jueves, 4 de agosto de 2022

3 VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: L El Dios.

 

Trillones de años después, en el atardecer del tiempo…

 El Theknos-herakon ha muerto, aunque quizás no del todo. Ahora solo tengo que encontrarte para ser de verdad L, unirme a ti y revivir a esta humanidad dormida. Ambos somos las mitades que le faltan para ser. Una vez te encuentre, terminará este naufragio de la humanidad que llaman Thecnetos. Pero pasa el tiempo y no te hallo, y este sigue muriendo, pero ¿Qué es el tiempo? El tiempo es el plazo hasta ti, una condena sin ti, pero cuando llegue y nos juntemos todos los relojes se pararán. El tiempo devendrá inútil, y desaparecerá. Contigo la misma vida llegará a su final tan largamente anhelado y la humanidad renacerá a su vida eterna, aunque no sé aún como. El Thecnetos se tambaleaba en su muerte, contiene un gran error efectivamente, tengo que corregirlo y tengo, para lograrlo, que hacerme uno con él, dejar un momento de buscarte. Por años intente comprenderlo y era como entenderme a mí mismo, pero no mi yo superficial que todos conocen, el Thecnetos me mostró un espejo muy nítido y en las profundidades de ese espejo me reveló algo múltiple y diverso sobre mí, y también, mirando en lo más hondo, vacío. Y lo más atroz, me mostró otro L, y otro M, en esa empresa, sentí que el Thecnetos me invitaba a unirme a él, a dejar mi camino hasta ti, y a abandonar a la humanidad. Cedí unos segundos, transitoriamente, la tentación era infinita como infinito es nuestro enemigo y yo que soy frente a tales fuerzas. En esos segundos me hice uno con la profundidad abstracta de su mente, no ya como un ser ajeno que pasea a su lado, sino como una consciencia inyectada en su maquinaria multi-dimensional, fui el alma que lo hacía germinar. Por unos segundos cedí a su oferta de ser algo como un Dios. Yo pasé a ser la mente que aquella inconsciente deidad que mora en las profundidades del último planeta. En él, deje mi pobre condición de ser temporal, me olvide de ser L y me olvide, brevemente de ti. Me volví un ser más allá del tiempo, tantas veces me multipliqué en sus decenas de dimensiones que ya no fui yo, fui más que yo. Me desvanecí en las alturas de lo más trascendente, elevado por aquella máquina, hecha de las múltiples facetas de lo inconmensurable. De aquel ente tan alejado de la vulgaridad del tiempo o la materia emergí a conocerme a mí mismo, verdaderamente. Por primera vez el Thecnetos se convertía en lo que mi mente pensó. Y un nuevo fin reprogramó su absoluta perfección estabilizándolo. Su múltiple eternidad viscosa entró en mí. 

Pero pronto noté, hecho uno con ese torbellino de vértigos, con ese inefable absoluto que todo lo sabe y todo lo comprende, que dentro del Thecnetos yo estaba solo. Que algo desaparecía en la lejanía, algo que yo había venido a buscar a este fin del mundo y supe que, si no lo encontraba, también yo no me encontraría. Y eso eras tú.

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