Un trillón de trillones de años después…
L, o Herakón dentro de L, empezó
el plan. Lo primero y más difícil fue dejar morir a M, ahora no debía ser
difícil matar a los demás. No se vería una matanza, nada cambiaría, la
humanidad en el Thecnetos solo eran símbolos, información, anti-entropía en su
forma más abstracta, nada vivo dejaría de respirar. Y, sin embargo, L recorrió
la pululante multitud simbólica de seres humanos que dormían en el Thecnetos, cuyo
total conformaba la vida misma y sintió que esos millones de almas abstractas
le hablaban y maldecían. Pero no debía ser irracional, ahora podía, en el
último planeta, cumplir su deseo y purificar al universo de aquellos parásitos
que lo infectaban: los humanos. Solo eran información, ni siquiera células o
moléculas, solo códigos en la máquina, pero le dolía hacerlo, aún era L en parte.
La vida estaba ahora en su estado más puro, sin cuerpo, sin tamaño, sin órganos
ni mente, solo información, negentropía, orden termodinámico. Eso era, debajo
de sus miles de formas, la vida. ¿Por qué dudaba? Vida es orden y estructura,
todo lo bello es así, por eso no seduce y conmueve, es difícil matar lo hermoso
por ser una expresión de la vida. Y lo abstracto también tiene belleza que
seduce. Pero era una belleza helada como la de Eme.
¿Mañana ya no hubiera humanos? Se preguntaba
y un llanto lo castigaba. Pero debía dominarse. Su metamorfosis lo requería.
Sin el espejismo del amor, este mundo era más verdadero, pero perdía también
sentido.
En las entrañas del Thecnetos, al centro de
un planeta único y minúsculo, rodeado de una eternidad vacía, la vida misma se
miraba a sí misma considerando el suicidio. Sería una muerte simbólica, en la
realidad material nada cambiaría, sí, pero si había algo de valor en ese mundo
era la humanidad abstracta que desaparecería. Como evidencia de lo intrascendente
que es la realidad y que lo verdaderamente importante ocurre en lo
abstracto.
Todo ese orden se convertiría en energía
vacía, no habría vuelta atrás.
Para ya no dudar, decidió ver a Eme
en toda su maldad, en la máquina del pasado y así despertar de esa mentira que
era la compasión.
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