Un trillón de trillones de años después…
Él lo había buscado por una eternidad y M lo había desahuciado. Él dejó la eternidad para esto… Una pena más grande que ese universo hueco le dolió, recordó que una vez renacido había caído al mundo por M pudiendo haber sido uno con el Thecnetos y que había prometido a ese insecto, Thalos su inmortalidad a cambio de que lo ayudara a encontrarlo. Por ese trato, el día que encontrara a M, L empezaría a morir. ¿Se había equivocado? Debía volver atrás. ¿Era posible que un amor tan extremo no fuera correspondido? ¿Era posible que tanto sufrimiento no valiera nada? había calculado infaliblemente todo, pero solo había fallado al calcular a M, no sabía si tuvieron éxito, pero sí que les aterró perder su vida, dejándonos abandonados en este universo.
¿Él habría hecho
lo mismo? sin duda no, desde que L se conectó a esa mente universal que diseño
al Thecnetos, busco salvar a M, incluso cuando moría atravesado de cables.
Pero ahora que sabía la
verdad ¿haría lo mismo? ¿Volvería a sacrificarse? Ahora era el momento de
detenerse. Acaso podría volver a ser uno con el Thecnetos. Y ser el primer L,
tratar a la vida y al amor como a una enfermedad voluptuosa en una especie
primitiva. Pero M… M, recordó, mejor dicho, sintió el infinito amor que todavía
le tenía, un amor que había durado trillones y trillones de años y acaso... por
fin terminaría.
No solo su amor era
excepcional, él también lo era, merecía la eternidad del Thecnetos no
arrastrase por las épocas buscando a un simple ser humano. Era una injusticia
la tiranía de lo inferior sobre lo superior. Toda esa tarde no quiso buscar
más.
Fue ahí que la
mente del Theknos-Herakón volvió a la
vida por primera vez dentro del cerebro de L y llenó de odio y frialdad sus
ojos.
Antes de morir el
Theknos-Herakon había ideado un modo
de volver a nacer, de hecho, ya había nacido su cuerpo en L, pues este tenía su
misma molécula germinal, ahora debía sustituir su alma por la suya, ahí
volvería a vivir, solo debía matar la mente de L poco a poco y sustituirla por
la suya. Y ya daba su primer paso con éxito.
A su lado, Thalos miraba a L sin poder reconocerlo
del todo.
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