Un trillón de años después…
Como
parte de su educación Ayazx le había
hecho leer a n una leyenda. En ella un perro llamado allqu era abandonado por su dueño, luego de años de maltrato allqu era rescatado por unos niños, y estos
le dieron cariño y cuidados, en su nueva familia el perro sanó y encontró
felicidad y desarrollo cierta belleza a pesar de su humilde raza. Los niños lo
querían mucho y este a ellos, pero con el tiempo, en su oscura inteligencia de perro,
allqu entendió que no podía amarlos
completamente. Un día el perro desapreció. Los niños lo buscaron muchos días y
creyeron que había muerto en alguna remota pelea, pero descubrieron al final que
este había vuelto con su viejo amo y se veía feo y triste otra vez.
Ahí acababa el desabrido cuento.
—No
entiendo —dijo n a Ayazx.
—Que
se puede esperar de un idiota. Vuelve a leer hasta que lo entiendas.
—El
amor es la búsqueda del bien del otro no su mal. Ese amo no amaba al perro. Y
este no debía querer a quien lo odiaba.
—Nada
sabes del amor de los adultos, amor es lo que es, no lo que deseas que sea —dijo
Ayazx recordando.
—Dicen
amor cuando deberían decir odio.
—Odio
y amor son lo mismo, cuesta diferenciarlos, incluso los crímenes movidos por el
odio solo ocurren en relaciones sentimentales, son crímenes de amor... El amor
es un fenómeno natural, y la naturaleza es cruel —dijo Ayazx.
Y así otra vez n leyó el absurdo relato. Su
mente se esforzó en hallar su sentido para liberarse de la tarea, y para
alcanzar la aprobación de su padre. O en inventarlo, pero no debía hacerlo,
pensó, el pensamiento no era para mentir sino para hallar la verdad. Y nada era
verdadero en ese mito.
—¿Ya
entendiste?
—¿Por
qué ese perro fue tan poco agradecido con los niños?
—No
has entendido. Asno. Cosa. Estúdialo otra vez, cien veces si eso es lo que hace
falta, no dormirás hasta que lo logres —dijo Ayazx.
Acaso era más útil mentir a su padre,
pero no, él quería ser sincero con él y no empañar su relación con mentiras. El
amor solo podía nacer de la verdad. Y no renunciaba al sueño de que surgiera
entre ambos. Así Ayazx envejecería
junto a él y lo cuidaría, cerraría sus ojos de anciano como último fervor de
hijo. Pero él no era su padre, como todo niño juguete sabía que ese no era su
progenitor. Aunque no era humano sus genes tenían que haber venido de un ser
humano, una persona particular. Acaso este vivía. Presentía a ese progenitor
abstracto en su corazón. Pero ahora estaba delante de Ayazx, si tan solo le diera una pista, una pauta, pero Ayazx no le dio explicaciones de cómo
debía interpretarse la fábula, o de cómo aprender a quererlo, y se lo hizo leer
una y otra vez toda la madrugada hasta que n desvelado y angustiado se desvaneció,
ya incapaz de sostenerse o de obedecer.
Ayazx cansado y
algo arrepentido de mortificar a n lo dejo dormir sobre su tarea mal realizada.
Una vez más n lo decepcionaba profundamente y le dolió. Solo nos decepciona así
lo que queremos.
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