por el dios, capitán!”, —gritó el Sumo Sacerdote.
“¿Sabe lo que acaba de hacer? ¡Ahora no tenemos quién ejecute la misión!”
Orson lo miró y no dijo nada. Por primera vez en su vida tuvo un pensamiento
valiente (ya no hay por qué luchar).
Llevó su arma a la boca y antes de que tuviese tiempo de recapacitar, jaló del
gatillo una segunda vez. Y ahora fue su cabeza la que explotó. Parte de su interior cayó encima de la
sagrada fórmula de la vida:
∀x = ((Rx ^ Ox) →Vx)
Los tres sacerdotes se miraron aterrados. El de las uñas largas empezó a
sollozar como una mujer desamparada.
Anthonio quedo
complacido con el baño de sangre, tenía lo que quería tener y habían
desparecido los que lo sabían, se levantó del suelo y con la soltura de una
serpiente y dijo:
—Yo me encargaré de la
misión con el método que hemos usado por siglos para dominar el mundo. Haremos
lo que mejor sabemos hacer: disfrazarnos de nuestro enemigo y destruirlo desde
dentro. Este hombre era más peligroso de lo que sospechaba. Pero ya tenemos lo
que queríamos de él. Mientras, dejen que estos militares sigan su guerra. Pero
todo el batallón que tuvo contacto con el trans-humano está contaminado como el
teniente y debe desaparecer.
Acto seguido se enfundo su traje militar y se preparó a
enrumbarse a reemplazar a Padre al mando de la tropa. Ellos también habían
visto al exo-humano y los haría perecer. Tras de sí dejaba s los 3 sumo
sacerdotes que pronto serían sus inferiores y a los patéticos cuerpos de los
dos militares muertos sobre el pulido suelo, que sería limpiado luego por los
numerosos siervos, dejando otra vez impoluta la elegante casa del dios.
A lo lejos, la otra mitad de Padre sobrevivía dentro del joven
eracom, aguardando el lejano pero
ineludible día de volver a enfrentarse con el mortal Anthonio.