—¡Ni sospechabas que
existía algo así!, no sabes mucho del mundo —dijo fvogelfit emocionado de sorprender a n— debes prometer no contar
nada —y le indicó a n como levantar la mano para hace una promesa, tan solemne
como infantil. Unas opacas y lejanas explosiones, enmarcaban su caminar, remotas
luchas que nadie comprendía.
El distraído fvogelfit conocía bien las calles, esa
ciudad que ocultaba en sus laberintos, huecos para que todos se perdieran,
menos él. Había logrado ser diestro en el arte de sobrevivir entre esa
inconcebible geometría de cemento y quería ayudar a sobrevivir también a n, había
mucho que enseñarle, este día le mostraría algo nuevo. Algo que ni siquiera su
padre Petrock sospechaba que existía.
Los diminutos amigos se filtraron como la
fría oscuridad por entre unos edificios retorcidos, fvogelfit llevaba por primera vez a n a una secreta reunión de
niños-juguete, fvogelfit se ha
dibujado unos bigotes en su labio superior lo que acentúa su prematura madurez,
y pinto en n unas canas, pero este no perdió su escuálido aspecto, ambos vestían
como adultos formales y acartonados, sacos, corbatas, chalecos, pero sus
rostros emanan la ternura de la niñez, sus modales y miradas trataban de ser de
hombres no de niños, todos los niños-juguete tenían esa obsesión, nada se
anhela más que lo imposible y ellos anhelaban ser adultos, pero siempre serían
niños. De hecho, la edad de ambos ya era considerable, pero sus estaturas y
formas no llegarían nunca a la pubertad, su eterna edad eran los 7 años, aunque
el tiempo había trabajado sus carnes. Eran, vistos más de cerca, como embustes
de niños, simulacros que parecían atravesar de la niñez a la vejez sin conocer
la forma adulta, n tiene un parpado levemente caído, su cuerpo se tambalea un
poco a un lado dada una de sus piernas imperfecta y un temblor no le permite
moverse como los demás, igual recibe trato digno de sus iguales. Cuando llegan
al centro del recinto, hallan un gran espacio pobremente iluminado, hay una
multitud de niños todos disfrazados de adultos, en una especie de congreso
formal de niños jugando un juego en el que está prohibido actuar como niños.
Otros pequeños, como Amaru, un niño grandote de mirada totalmente adulta y fría, dejan
sobre una gran mesa lo que robaron, cuidadosamente lo habían cogido de sus
hogares o trabajos, ese delito colectivo los salva de las hambrunas y pestes
que los rodean, n no había robado nada, pero fvogelfit le dio algo que donar.
Un muchacho muy
pequeño, con patillas pintadas y traje negro apolillado los capta y los conduce
a sus lugares para la reunión.
—Sean bienvenidos
hermanos —dijo Elio Desert, muy
ceremoniosamente e hizo un raro gesto elegante, inclinándose y haciendo una mímica
sofisticada con la mano.
A n le extraño algo
que destruía la sofisticada apariencia de Elio,
de su traje salía una cuerda que a menos de 2 metros ataba a otro niño de
aspecto ido. Así el distinguido Elio Desert evitaba que su hermano, Enio Desert, se extraviara y lograba que
siempre estuviera cerca suyo, este, mudo, no posaba la mirada en nada y solo tenía
los ojos abiertos, pero sin ver, se aferraba a un muñeco ya casi borrado. Muchos
comentan los desaparecidos en redadas de la corporación para conseguir
combustible para la construcción del Thecnetos y de un oscuro anciano que ha secuestrado
a muchos. Lo llaman el mendigo de la muerte. Un vagabundo que pocos han visto
pero que todos temen. Mitos. Un fuerte niño, más alto que todos Amaru, elegantemente vestido de gris
empieza un discurso multiplicado por paupérrimos parlantes y por sus expresivos
movimientos de manos:
…hay rumores de que N a muerto, que fue despedazado por Herakón y sus
restos fueron esparcidos en diversos mundos. Pero esas partes están creciendo
en secreto y un día se unirán y vendrá a salvarnos de la humanidad, de esa raza
degenerada y triste. Nosotros somos la nueva raza humana y cuando venga N
fundaremos el futuro, vendrá con él la felicidad y el buen gobierno…—agregó con una poco elegante ingenuidad— Acabará esta sociedad confinada a sus
ampulosas supersticiones y complejas costumbres y todo por ese dios artificial
que aún duerme: el maldito Thecnetos que hemos jurado matar —finalizó
golpeando con fuerza el estrado.
Con ruidosa
emoción todos aplaudieron, n no entendía el confuso destino de ese misterioso
N.
Luego habló el
diminuto Elio Desert, no sin antes
conminar cariñosamente a su hermano para que no lo interrumpiera o inoportune.
Antes de hablar escondió los brazos en la espalda elegantemente, para no ceder
al uso retórico de movimientos, solo convencería con sus palabras y razones.
Era el mayor estudioso del tema de N, un monóculo pequeñito como él adornaba uno
de sus ojos:
«Yo tengo otra opinión, han testificado para eso los que habitan colonias
lejanas, otros en sueños han oído sus palabras anunciando que llega. Descreen
que esté en pedazos, N no es un niño juguete nacido de un embrión, sino que
será hecho de partes de diversos embriones defectuosos. Cuando N fue concebido
la meta-corporación lo eliminó, pero quedaron embriones defectuosos desechados
de la unión de M y L, esos embriones dieron lugar a varios niños juguete que
contienen entonces fragmentos incompletos de N, este está en varios niños juguete
o acaso en todos nosotros, un día sumando nuestras imperfecciones formaremos a
N, quizás no en forma humana sino en forma de una raza, muchos han peregrinado
buscando a esos portadores de los genes de N.»
Luego
siguió otro niño en traje militar, era miembro del grupo algo violento que Amaru detestaba:
El genoma de N no ha creado ningún niño-juguete, su genoma aún está partido
y en estado sintético y ha logrado embaucar a las máquinas de reproducción
artificial. Esas partes lentamente se buscan y viajan por las máquinas y los
mundos, así el genoma de N se va completado en abstracto en el subsuelo, en el
mismo núcleo de nuestro enemigo: el Thecnetos. Un día todas las partes se completarán
y nacerá un dios, nuestro salvador bajará al mundo y matará al vientre que le
dio vida, al Thecnetos y a los humanos. …y nos llevara a la vida eterna…
Así los discursos
y debates continuaron, logrando renovar el fervor de esos niños inofensivamente
subversivos, pronto acabaron los discursos y empezaron los juegos, pasaron al
mercado informal donde los niños intercambian cosas sin valor, cosas para sus disfraces
de adultos y juguetes viejos. Fácilmente la reunión degenero en juegos
pueriles. Y en accidentales emociones típicas de los niños. Así de
contradictoria era la dialéctica de su naturaleza.
Pero n no se
atrevió a jugar. Estaba todavía aterrado. Esto lo notaron Elio y Amaru, que se
acercaron.
—Compañero. Camarada…
acepte nuestra amistad, —dijo con un gesto de ceja muy refinado Elio Desert.
—No temas —dijo mandón
Amaru—, este tipo es así de raro por ser hijo de Thaumasios. Debes tener una pandilla y se hace así —dijo Amaru algo tosco y cogió la mano de n.
—¿Sabes lo que es la amistad?
—No —dijo n.
—Lo sabrás en el camino
—dijo bondadoso Elio. Amaru puso la mano de n sobre la suya y Elio sobre esta, luego tirando de la cuerda
atrajo a su desconectado hermano Enio
Desert que puso su mano sobre la de los demás. Este ni lo notó.
—Repite estas palabras
y serás de nuestra pandilla. Recuerda es para siempre.
n asintió con la
mirada.
—Repite —dijo Elio solemne— “entre amigos todas las cosas son en común”
Así n recitó en coro,
aunque con la voz más baja, ese sagrado y endeble juramento:
“Entre los amigos todas las cosas son en común”.
De lejos fvogelfit vio que n ya era parte de su pandilla, se emocionó de ver
que n ya tenía un grupo y lo dejó solo con ellos para que aprenda a confiar en los
demás. Más cosas pasaron esa noche y todas fueron del tipo “la primera vez” era
el juego de ser adultos, de ser guerreros, de ser Thaumasios o ser rebeldes. Avanzaban un paso a la madurez negada y
luego retrocedían a la ternura de la infancia, los roles adultos encontraban
ahí su versión infantil, viva y pura.
Fvogelfit
y n, supieron que ya era momento de partir, n estaba fascinado pero todo lo
vivido lo sobrepasaba, regresar les tomo unas horas, en el camino eran
despreciados por los humanos, atravesaron los foros donde diversas religiones más
extrañas aún que la suya se alzaban en irracionales rituales, hordas de
androides cimarrones vivían del delito y el robo, eran peligrosos, fvogelfit le enseñó a n como eludirlos, parejas
de guerreros y de sediciosos embriagados formaban ruidosas peleas por el camino
o sucios conatos sexuales, pero les confortó la reunión con sus hermanos, sus
ropas muy formales contrastaban con su pequeña estatura, antes de volver con Ayazx borraron los bigotes pintados y el
resto del embuste o vieja moda juvenil. Así llegaron n y fvogelfit, uno cojeando y otro animado al locus de metal de Ayazx,
se acurrucaron cerca de él como un par de perros, satisfechos de su pequeña
aventura, n antes de dormirse pensó en ese imposible N, salvador de su raza. Ayazx respiraba fornidamente. A pesar de
la desesperanza y la suciedad de sus emociones, sus facciones reflejaban aún la
belleza y virilidad de esa humanidad conquistadora del cosmos. A su lado otro
alto guerreo dormía, Petrock, era su
nuevo eromenoi, sería padre de n también
unos días y debería servirle hasta que Ayazx
se aburriera de él.
Pero este amante
de Ayazx era singular, Petrock tenía esa masculinidad serena de
los idealistas, que se unía a cierta actitud cerebral y cierto rigor puritano,
debajo de sus gestos siempre enérgicos y casi toscos de hombre que se siente
responsable del mundo y capaz de cambiarlo, había un espíritu algo ingenuo. El
hombre sano en toda su extensión, tan diferente a Ayazx al que introduciría a una nueva secta también subversiva. Eran
tan diferentes al verdadero padre de n. También los humanos quieren acabar con
el Thecnetos, aunque por otras razones y sus planes para cuando este muriese
eran peligrosos para los niños-juguete que ahora dormían a sus pies complacidos.
También los demás niños juguete
regresaron a sus hogares o a sus dueños a fingir amor por sus padres adoptivos,
como Amaru a los brazos de su padre Gnomon, solo un núcleo de huérfanos o de
niños desechados liderados por Elio Desert,
quedaban organizando un comité, y construyendo un utópico armamento de juguete.
Hay una muda complicidad entre todos, que incluía a los que aún estaban
prisioneros de los humanos o los que se llevaban a trabajar en zonas lejanas,
todos tenían ese sueño común a espaldas de sus amos.
Y también el juramento
de destruir al Thecnetos, que germinaba mortal en secreto en algún lugar de ese
mundo, y dentro de él, como un cáncer, también germinaba N.
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