13,8 billones de años después del inicio del universo…
Si no servía debía morir. Así que la vida quitó de eracom todo deseo vivir, comer o beber. Mataba así el dios a su
peor enemigo: Lo estéril. Postrado en espera del fin arrancó de su brazo las
pilas de sustentación ya vacías. La vida, el dios, ordenaba total
autodestrucción. Los seres vivos son máquinas con un fin, llevar al dios de la
vida a la eternidad y a la perfección, el amor era solo uno de sus métodos, eracom
era ahora una máquina inútil, debía autodestruirse y reciclarse, ella misma
estaba programada para hacerlo. Y ya había empezado.
Ya encaminado en ese final. Contra toda lógica, apareció Eme y sus ojos parecían llenos de
compasión sincera.
—Solo te dije que te
vayas, no que mueras.
—Es exactamente lo mismo
—dijo eracom con lucidez y mirándolo
con infinito amor.
—¿Realmente sientes esto
por mí? —dijo Eme incrédulo, pero con
el corazón desesperado de que la respuesta fuera que sí.
—Me han dicho que no te llamas Eme ¿Cuál es tu verdadero nombre?
—(...) Dijo Eme.
—¿Por qué te hiciste llamar Eme?
—Escuche una vez que
mencionabas ese nombre dormido.
eracom deseo su calor y quiso acercarse, tomarle la mano, pero Eme lo rechazó de nuevo. Eme recogió las pilas arrancadas, era un
desperdicio, y caminaron juntos por esos mundos de horror subterráneo. Una
compasión parecida al amor se despertó débilmente en Eme.
Cuando eracom pidió de
nuevo la mano a Eme este gritó cruel.
—¿Así de superficial es el
hombre nuevo? ¿El enemigo de dios y mejor que él?
eracom se avergonzó. De reojo Eme observo a su víctima. Solo
salvada para prolongar el castigo.
—Déjame solo —le dijo— no me tocarás nunca más.
eracom en la oscuridad fue
mordido por la frustración. Pero la vida lo empujó y acarició el cuerpo frío de Eme
que empezó a respirar agitado al contacto, fue atrapado por ese fugaz deseo de
quererlo y ser querido, pero se incorporó.
—No me verás más. Resígnate.
Se levantó y salió
enojado por la frivolidad de ese falso enamorado y se enrumbo al Jardín Extraño,
eracom lo siguió instintivamente en silencio.
—Te daré mi vida si consientes, solo una vez, por
última vez, en que coja tu mano —dijo como un adicto.
Dispuesto a sacarse un ojo por lo que necesitaba.
Eme quedó estupefacto, demolido por tanta desesperación, y aceptó. Luego
sintió el alivio de la vida en él. Y entregó no solo su mano, sino toda su
vida, que era de forma concreta, su carne, su cuerpo entero. Nada más tenía, ya
lo sabía. Como el animal saciado de una angustiosa sed, Eme miró la descompuesta mirada de aquel joven y se compadeció de
su tristeza, de su enajenación, se sabía responsable de ella.
—Porque sufres tanto. Eres un adulto, ¿por qué reaccionas como un niño?
—Y tú. ¿Por qué volviste si no vas a salvarme? Eres como el que se acerca
al suicida, pero no para impedir que salte sino para que no termine ese dolor
que lo llevó al borde del abismo
—Acaso estás pagando una culpa y yo soy tu merecido castigo.
—No he hecho nada malo en toda mi vida.
—Quizás no lo recuerdas, tú mismo dices que no sabes quién eras antes, si
no lo hiciste en el pasado lo hiciste en el futuro… esta es una suerte de
retrodicción moral. ¿Por qué no me olvidas? Yo no nací para ti, ni tú para mí.
Es una viciosa obsesión, ni siquiera es amor.
Que su profundo sentimiento no fuese
considerado amor fue lo que más le dolió a eracom.
—No puedo.
Si hubiera un método para olvidarte lo haría sin dudas. Pero no existe tal
método como no existe uno para dejar de sentir sed o hambre. Y no puedo pensar
en nadie más, mi amor es como una lente cóncava, se concentra en un solo punto
con intensidad, por eso no puedo querer a casi nadie, solo a ti.
—Eres solo un
neurótico de ideas fijas. No un enamorado.
—…El tuyo
es como una lente convexa que irradia a todos, deslumbrándolos, pero a cada
quien le da poco, casi nada. ¿Por qué tu crueldad?
—Una vez trataron de
matarme, mis propios padres, pero solo mataron eso con lo que la gente ama y
sufre.
—Tu corazón.
—Sí. Debes aceptar que no
podré amarte nunca. Se que el día que ame a alguien, ese día empezaré a morir. Y
también es el alivio de estar al otro lado del crimen—dijo Eme acariciando su cabeza —. La injusticia, que es lo que es el
mundo, tiene dos lados y solo uno de ellos se sufre, yo no quiero estar en ese
lado. Esa debe ser la mecánica de mi forma de ser ¿Y la tuya?
—La de estar en la misma
situación y sobrevivir a ella. Que esta vez el monstruo no me mate.
—Ahí Eme vio a eracom
totalmente convertido en otro, en Ele, y lo abrazó con intensa
compasión.
Ambos
volvían en su vida adulta a una escena oscura de su infancia, una que nunca
dejaba de ocurrir, y ellos mismos la reconstruían una y otra vez con la
esperanza de que todo acabe bien ahora. Pero el pasado es algo de lo que nunca
estamos a salvo.
—Vives una fantasía
inútil —dijo Eme.
—Tu también. Siento pena
por ti. Por eso te perdono. Sé que tomará tiempo, pero un día tú también te
perdonaras a ti mismo.
Al oír esas palabras Eme
se puso a llorar conmovido de si mismo y abrazó a eracom. Y este no pude huir de él ni de la vida, como había
planeado y estuvo a pocos pasos de conseguir.
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