viernes, 12 de abril de 2024

81 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Una galaxia desaparece.

 



 

Los rebeldes se apoderaron del Castillo de Metal, los niños juguete se alegraron de la muerte de su enemigo secreto: el Thecnetos, a manos de su otro enemigo, los adultos. Pero no de N, esto los decepcionó, pero pensaron que de todos modos era un resultado positivo, no sabían cuánto se equivocaban. El Gnomon, ambicionaba ver las tecnologías de los Thaumasios, las exploró con otros técnicos ambulantes, eran tecnologías que no sospechaban, el ingenio humano llevado al infinito, sin duda los Thaumasios eran genios y ellos una raza inferior que los había matado, le hechizaron. Aún con cadáveres repartidos en escaleras y pisos, jugó con las máquinas. Incluso las más simples, era una lección de belleza y elegante inteligencia, cada una de ellas se derivaba de la teoría de L y heredaba de ella, su silenciosa perfección. Gnomon se concentró en el telescopio cuántico, este usaba la red del telégrafo cuántico para ver lugares muy remotos en tiempo real, y con asombrosa nitidez. Se sobrecogió, pues un telescopio normal solo ve el pasado, recoge la luz que ha tardado en llegar millones o billones de años a sus lentes, pero este telescopio aprovechaba la simultaneidad cuántica, el perturbador principio de entrelazamiento de dos partículas separadas hasta el vértigo, pero implacablemente simultaneas, absurdamente sincrónicas, y podía ver qué pasaba en ese momento en otros lados del cosmos, en tiempo real. Esa simultaneidad hacia al universo uno, pero esa unidad se rompería pronto y el gnomon podría verlo por ese telescopio.

El Gnomon y su inquieto ayudante amaru, su propio niño-juguete, uno que Diomedes le había vendido en lo remoto, miraron por él una diversidad increíble de galaxias, la mayoría era como restos de incendios ya apagados, pues pocas estrellas aún estaban encendidas, solo los iluminaba radiación proveniente de viejos agujeros negros, ya en estado de evaporación o de otras cosas raras que no se ven en universos jóvenes. Pasaron toda la noche dibujándolas torpemente en unos cuadernos de dibujo hasta que cansados y contentos se durmieron.



—Mañana continuaremos dibujando nuestro mapa —dijo el Gnomon a su hijo amaru.

Ambos durmieron abrazados al pie del telescopio cuántico.

Al despertar el Gnomon, se enteró de que Abismo ya se había hecho con el poder, había dado unas órdenes extrañas, pero permitía a su gremio de tecnólogos empíricos usar el Castillo de Metal y sus tecnologías. Luego miró al telescopio. Bajo él, diminuto, su hijo temblaba, este había despertado mucho antes. No era normal, amaru siempre había sido un niño muy valiente y fuerte.

Cuidadoso tomo el cuaderno de dibujos de sus manos heladas, su hijo había tachado algunas galaxias, no lo resondró. Pero debía educarlo en ser meticuloso.

—¿Qué pasó, hijo? —le dijo.

—Hay galaxias que ya no están.

—Es imposible, la muerte de una galaxia puede demorar millones de años… Déjame ver.

Al registrar el cielo lejano, vio todo con normalidad, pero sus dibujos del día anterior contenían cosas que ya no estaban.

Acaso el frenesí de la pelea los había hecho imaginarlas, pero algo pesó y golpeó al Gnomon en su interior.

—Abraza a tu padre —dijo a su hijo.

Este se aferró a sus manos buscando protección. Con un brazo rodeó a su helado hijo y se concentró en una galaxia muy pequeña al borde del campo de visión.

La miró todo un minuto… y vio aterrado, como está, muy lentamente desaparecía.

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