domingo, 7 de agosto de 2022

7 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Herakón en su Laberinto

 



 

Un trillón de años después…

 

Al centro exacto del castillo de metal Herakón yace frustrado frente a su creación. Millones de subordinados obedecen sus precisas ordenes, pero el Thecnetos está creciendo muy lentamente y duerme su sueño de dios sin despertar. No hay señales de que eso cambie y el tiempo se acaba, ya un 80% del universo conocido es inlocalizable. Año tras año, toneladas de energía gastada y no logran que la consciencia del Thecnetos se encienda. Algo falta en su corazón oscuro, algo que no estaba señalado en el manual de L. ¿Acaso así será el futuro?, un universo dormido, sin vida ni conciencia de sí. Solo piedras, energía y espacio. Contra ese destino luchaba esa última generación, ¿Pero si el futuro ya existía? ¿Si en la historia de la eternidad ya estuviera determinado que la humanidad no se salvará? ¿De que valía esforzarse? Pero no tenía sentido. No hay destino porque no hay futuro, solo hay presente pensaba Herakón. Y el futuro no es más que un presente esperado, soñado. Pero si no encontraba una salida pronto no habría humanidad. Pero al crecer, el Thecnetos se convertía en un monstruo quimérico cada vez más difícil de entender y siempre inútil.

       Ya los servidores se han ido. Recorriendo los recovecos solitarios del Thecnetos, pasea Herakón como por el mismo cuerpo hueco del silencio, los metálicos ecos de sus pasos retumban en el vacío y antes de extinguirse se meten por las esquinas de aquella máquina que contiene las ideas escondidas de aquel minúsculo Thaumasios muerto, de aquel desgarrado técnico: L, y en ellas, camuflado y en guardia, un secreto que no puede descubrir el oscuro Thaumasios. L ha muerto, sí, pero vive en cada parte de su diseño, como una semilla que no germinará nunca, o acaso esta ya seca dentro del gigantesco artefacto construido por la trans-meta-corporación, pero L también vive en Herakón, pues un pedazo de su mente confusa se metió quirúrgicamente en la mente del Thaumasios.

Si acaso despertaba, en el corazón del Thecnetos debía crecer un día un horizonte de sucesos[1], L había dejado instrucciones sobre cómo construirlo, pero faltaba una clave, un código, pero Herakón no sabía de qué se trataba, pero su mente buscaba, en sí misma. Debía buscar en esa parte de L que fue inyectada en él, pero no quería dejar de ser él examinándola. Mientras, la máquina alzaba su arquitectónica terrible y colosal dentro del castillo de metal.

En cierto punto de su construcción el Thecnetos se mostró totalmente ingobernable e independiente. Herakón descubrió que desarrollaba regiones de dinámica propia y tomaba decisiones diferentes a sus primeros propósitos, estas emitían órdenes y desordenan lo construido, reformándolo y haciéndolo aún más difícil de entender. Los técnicos habían descubierto ideas mecánicas, como sueños artificiales que lo recorrían, como las cavilaciones amorfas e inconscientes de un hombre en estado de coma. No sabía si un día llegaría a funcionar. Sin embargo, algunos poderes inéditos de la maquina habían mostrado asombrosas capacidades y se había logrado, si no controlar, sí usar. La más notable capacidad del Thecnetos era poder ver el pasado y predecir sin errores el futuro. No era raro, ese es el núcleo más íntimo del Thecnetos y el que lo vinculaba a su naturaleza trans-dimensional, aquella que no está aprisionada por el devenir del tiempo, ni está en el mero presente, un pedazo de eternidad conformaba su corazón dormido, un hilo que lo unía y hundía con el multiverso invisible, del que todos somos sombras. Pero no era magia, simplemente el Thecnetos podía remontar las causas numerosísimas y ver el pasado y los efectos del futuro.

Pero esto era contradictorio, ¿Acaso el futuro no es incierto? —pensaba Herakón —. Lo que pasa con las cosas se debe a lo que sus partículas elementales hacen, y ¡el destino de una partícula es incierto![2] Eso se debía al colapso de la función de onda de una partícula. Una partícula colapsa, es decir aparece en una ubicación particular al ser observada. Antes de colapsar una partícula “está” en todas partes, una vez colapsada, aparece en un lugar preciso pero incierto, antes no está en ningún lugar o está en todos, el caso es que, no se puede saber dónde aparecerá, hay infinitas posibilidades, por lo tanto, hay infinitos futuros posibles para esa partícula. Siendo así para la parte lo debe ser para el todo. Por eso no puede predecirse el futuro, pero el Thecnetos sí lo hacía, elementales experimentos ya lo habían corroborado. Pero ¡Era absurdo! Cada posible lugar adonde aparezca una partícula determina un futuro diferente, hay infinitos futuros posibles como explica bien el viejo mito del Jardín de sederos que se bifurcan[3], ¿Cómo podía el Thecnetos entonces ver el futuro como uno solo? ¿Acaso el futuro no era uno de millones posibles?

¿Acaso esta máquina solo ve uno de los múltiples futuros? si es así es ciega. ¿O acaso el mismo Thecnetos hacía colapsar la función de onda en una dirección determinada, determinando así nuestro futuro?, o sea esta máquina ve el futuro que el mismo establece, nos traza un destino. ¡Lo elije!

       Herakón se confundía... Pero finalmente encontró una explicación simple, pero difícil de afrontar: acaso este no era el presente sino el pasado de otra época. El pasado si es solo de un modo e inmóvil y tiene un destino preciso.

así que estoy en el pasado… —pensó Herakón con cierta tristeza. Era como estar al otro lado de un espejo. Era ser menos real, pues solo el presente es de verdad algo.

La tentación de ver el futuro surgió en el viejo Thaumasios, ¿Podrá despertar el dios mecánico? ¿Podrá la humanidad sobrevivir? Una exploración secreta a lo que aguarda lo lleva a descubrir un terrible peligro, que ayer ignoraba.

Por el cableado que une al oscuro Thaumasios con la eternidad de la que pende el Thecnetos, Herakón se entera de una verdad triste y fatídica… M y L habían engendrado un hijo, N, este había sido destinado a destruirse al prohibirse la reproducción. Pero este embrión de M y L se había salvado de algún modo. Aún más, calculando el futuro el Thecnetos le informo a Herakón que N estaba vivo y que pronto lo mataría. No había escapatoria. Pues solo hay un futuro.

Herakón supo que su muerte empezaba ese día. Él moriría antes de que el Thecnetos despertara, y antes de que la humanidad muriera. También supo que él, que aborrecía la vida ahora temía perderla. ¿Por qué? acaso eso era síntoma de que no era del todo él, L contaminaba su mente. Parte de su mente se le había inyectado, no solo tenía su mente, en parte era él.  Y había participado sin saberlo de la asquerosa lógica de la vida, pues este N era también algo engendrado por una parte suya, la única. Era urgente para el Thaumasios destruirlo, pero ¿dónde estaba?



[1] El horizonte de sucesos es una superficie imaginaria que rodea a un agujero negro. Ninguna cosa dentro de él, puede escapar. No existe modo de observar el interior del horizonte de sucesos, ni de transmitir información hacia el exterior.

 

 

[2] Principio de incertidumbre de Heisenberg.

[3] Mito apócrifo no contenido en la anomalía 234532rwn534k.



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