En el último planeta…
Si, un día el Thecnetos
envió con su Emisario una rara carta y esta me hizo olvidar la contingencia de
los días y de mi vida, pero también me hizo olvidar quien era. La esperanza en
algo con mucho poder. Como dije, he visto el nacimiento de números seres
humanos. Acaso ahora soy yo el nuevo Emisario de este Thecnetos naufragado. Todos
mis recuerdos de M son conjeturas presentes, imágenes borradas del Emisario, de
cosas que ya no ocurren en ningún lado, quizás la conciencia no sea como
pensaba antes algo más allá de la 4ta dimensión, sino, algo sin dimensión. Nada. Si el vacío pudiera estar lleno, lo estaría de ti. Nada es más importante
que la nada que dejaste. Cosa rara, descubrí que la nada importa más que el ser.
El Thecnetos, mítico e infinito se está agusanando, lo
puedo sentir. En él, nació un día un guerrero, fuerte y sólido. Cálido y bueno,
parió además toda una humanidad, pero ahora el Thecnetos está estéril, y no
termina de morirse, pero tampoco está vivo. El atardecer final del cosmos
siempre está a mis espaldas; un cosmos que ya no importa. La noche pensaba en
ti, tu mirada inocente y tus fuertes formas como las de una ladera rocosa, en
tu mirada terrible como esas cordilleras filosas que pelean día y noche con las
tormentas, en tus ojos estaba todo el salvajismo y belleza de esas tierras
heladas, que ningún hombre recorrió. Pero en ellas, dormido y solo moro ahora,
habito esa mirada. Debo decirte quien soy y debes saber quién eres, antes de
que seas, como el mundo, un pensamiento desvaneciéndose en este extenso
horizonte de olvido, que llamamos último planeta. Morir juntos viendo este
infinito atardecer es toda la forma de mi esperanza.
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