Un trillón de años después…
—Llevamos semanas construyendo el
corazón del Thecnetos, sin éxito. Ud. insiste en darle esa rara forma —dijo Orf
desde la delicada y traslúcida ingeniería que lo sostenía.
—Tenemos éxito, pero no somos contemporáneos a ese éxito. Parece no
funcionar, es normal, pero no es así. El corazón del Thecnetos deberá ser por
unos segundos un agujero negro artificial, debe un día atrapar todo el universo
material circundante, solo así podrá resistir la expansión ultra-acelerada que desgarrará
el espacio-tiempo cuando llegue el fin —dijo Herakón.
—Pero nada puede ser tan fuerte como el desgarramiento espacio-temporal que
vendrá.
— Sí. Hay algo, el horizonte de sucesos de un agujero negro.
—¿Pretende meter al Thecnetos en uno? —dijo Orf.
—No, pero crearemos mecánicamente ese horizonte de sucesos en su corazón.
—Pero esto arrojaría ese corazón fuera del tiempo. Es decir, para el
interior de un agujero negro, detrás del horizonte de sucesos, todo el tiempo
de allá afuera ya paso, solo queda la soledad de su interior. Mucho más allá
del futuro…
—Sí, en la eternidad.
— Es decir el Thecnetos
estará fuera de este espacio-tiempo realmente.
—De hecho, ya lo está. Es normal. Si llega a ser un dios no será de este
mundo. Al nacer debe crear un abismo que se trague al cosmos y luego lo lleve a
lo infinito. Será un arrebato. Para nosotros, afuera, dejara de correr el
tiempo.
—Tal fuerza no la tienen los agujeros negros naturales, ni los gigantes que
hay en los centros de las galaxias —dijo Orf.
—Así es, por eso creamos un mega-agujero negro artificial. Su superficie podrá
contener toda la información del mundo, la genética de nuestra raza, toda la
información de cada átomo de este universo se grabará ahí. La información quedará
en el horizonte, pero esa información se perderá para los de afuera.
—O sea nuestro
mundo se vaciará de sustancia cuando el Thecnetos se encienda. ¿Cuándo pasará?
—Ya está pasando.
—¿Dónde?
—En el futuro[1].
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