Colaboración con Hans
Rothgiesser.
13,8 billones de años después del big bag y un
trillón de años antes.
—¿Los heréticos han ganado?
—preguntó Orson.
—No —respondió Anthonio—, no es por ellos que nuestro
dios está enfermo. Hay otro enemigo.
Los
tres caminaron lentamente hasta el altísimo altar. Su serena elegancia
conmovía. Cuando estuvieron a una distancia prudente, Anthonio, más alto que ambos militares que ya eran grandes, dejó de
caminar. Padre y Orson lo imitaron.
Ninguno de los tres dijo nada. Esperaron a que los sacerdotes principales que
discutía en voz baja en el altar los notaran. Ésa era la manera.
Por suerte, no se demoraron mucho. El sacerdote principal de la fe que
gobernaba esa ciudadela se quedó callado un momento y luego se volteó hacia Anthonio.
“Dígame, diacono Anthonio”, habló en una voz muy débil,
propia de un hombre de su edad. “¿Es este el soldado que mencionaste? ¿El que
hablo con el abiótico?”
“Teniente, señor”, se
presentó el mencionado con un saludo militar. Estaba emocionado de por fin
servir directamente al Sacerdote, sin tener que tratar con el incompetente de
Orson como intermediario ni con el siniestro Anthonio. Este, a su vez, se dio cuenta de que estaba siendo
desplazado. No obstante, antes de que pueda decir algo, el anciano comenzó a
hablar. A Padre eso le pareció bueno.
“A lo mejor ya le hayan informado de nuestra situación, pero
de todas maneras deseo repasarla con usted, por si tiene alguna sugerencia al
plan que hemos trazado. Usted será el responsable de ejecutarlo. Eso quiere
decir, teniente, que el destino de nuestro dios estará en sus manos. Es la
primera vez en la larga evolución de su vida eterna que esta depende de uno de
sus hijos. Aunque siempre dependió de todos y cada uno. Es en el fondo un dios
frágil. De usted dependerá que el futuro sea nuestro o de esas abominaciones
tras-naturalistas, que le han declarado la guerra”
Padre tuvo en ese momento sentimientos encontrados. Por un lado,
se sentía nervioso, por otro emocionado. De todas maneras, sabía que esto era
algo bueno. Pero también tenía una teoría, “ellos” los otros no eran seres
vivos realmente, no eran unas formas de vida más evolucionadas sino algo
diferente, quizás la vida (el dios) no era lo mejor que había evolucionado en
el universo. Quizás la vida era como un eslabón perdido entre la materia y la
conciencia cósmica, y ellos… Pero lo rodeaba lo sagrado. Y cometía un pecado al
dudar de sus convicciones por la que había peleado todos los días de su vida. Pero
también estaba su hijo…
“Sabemos que pedimos de Ud. más de lo que deberíamos —dijo el
anciano sacerdote a Padre—. Pero debe entender, hijo, que tú eres soldado en
una guerra que está durando ya muchas generaciones. Y que la vida es más
importarte que nosotros, los seres vivos. Que la única utilidad de que respires
o mueras es para dar vida eterna a la molécula germinal, nosotros somos la
rueda que hace avanzar ese linaje infinito que es la vida, el dios.
Padre sintió que cometía en secreto el pecado más grave.
Sentía que su abstracto hijo era más importante que aquel abstracto linaje. Y
eso era una prueba más de que el dios moría.
Anthonio lo miró con frialdad adivinando sus dudas.
—Todos los grandes
héroes han sido perdidos. Ya no tenemos gente en quién confiar. Oficiales como tú, ya casi no quedan. Así que
es con mucha pena que te pedimos lo que estamos por pedirte, te pedimos que
mueras por nuestra fe.
Esto sonaba cada vez más como una misión suicida, pensó Padre.
Pero no le preocupó. Si su muerte significaba la victoria definitiva de la vida
sobre ese nuevo enemigo, no habría nada que lamentar… pero y ¿si estaban
equivocados?
“Como quizás sepas, los
heréticos están a perdiendo esta guerra, su obsesión con el incesto, incluso
entre gemelos, su tolerancia con la otra especie nefanda los va pudriendo
genéticamente. Algunos opinan que deberíamos esperar solo 7 generaciones para
vivir en armonía una vez los hallamos matado a todos. Pero hay razones para
creer que hay otro enemigo aún más peligroso. Entre estos herejes tenemos
algunos informantes que nos han permitido acceder a inteligencia vital sobre
ese nuevo y misterioso enemigo.
—¿El hombre que fusilé?
—Sí.
—El hombre que fusilaron
no era un traidor sino un contra-espía.
—Tuvimos que fusilarlo
para que los herejes no sepan del otro enemigo y se cuiden de él.
—¿Quiénes son esos
otros?
—Al parecer Ud. interrogó
a uno de ellos, lo llamaremos trans-humano. Nadie
sabe de qué región del planeta vienen o si acaso son una especie
extraterrestre. Ya ha habido varios viajes de exploración en su búsqueda. Todos
infructuosos.
Padre supo que estaban
equivocados.
—Varios síntomas en la
enfermedad del dios nos han alertado que son una civilización que construyó un
arma anti-biológica final.
El sacerdote lo acercó al dramático altar que tenía algo de
gruta milenaria, en sus alturas había una de las imágenes más sagradas y tabú
del dios, solo las personas más poderosas o los moribundos podían verlo.
Divulgar su estructura o explicarla era castigado con la muerte y precedida de
una legendaria tortura.
Padre alzo los ojos y contemplo reverente la fórmula de la vida, el cuerpo
lógico-matemático del dios.
∀x = ((Rx ^ Ox) →Vx)
—Esa es la imagen del
dios, sus partes y su estructura. No está claro cuál es la parte que atacan los
trans-humanos. Envilecer una parte de esta fórmula es matar la vida.
—¿Que significa X, R o
V? entiendo que la formula dice que, para todo fenómeno x, si x tiene la
característica r y además la característica o, entonces x es el dios.
Destruyendo R o O los otros pueden acabar con la vida. Pero ¿qué es O o R?
—Aún no puede saberlo.
Quizás nunca debas saberlo. No se sabe cómo eso está matando el centro mismo de
nuestro dios, esperamos su vejez y desaparición próxima, somos ahora como las
células con vida de un cuerpo que acaba de morir —agregó un anciano más pequeño
y viejo, retraído a un éxtasis místico perpetuo.
—Quizás la vida continúe
en ellos.
—No. —Explico erudito Anthonio— Al parecer ellos no son vida
realmente. Son artefactos bioquímicos, no entendemos cómo funcionan. Sabemos
que Ud. ha visto uno. Por eso iremos a su mundo y averiguaremos la cura para el
dios. Primero han de averiguar cuál es el arma que diseñaron, que parte de la
formula atacan y si hay una cura.
—“¿Qué tanto sabe usted
de genética?”, —preguntó otro de los tres sacerdotes, con un aspecto tan
delicado que parecía una vieja enferma. Padre negó con la cabeza. Ante esto los
otros dos ancianos se quedaron preocupados. Anthonio
tuvo que salir a su defensa.
“¿Qué tan necesario es
que sepa de la siencia? Lo que
necesitamos es alguien que sepa algo de los tras-humanos. Y de eso el teniente
sabe más que nosotros” yo me encargaré del pecado.
—“Mucho me temo que no
es tan simple, Diacono Anthonio”, —la
voz del Sumo Sacerdote era muy tranquila y relajante. No obstante, claramente
estaba hablando de asuntos terribles.
—“Antes de que vuele
todo en pedazos necesitamos que se asegure de que está destruyendo las
instalaciones adecuadas. Esto es demasiado crítico como para no estar seguros
porque es mortal esa arma.
—Sabemos por la doctrina
natural que esa fórmula no habla de genes sino trasciende a ellos” —refutó
delicadamente Anthonio— “Yo lo
averiguaré, he estudiado el pecado de la siensia
y usare su mala magia contra sí misma”, —dijo.
Los dos ancianos levantaron las cejas en sorpresa, mientras el otro místico
seguía rezando como un esquizofrénico:
…5'-AAA GTC TGA CAG TCG
TGT TCT GAC AGT CGT GCT GCT GTG AGT TCT GAC AGT CGT GAA GTT-3¨…
Sus ojos vueltos en blanco dibujaban un desagradable gesto femenino, que
hacía eco en el sobrecargado hábito, aderezado de vulgares lujos y en unas uñas
larguísimas y pintadas.
Orson lo observó si comprender lo que pasaba.
—“Hijo. ¿Está usted
consciente de que esta es una misión sin retorno?” —preguntó el Sumo Sacerdote.
Padre no pudo dejar de notar la ironía de que a él nadie le haya advertido al
respecto.
—Lo sé —respondió Anthonio—, y entiendo la seriedad del
asunto. Si no encontramos el antídoto,
la vida llegará a su fin”
Padre notó que Anthonio se ponía
nervioso. Y no era para menos. El conocimiento que utilizaba el enemigo era muy
avanzado. Se necesitaba un tipo especial de ser humano para entenderlo. Uno que
era preparado desde pequeño. La única institución que aún mantenía la
suficiente información como para poder captar niños desde temprana edad para
esa vida era la Santa doctrina del dios. Toda la obra censurada de lo que una
vez se llamó siensia era almacena y
estudiada por estos fervorosos hombres. Anthonio
pertenecía a esa orden que había estado de cerca de esas herejías como el
inquisidor está cerca del diablo.
—“Los detalles de la
misión serán resueltos por el capitán Orson”, continuó hablando el Sumo
Sacerdote. “Esta misión tiene la más alta prioridad, pero debe mantenerse en el
más estricto de los secretos. Sabemos que los transhumanos, de existir, tienen
espías entre nosotros”
Anthonio disimulo
una imperceptible incomodidad.
Padre frunció el ceño y se volteó hacia Orson. Nunca había
pensado en eso. Como el buen soldado que era, jamás había pensado en esa posibilidad.
No obstante, ahora que lo pensaba, encontraba que tenía sentido.
—“Cómo es posible que
hayan estado invisibles es algo que no puedo comprender”, comentó el anciano de
voz aflautada y mirada femenina. “¡Le dedicamos tantos recursos a entender a
los heréticos y ahora los trans-humanos! ¿Cómo es posible que tengan espías
entre nosotros y no lo sepamos?” —dijo con cierta histeria sobreactuada.
—“Ése no es el
problema”, respondió Padre. “El problema no es su invisibilidad sino su
superioridad”
Un
escándalo removió los castos corazones de los tres sacerdotes.
—“Que es solo
tecnológica” —comentó el anciano místico y de ojos nebulosos, dejando sus oraciones,
pero sin mirarlos.
—“De hecho, no es solo
tecnología. Es otra forma de pensar que parece alguna vez nosotros también
tuvimos y que hemos ido perdiendo. Ellos parecen ser lo suficientemente
inteligentes como para explorar mejores formas de entender el mundo, tienen otra
epistemología”, comentó Padre, algo que llaman conocimiento. “Nosotros, en
cambio, le dimos importancia a otras cosas”
—No sea hereje— susurró temblorosa
la voz cobarde de Orson.
—El conocimiento, no
existe —dijo Anthonio toscamente—,
solo es una ilusión, pero estratégicamente combatiremos el fuego con más fuego”
es decir con siensia y después
apagaremos ambos y esta vez para siempre, el “conocimiento” solo es una suposición
útil transitoriamente. Acabada su utilidad solo quedan palabras huecas. Como
sea, físicamente son humanos, los espías que ellos tienen entre nosotros también,
convertidos…— agregó Anthonio que
empezaba verter su veneno en forma de sospechas sobre Padre.
Padre entendió la amenaza, lo pensó unos segundos y después se sintió
obligado a intervenir. Lo mandaban a morir, es más a ya no conocer a su hijo.
—“no podemos entenderlos,
pero el prisionero parecía entendernos a nosotros a la perfección”, —dijo.
Todos lo miraron
detestándolo.