jueves, 7 de marzo de 2024

62 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Desapariciones

 


 

—Morte. Fuente de vida. Nacer. Hombres, es, morir. —Murmuraba en solitario Dag.

       Mientras eracom se perdía en Eme. En secreto desaparecieron por la oscura ciudad cientos de miembros de la secta de la memoria. De modo imperceptible y aparentemente pacífico, dejó de verse a Ajel, a Eran, a Dag, a Diante, a Willes y a tantos otros cuya historia no cabe contar acá, pero cuyo complejo destino aportó a su modo, en determinar el preciso futuro que se construía sobre la base de su unánime existencia. Siempre había desparecido de tiempo en tiempo alguno, pero ahora asombraba la falta de tantos en tan poco tiempo. El dios estaba más fuerte y empezaba a devorar hombres.

       En las profundidades de la ciudadela del dogma dominada por Anthonio, al centro geométrico de Limma, ya prisioneros, fueron ejecutados, muy pocos fueron conservados para hacer averiguaciones. Además, parecían inútiles, el dios se recuperaba, se violentaba, haciendo dudar de su acaso su naturaleza no era divina, sino más bien demoniaca, pero, en resumidas cuentas, seguía muriendo. Anthonio necesitaba saber sobre todo donde se hallaba el arma final que estaba matando al dios y creyó descubrirlo: era la otra especie. Siglos atrás, cuando fueron dueñas de la reproducción, ellas decidían como sería la humanidad, pues decidían quién se reproducía y quién no, esa tiranía había envilecido a la raza humana, pues elegían siempre lo peor. Si era así, ahora debía buscar a ese para un trabajo importante. Quizás no debía matarlo antes de usarlo, era uno de esos buscadores de memoria y podía hacer cosas raras que los sacerdotes no.

—Ser vivo. Ser útil. El fin es. Ser útil. Yo ser vivo. Hasta hoy —seguía balbuceando la tosca máquina ya a solas, camino a cualquier parte.

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