Un trillón de años después…
Murió L y nació el
Thecnetos. En ese momento se prohibió la reproducción artificial, la única
posible, y se ordenó que los humanos que no habían alcanzado la madurez se eliminaran:
los niños y los recién nacidos. Poco tiempo después empezó lo de los niños
juguete.
Sobre las
abandonadas instalaciones de un centro de androgénesis
se levanta una industria nueva y pobre. Un solo obrero, el gnomon, la administra para sus lejanos dueños. Dentro de una
destartalada máquina una serie de cuerpos sin vida flotan, entre ellos un
embrión particular. La industria compró los últimos lotes de embriones de
desperdicio a los ya desmantelados centros de androgénesis. Tuvieron que buscar en lo muy remoto luego del
infanticidio, pero no para hacer humanos, eso estaba prohibido. El tosco y
fornido obrero manipula las máquinas para transfórmalos en juguetes. La primera
tarea era buscar los mejores y reparar lo más posible los defectuosos, que eran
la mayoría. El obrero se niega a eliminar incluso a los más imperfectos o perdería
su miserable ganancia, pero algunos ya están demasiado descompuestos y debe
destruirlos. Uno de los condenados es aquel embrión, pero a pesar de su imperfección,
el genoma de esa célula anómala se defendió y logró embaucar a la máquina, anhelaba
acaso estar pronto cerca a sus progenitores, sin saber que ya no existían en
ningún lugar, y es escogida entre las que vivirán a pesar de su deterioro.
Varios genes son apagados irreversiblemente en esos embriones para qué no lleguen
nunca a ser adultos, es decir humanos, con un juego bioquímico solo comprendido
por esa herramienta de metal, mientras el osco gnomon ignora la sutil ciencia que se lleva a cabo tan cerca de él,
ignorante de que juega con la vida. Millones de biomoléculas se forman
artificialmente y se juntan en ácidos nucleicos, lípidos, hormonas, proteínas,
enzimas, y otras bio-moléculas artificiales. Van parchando defectos y
neutralizando genes de desarrollo, miríadas de programas y funciones
despiertan, forman ahora una comunidad de reacciones químicas en simbiosis que
crece entre el orden. Apiñados en ese útero artificial múltiple, ojos, dedos,
huesos, tendones, músculos empiezan a moverse, un sistema circulatorio y las
neuronas se multiplican, obedeciendo un dominó químico. El embrión imperfecto a
pesar de haberse salvado de la primera eliminación se desarrolla mal y más
lento que los demás, aun así, varias de las proteínas que segrega logran
camuflar su imperfección y sobrevive a la implacable eugenesia mecánica, su
imperfección se remediara al alcanzar a sus padres. Todo ocurre dentro de un
viscoso y gelatinoso útero de hierro, la inerte materia se asocia a las
primeras formas de sensación inmaterial, los primeros eventos de física fractal
en los pequeños cerebros comienzan a hacerlos sentir y a pensar en las
oscuridades casi heladas de esos ruidosos úteros metálicos. Así, en unos días
se forma un lote listo para respirar aire. Pequeño y amarillento el no-nato errado
sobrevive entre los demás embriones juguetes, solo queda esperar. El lote es
pobre y se venderá barato. El obrero apaga aquella máquina-viva matándola sin
que esta pueda evitarlo o defenderse. Aquellos no-natos permanecen un tiempo
más congelados dentro de esa maquinaria sin bondad, a la espera de la venta y
la larga cadena de intermediarios.
Las parejas de eromenois compran esos niños-juguetes
que se venderán según su calidad. Prohibida la reproducción por la
trans-meta-corporación los humanos crían las mascotas más perfectas. En los
orfanatos de engorde crecerán rápidamente y en unas semanas parecerán niños de
unos 8 años y listos para la venta final. Tienen genomas humanos, pero no hay
razón para pensar que tengan alma, por ello son considerados golem[1]. Dado
la poca calidad de este lote el precio lo podrá pagar cualquiera.
[1] De la palabra "guélem" (גלם, gélem),
'materia'. Un golem es un ser animado fabricado a partir de materia inanimada,
en la literatura talmúdica para referirse a una sustancia embrionaria o
incompleta.
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