domingo, 10 de marzo de 2024

77 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICALES: Muerte De La Meta corporación

 



Un trillón de trillones de años después…

¿Por qué una población que aguanto milenios los peores abusos se revela? ¿Por qué si ayer se sometía ahora, más débil que nunca, se levantaba? Ambas cosas, aguantar o revelarse, las hace por la misma razón: la vida. Hace ambas cosas para no perderla. Un día antes que el thecnetos despertara anonade el universo, los seres humanos se levantaron contar él.  Una explosión remeció el cosmos, las bellas instalaciones del Thecnetos en construcción empezaron a volar en pedazos, los rebeldes eran numerosos, pero principalmente del ejército invisible de Abismo, también caóticos gremios se habían unido, entre los que se hallaba Ayazx y Petrock. Una vez reducida a cenizas la ciudad de Amil-Urep, invadieron el alto Castillo de Metal y mataron a todos los funcionarios, técnicos y asistentes a su paso. Ese pequeño universo se encendió de colores y luces consumiéndose, micro big-bangs, destruían, suicidas, todos los mundos que conectaban remotamente con el Castillo de Metal y le servían, ráfagas de nada y de vacío despedazaron los sistemas poblados por los zombies eakantokeinos, huecos en el tiempo, creados por bombas cuyos engranajes incluían raras formas del ser, abrían abismos en los planetas artificiales desde donde se enviaba energía a Amil/Urep.

Los soldados del ejército invisible se descubrieron el rostro por primera vez, y en atronadoras naves llevaron a las 4 direcciones del espacio-tiempo armas relativistas que detonaban ondas poderosas que llevaban a la vejez y a la ruina entrópica a todo lo que su mortal luz tocaba. Esas armas básicamente canalizaban la entropía cada vez más abundante del cosmos, que se devoraba a sí mismo. Morían los Thaumasios, los funcionarios eran degollados, incluso los que habían apoyado el ataque secreto. Eran traidores y no serían útiles a la última generación, había dicho Abismo. Solo los guerreros bestiales, que ahí servían, se unieron a la revuelta desnudándose de sus trajes de hierro, dejando ver su impresionante desnudez de carnes toscas y poderosas.

¡No ven que están matando la posteridad! ¡A la humanidad del futuro!  —gritó de horror el Thaumasios Orf pálido y enredado en su cablería, su pequeña corte de sirvientes había muerto al tratar de esconderse y yacía a su alrededor.

—No existirá otra vida a parte de la nuestra. Ni existirá su vida aparte de la mía —dijo indolente Ayazx y lo golpeó con un trozo de metal hasta que este quedo hecho una masa sanguinolenta y blanca, contenida por el elegante traje y los apéndices mecánicos que los traspasaban. Ayazx llevaba a su lado a n, su hijo artificial, que aterrado, observaba la sórdida carnicería. Para este momento lo había entrenado, Petrock también llevaba a fvogelfit, también nervioso, pero repetía en miniatura el entusiasmo de su rudo padre por la pelea. Ayazx se avergonzó nuevamente de su torpe hijo, pero no declinaba en la convicción de formarlo y convertirlo en un guerrero. Tenerle paciencia era ahora su forma de pedirle perdón.

Hordas de hombres y máquinas entraron al Castillo de Metal destruyendo a todos en la meta-corporación. Así como miles de sombras entraban a los pedazos de universo que aún se mantenían juntos, disolviéndolos. La muerte térmica del cosmos se aceleraba con estas carnicerías.

Uno a uno los Thaumasios fueron identificados y despedazados. Arrebatados de sus sofisticadas tecnologías, se movían agonizantes como gusanos blancos arrancados de sus pupas. A veces solo el contacto con el aire común los mataba desprotegidos de sus sistemas de mantenimiento. 

Los Zombies Eakantokeinos que se guarnecían en sus remotos planetas, fueron muertos por máquinas conscientes que habían cobrado deseo de seguir viviendo y dejar de ser esclavas, la trans-meta-corporación se disolvía en sus átomos más elementales: los hombres simples e individuales sin organizarse más que en pequeños grupos, como en los lejanos días prehistóricos. La rebelión oscura usó las armas de micro big bang para destruir sistemas completos de poder, instalaciones donde la trans-meta-corporación administraba desde lejos la construcción del Thecnetos, no les importaba matar a los miles de esclavos y rebeldes que también ahí vivían.

Nadie sabía dónde estaba realmente el Thecnetos, pero era lógico que el Castillo de Metal era un centro importante de su fabricación o al menos de diseño, pues ahí se hallaba la mente de L, crucial para su construcción.

Rodeando esa masacre, que para el cosmos era nada, algunas de los trillones de galaxias empezaron a desaparecer, la guerra de los hombres contra el Thecnetos era minúscula comparada con la guerra de la entropía contra el ser, una guerra que empezó con el mismo parto de cosmos, y que frenó de algún modo la vida, pero que solo podía ganar la entropía al final.

En sus bunquers, algunos antiguos dueños de la metacorporación resistían. Los rebeldes del ejército invisible encendieron una rara arma, prohibida incluso por la meta-corporación, crearon un sol mortal. En sus proximidades, la física de este sol artificial y efímero lo llevaba a emitir terribles formas de radiación, no las mortales naturales, sino nuevas y miles de veces más destructivas, creadas artificialmente por el ingenio humano, fértil siempre a la muerte.

Estos soles duraban segundos, pero se encendieron por todo el cosmos, casi en desorden, asolando el esqueleto final de la trasn-meta-corporación. Ese y otros miles de soles artificiales acababan su vida muy pronto, lanzando a su alrededor ondas y chorros de micro partículas, tan extrañas como mortales. Dejando las caras de los planetas u objetos que iluminaba su brillo, completamente inertes.

Su luz oscura era muerte y cayó sobre toda materia habitada o desierta, secándola y desordenándola subatómicamente. Galaxias bullentes de vida y otras completamente vacías de vida orgánica o mecánica ahora eran iguales.

Algunos zombies eakatokeinos dada su superioridad técnica y su remota ubicación, podrían salvarse, pero muerto el Thecnetos no tenían razón de ser su resistencia. Elegantemente se suicidaron. Más que nada por desprecio de sus enemigos, los rebeldes, que se encontrarían una vez triunfantes con la nada. Aún más invencible que sus antiguos enemigos.

El ejército invisible comandado por Abismo se encargó de que los sagrados últimos Thaumasios fueran colgados y asesinados. Las instalaciones del Thecnetos desmanteladas e incendiadas. 

Ayazx fue uno de los miles de soldados que buscaron a Herakón, lo halló entre máquinas de pie, miraba incrédulo la nada, como si su mente se hubiera ido ya, miraba las cosas como un recién nacido. Era obvio que se había narcotizado para morir o había perdido la razón. Dada su vejez y alto grado de artificialidad, esta muerte demoraría días. Ayazx, arrancó una especie de tapa de vidrio plástico que lo recubría, y saco con tosquedad el cuerpo casi frío de Herakón de su negro traje. Este cayó inerte despegándose de algunos de los múltiples cables. Luego de ello Ayazx arrancó con sus fuertes brazos los aparatos y cablería de su sistema de sustento, el Thaumasios lo miraba impotente e incomprensivo de lo que pasaba.

Ayazx se preparó para despedazar el resto delante de su traumatizado hijo n, que gritaba de horror ante tal acto de bestialidad. Una vez lo había admirado. Pero nada da más placer al sádico que matar lo que le es superior. Sin el cableado, el cuerpo de Herakón se terminó de enfriar y tembló al sentir el aire helado por primera vez en miles de años. Entonces Ayazx le dio un tosco golpe con la barra de metal, tantas veces como innecesarias, al primero ya había muerto. Sus ojos vacíos y artificiales se apagaron. De su viejo cadáver no brotó ninguna sangre y solo un par de grados centígrados de temperatura diferenció su cuerpo muerto del vivo, n sintió una terrible misericordia por el anciano, como no había sentido por ninguna de las demás víctimas de este genocidio. Pero algo familiar sintió al verlo, pero solo por un segundo.

       A Ayazx le decepcionó que matar a Herakón resultara tan fácil, este no despertó mientras era despedazado. A los pies de la turba de guerreros y ciudadanos: ya helado de muerte quedo el cuerpo del Thaumasios, acaso había empezado a suicidarse como muchos otros, n vio con su ahora único ojo útil las agrietadas facciones del Thaumasios y le pareció confusamente familiar. Tuvo un lejano sentimiento de reconocer a alguien. Pero calló.

Estas y más escenas de espanto ocurrieron en el Castillo de Metal y en todos los sistemas del universo. Pero, los más lejanos ya habían perdido contacto con el nuestro, tal había sido la expansión y fractura del universo, que esta región ya estaba aislada de las demás, la velocidad con que se separan las galaxias era ahora mayor que la de la luz. O sea que el universo una vez uno, se desgranaba en grandes trozos de cosmos aislados uno del otro.

Acabada la hecatombe, la última humanidad se sentó a descasar. A todos dieron muerte para poder acabar de tener para sí su última vida en el mundo. Nadie puede entender la increíble soledad que siente un ejército una vez que ha desaparecido por completo a su enemigo, ya sin la razón y el motor que movía su vida. Cuando un enemigo muere, muere también la mitad de lo que somos. Y sin uno de sus lados, la moneda ya no se halla a sí misma y pierde su valor.

Fue como si una colmena de hormigas obreras atacara a su reina solo para luego errar caóticamente por un nuevo mundo sin sentido. Ahora eran esclavos sin amos, no hombres libres. Por ello solo los amos pueden matar los amos sin perderse.

Un estallido de júbilo precedió al estupor de vivir sin un futuro. La última humanidad se adueñó del mundo y de su última vida. Y ya no supo qué hacer.

Las civilizaciones que aún sobrevivían se unieron a mirar el borde del abismo que estaba delante de todas ellas y que los devoraría[1]. No era el Thecnetos era mismo el universo que se los comería pronto.

       Así murió la tras-meta-corporación y murió el Thecnetos ante de ser.



[1] Algunos pensaran que esté presente es incoherente con el futuro que ya conocen, pero el futuro depende del pasado y no al revés, ya se ha dicho también que este texto no es necesariamente congruente con los otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario