jueves, 4 de agosto de 2022

1 LA GUERRA CONTRA LOS HUMANOS: Mientras llega el futuro.

 


 


13,8 billones de años después del inicio del universo[1]

 

Poco después del primer instante sin pasado, el cosmos se desparramó y colmó la nada en interminables nebulosas, planetas, asteroides, cometas, estrellas espectrales, estrellas de quarks, estrellas de preones, cúmulos galácticos, agujeros negros, blazers, supernovas, cuásares, enanas blancas, pulsares, astros de energía oscura, objetos BL-Lac, ULIRGs, súper cúmulos, galaxias lenticulares, starbursts, gravastares, magnetares, cefeidas, nubes moleculares, objetos de Thorne–Żytkow, planetas pulsares, estrellas de bosones, singularidades desnudas,  galaxias comunes, galaxias seyferts, radiogalaxias y todavía millones de otras cosas aún más raras. Como una microscópica semilla es germen de un interminable bosque, como una célula miles de veces más pequeña que un punto en este texto da génesis a los gigantes devoradores de mundos, el cosmos fue una vez casi nada y es ahora interminable, infinitos paisajes de detalles precisos lo colman incesantemente. El ser es así, espejo del infinito. Pero acaso, como el precario reflejo de la luna en el agua, el universo es solo un reflejo remoto del multiverso, al que le debe su ser y que flota tan alto e indiferente de él, en el Aether, del que nunca podemos ver su perfección.

La historia del universo no es más que el cambio de un universo ordenado absolutamente a uno desordenado absolutamente. De la anti-entropía[2] absoluta a la entropía[3] absoluta. La guerra de la anti-entropía con la entropía es la historia del cosmos, y de este libro, sin esa guerra en el centro del ser, no existiría el tiempo, que es acaso el único concepto en el que deberíamos meditar. Conocemos la evolución del universo después de un instante. Un instante no es infinitamente pequeño, es un tramo, pues son hay nada que sea y que no dure algo, y un instante dura un tiempo de Planck o sea 10-46 segundos. Antes de ese punto la meta-filosofía no puede teorizar. Pues más allá del universo no se puede pensar. Pues se piensa el universo no se piensa nada. Prueba que antes de ese instante no hubo nada. Los límites del mundo son los límites de nuestra mente y no se puede pasar más allá de él sin dejarnos a nosotros mismos. Por eso antes de ese primer instante solo hay una rara “singularidad”, que indica que la anti-entropía es infinita y que la cognición es calculable en cero. Es decir, no se puede pensar lo infinitamente perfecto o lo vacío, y acaso signifique esto que esas dos cosas son una sola. El universo, entonces, cuando nació, empezó a caer de la perfección absoluta, se perdió de la eternidad incognoscible que lo parió, y se extravió en el devenir temporal que conocemos y que nos corrompe.

Y empezó todo con un doble parto, luego, una colosal guerra entre un universo de materia y otro de antimateria empezó. Ambos, millones de veces más grandes que este, se canibalizaron mutuamente y de los restos de esa batalla a muerte quedaron solo minúsculos escombros, hijo de esos padres que se odiaban[4] y que llamamos universo.

Pero hay algo pequeño al margen de estos colosales mundos en pugna, en un rincón oscuro e inmóvil de sus vastedades, hay trazada una pincelada cualquiera, diminuta e innecesaria de ese fresco sin término, a mucha distancia de esos ruidosos protagonistas cósmicos, flota un planeta opaco y triste.

Pronto (en términos cósmicos) ha nacido en él la vida sensible, pero al poco tiempo está ya está muriendo como muere todo lo que atolondradamente nace. La superficie de ese planeta, como tantos, es aburrida sequía, asfixia y radiación, sus paisajes repiten una misma geología anóxica y muerta, lo surcan huellas de una remota erosión que ya ceso del todo, dejando una quieta inmovilidad. La búsqueda de vida exterior de algunas civilizaciones extraterrestres más evolucionadas llegó alguna vez a este planeta y paso de largo dada su esterilidad, las miles de inteligencias del cosmos surgidas 13,8 billones de años después del “surgimiento del ser” ignoraron, hasta que fue demasiado tarde, que bajo de su superficie, muy debajo de rocas y ruinas, una tosca forma de vida se empeñaba en persistir. Su lenta extinción tomaba siglos, no la extinción de una especie, sino la muerte de la vida misma. Debajo de la quieta superficie, los humanos aún nacían para pelear y morir en una guerra ahora entre dos dioses, una guerra subterránea y relativamente minúscula que germinaría como germinó el cosmos y que terminará matando al universo y a la numerosa vida que contenía.

13,8 billones de años después de inicio del universo[5], en ese punto pobre y borroso empezaba el fin. Este planeta llamado por sus primitivos pobladores “Thierra”, tiene una mortal superficie quemada por las radiaciones electromagnéticas UV-C proveniente de la estrella más cercana y por la radiación cósmica primaria de electrones de alta energía que terminan de quemar los viejos ecosistemas que parece alguna vez existieron en él. Ahora la corteza terrestre está hecha de capas sobre capas de construcciones, ciudades muertas sobre otras ciudades todavía más muertas formando una geológica estratificación artificial, bajo la cual viven los “Homo sapiens sapiens”. Uno de ellos un extraviado adolescente.

       En la oscuridad, edificios de geometría retorcida, imbricándose sin cesar sobre sí mismos, sólidos, ásperos, grises y helados, tejen sin cesar surrealistas e indiferentes formas de pobreza. Se juntan y desligan como los órganos diseccionados y muertos de un organismo grande y desordenado, vórtices sucios y opacos, huecos oscuros y vértices ampulosos, esquinas y series de líneas de cemento húmedo y polvoriento. De entre este caos, confuso de lo que le rodea sale sin saber de dónde el núbil eracom. Y esta ciudad subterránea que agota las distancias es el más perdido rincón del mundo: Limma.

Es la ciudad más silenciosa y olvidada de la Thierra profunda, luego del lento atardecer de la primera civilización humana. Limma es como un barco despedazado y roto, que flota sin vida en el tiempo, un tiempo que se bambolea indeciso entre ir hacia adelante o hacia atrás. Y frecuentemente se queda simplemente quieto sin que nada pase.

Esa ciudad hundida en lo oscuro es surcada por corredores, calles y plazas todas techadas, copiada desplomada de una superior, que dicen solo es parte de la imaginación o la temerosa premonición. Cientos de metros bajo tierra, un hormiguero de habitaciones interconectadas, calles ladeadas suben y bajan conformado sus barrios, sus distritos, sus sórdidos callejones. Entre edificio y edificio hay roca donde antes había aire, túneles permiten ir de un edificio a otro, alumbrados por una luz ámbar y tenue, se desdibuja su geometría en la niebla artificial y caliente que los sofoca. Una humanidad torcida de una enfermedad incurable que envilece su corazón y envenena su material genético la pulula.

Y por esos caminos sin destino, por esa ciudad carcomida de soledad, inicia su búsqueda el adolescente eracom, que alguna vez será en un invisible futuro un terrible Thaumasios o un científico despedazado por el amor, ahora, a salvo de ese futuro que no existe en ningún lado, es la primera versión de un hombre destinado a caminar por la eternidad y a ser dos hombres y ninguno.



[1] Millones de años más, millones de años menos, la edad actual del universo.

 

[2] Orden, perfección.

[3] Desorden, caos.

[4] En física llamada violación de la simetría cp

[5] Millones de años más, millones de años menos de la época actual.




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