Trillones de años después, en el atardecer del tiempo…
El Theknos-herakon ha muerto, aunque quizás no del todo. Ahora solo
tengo que encontrarte para ser de verdad L, unirme a ti y revivir a esta
humanidad dormida. Ambos somos las mitades que le faltan para ser. Una vez te
encuentre, terminará este naufragio de la humanidad que llaman Thecnetos. Pero
pasa el tiempo y no te hallo, y este sigue muriendo, pero ¿Qué es el tiempo? El
tiempo es el plazo hasta ti, una condena sin ti, pero cuando llegue y nos
juntemos todos los relojes se pararán. El tiempo devendrá inútil, y desaparecerá.
Contigo la misma vida llegará a su final tan largamente anhelado y la humanidad
renacerá a su vida eterna, aunque no sé aún como. El Thecnetos se tambaleaba en
su muerte, contiene un gran error efectivamente, tengo que corregirlo y tengo,
para lograrlo, que hacerme uno con él, dejar un momento de buscarte. Por años
intente comprenderlo y era como entenderme a mí mismo, pero no mi yo
superficial que todos conocen, el Thecnetos me mostró un espejo muy nítido y en
las profundidades de ese espejo me reveló algo múltiple y diverso sobre mí, y
también, mirando en lo más hondo, vacío. Y lo más atroz, me mostró otro L, y
otro M, en esa empresa, sentí que el Thecnetos me invitaba a unirme a él, a
dejar mi camino hasta ti, y a abandonar a la humanidad. Cedí unos segundos,
transitoriamente, la tentación era infinita como infinito es nuestro enemigo y
yo que soy frente a tales fuerzas. En esos segundos me hice uno con la
profundidad abstracta de su mente, no ya como un ser ajeno que pasea a su lado,
sino como una consciencia inyectada en su maquinaria multi-dimensional, fui el
alma que lo hacía germinar. Por unos segundos cedí a su oferta de ser algo como
un Dios. Yo pasé a ser la mente que aquella inconsciente deidad que mora en las
profundidades del último planeta. En él, deje mi pobre condición de ser
temporal, me olvide de ser L y me olvide, brevemente de ti. Me volví un ser más
allá del tiempo, tantas veces me multipliqué en sus decenas de dimensiones que
ya no fui yo, fui más que yo. Me desvanecí en las alturas de lo más
trascendente, elevado por aquella máquina, hecha de las múltiples facetas de lo
inconmensurable. De aquel ente tan alejado de la vulgaridad del tiempo o la
materia emergí a conocerme a mí mismo, verdaderamente. Por primera vez el
Thecnetos se convertía en lo que mi mente pensó. Y un nuevo fin reprogramó su
absoluta perfección estabilizándolo. Su múltiple eternidad viscosa entró en
mí.
Pero pronto noté,
hecho uno con ese torbellino de vértigos, con ese inefable absoluto que todo lo
sabe y todo lo comprende, que dentro del Thecnetos yo estaba solo. Que algo
desaparecía en la lejanía, algo que yo había venido a buscar a este fin del
mundo y supe que, si no lo encontraba, también yo no me encontraría. Y eso eras
tú.
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