jueves, 4 de agosto de 2022

2 EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES. Todo sobre n

 


 


Un trillón de años después. Al borde del límite entrópico[1]

 

Amil-Urep. Las civilizaciones que aún sobrevivían se unieron a mirar el abismo que estaba delante de ellas y que los devoraría. Pero tenían al Thecnetos, aunque aún dormido e incompleto. El creador había muerto, pero tenían a su clon epigenético para terminar el trabajo.

Un hondo sonido retumbó, como si el fondo del universo se desfondara toscamente, era la aceleración de la expansión del universo rompiendo los límites más lejanos del cosmos.

Y de ese fondo venía aceleradamente una nave descomunal y negra, era toda ella una gigantesca y múltiple arma, diseñada para destruir la ciudad.

Estallaron las sirenas en Amil-Urep, largas columnas de luz se elevaron para ver en la negrura al enemigo. Pero este era todavía un punto lejano y a una gran altura, el humo que se debatía en torbellinos no dejaba verla, pero esa nave apuntaba al Castillo de Metal, en cuyo centro se armaba al Thecnetos. Pero ¿De dónde venía? ¿Quién la enviaba?, ya habían acabado las guerras, y no había en todo el cosmos otra especie que la humana. Ahora el enemigo era la nada, no el hombre. Al saberlo, de la ciudad salieron contingente de naves y armas.

La negra nave ya caía en picada sobre la ciudad, aunque a gran altura todavía, era tan grande como el Castillo de Metal y a cierta altura empezó a desarticularse en diversidad de artefactos, bombas, núcleos de radiaciones, fábricas flotantes de veneno químico y autómatas suicidas de diverso tamaño, que, suspendidos en el aire, caían sobre la ciudad, formando una nube oscura, aunque lejana, como una lluvia negra que recién se condensara anhelante de llover y morir sobre Amil-Urep. Una miríada de vertiginosas naves salieron de la ciudad y ya subían a interceptarla y a combatir con ese enemigo, como una lluvia inversa de violento metal.

Los primeros pilotos se hundieron en esa nube de artefactos y empezaron a atacarlo, era normal que todo ese primer grupo muriera, cosas artificiales saltaban sobre ellos desorientando su vuelo y haciéndolos chocar.

Pronto se notó que no había nadie en esa nave, la misión era hacer estallar su cargamento, miles de veloces naves aguijoneaban traspasando esa mortífera cosa en caída libre.

—¿Quién ataca? —preguntó el pequeño fvogelfit a su padre Petrock desde la parte trasera de la nave.

—Nadie lo sabe, y no es la primera vez. Acaso el mismo universo ha creado ese enemigo contra nosotros. Es antinatural lo que tratamos de hacer —contestó el hercúleo Petrock mientras atravesaba y eludía vertiginosamente ese caos que se desplomaba sobre la ciudad, haciendo volar todo lo que podía en esa masa cayente.

El cielo sobre Amil -Urep ya era todo fuego y explosiones por la batalla. Había tardado en despegar, pero frenéticamente ascendió la afilada nave de Ayazx. Se hundió gritando de viril emoción en medio de esa explosión múltiple destruyendo más enemigos que nadie. Pero ningún enemigo murió. 

En tierra su hijo, n, que tenía prohibido subir a la nave esperaba inmóvil y avergonzado, preocupado. A pesar de la defensa, miles de artefactos venenosos o explosivos cayeron alrededor de él haciéndolo temblar de miedo. Quizás su padre espera regresar y verlo muerto. A pesar del terror que le causaba, hubiera querido acompañar a su padre en la nave, como hacían todos los hijos de los guerreros, pero Ayazx no se lo permitió para que no lo estorbe. Caían múltiples cosas sobre el Castillo de Metal. La ciudad se hubiera incendiado si no se hubiera quemado ya tantas veces antes.

Los muertos eran miles, pero el Thecnetos seguía intacto, y se registró en él un pequeño movimiento, los daños al Castillo de Metal se consideraron minúsculos y los de la ciudad no importaban. Aquella arma de todos modos era primitiva, su tecnología era arcaica y fácil de enfrentar. No hubo prisioneros pues nadie la tripulaba. Fue una pelea a solas. Los soldados sobrevivientes bajaron a sus rutinas, una tenue y lenta lluvia de fragmentos negros de su enemigo ya destruido caían sutilmente acariciándola.

Arriba, el cielo era arañado de delgadísimos hilitos luminosos, eran unas pocas armas destruidas fácilmente. Abajo, casi ocupando todo el espacio, se alzaba terrible el Castillo de Metal, en cuyo corazón de hierro se construía al Thecnetos. 

Dos altas y voluminosas figuras se aproximaron al temible edificio, dos descomunales guerreros, cuyas voluminosas carnes oscilaban al moverse, los acompañan dos siluetas pequeñas, sus respectivos hijos, tan disciplinados como ellos y vestidos también militarmente. Llegados finalmente a su destino, se presentan y unen al regimiento que protegía los laboratorios del castillo.

—¿Qué hacen esos Thaumasios? —dijo la alegre voz de fvogelfit a su padre, un guerrero de mirada disciplinada y limpia.

—Construyen la muerte —respondió Petrock al vivaz niño.

—¿El Thecnetos? Nuestro enemigo —dijo lleno de emoción ávida de aventuras fvogelfit.

       Ayazx miró la casta belleza de Petrock y para iniciar la amistad comenta a Petrock y a su hijo sin dirigirse al suyo:

—Esos pobres técnicos tienen su quimera, el Thecnetos, pero es una máquina impotente como su creador que ya es polvo, jamás despertará. Lo abiótico se prepara para tomar el protagonismo de este universo. Y perdernos. Esa cosa enviada por lo invisible es un anuncio. Y es lo mejor.

       Casi a solas de los demás, n, hijo de Ayazx se siente apesadumbrado y lejos del grupo, sobrevivió, pero eso no parecía importarle a nadie, sus ropas militares no asientan con su aspecto débil, con dudas su mano infantil busca la fuerte mano de su padre. Trata indeciso suavemente de tocarla, pero una vez que se anima a sujetarla tímidamente, Ayazx fastidiado lo rechaza bruscamente.

Adentro del hermoso y terrible Castillo de Metal los terribles Thaumasios Hekantokeinos, dueños del mundo, conversan:

—Acaso en sus restos aún quedan algunas ideas más, la mente no es más que semántica bio-química y tarda en descomponerse, por eso los recuerdos duran más que la vida misma —dijo Orf, uno de los sabios Hekantokeinos a Herakón delante de cierta materia en descomposición muy avanzada, un fétido tejido atravesado de cables. Ese grupo de Thaumasios venidos de otras meta-corporaciones trabajaban denodadamente para rescatar del cerebro muerto de L, algunas ideas grabadas en sus tejidos cerebrales, ideas que les permitan revivir a la gran máquina inútil. El diseño del Thecnetos era minucioso pero incompleto y no había forma de crear esas partes faltantes del manual que había dejado el creador, ahora muerto. Cuando L murió, su cuerpo se descartó sin ceremonias, pero cuando el Thecnetos ya construido se mostró inerte cundió la desesperación, años costó encontrar sus restos en lo helado y oscuro del Aether, pero se buscaron con la esperanza de completar el diseño. La red neuronal despedazada de este era copiada en sistemas informáticos, pero la descomposición solo había dejado frases y balbuceos caóticos, escombros de una mente. Con ellas un programa rompecabezas dedujo ideas y pensamientos, pero eran un conglomerado caótico de emociones atravesadas de pensamientos racionales en lucha y contradicción tortuosa, ese laberinto mental era más informe que el manual para hacer al Thecnetos y contenía misterios mensajes e inútiles prosas, incluso poesías, pocos sabían cómo podría ayudar al desesperado plan de salvar a la humanidad, pero no había otra vía. Fue Herakón al que se encomendó completarlas y perfeccionarlas. Los métodos debían ser radicales y una parte de esas ideas, es decir de la mente del Thaumasios muerto L, se grabarían en el núcleo más íntimo del Thecnetos y también en el mismo cerebro de Herakón, aunque en desorden y despedazas por la muerte y por la personalidad ya quebrada de aquel Thaumasios. El trabajo de los científicos lo custodiaban cientos de guerreros como Ayazx, acompañados siempre por sus hijos-juguete.

Ese día se fundía la mente de Herakón con esta información para que lograra ser más eficiente en comprender un modo de despertar al Thecnetos. Herakón obedecía, perderse a sí mismo un poco no le debía importar. El yo no importa, solo la función.  

—¿Qué se hizo con el cuerpo de L? —preguntó fvogelfit a su fuerte padre.

—Fue descartado —respondió Petrock con alguna compasión por aquel técnico muerto del que todos hablaban—. Pero se pasaron algunos de sus recuerdos y emociones a la mente de una máquina y de ahí pasarán a la de Herakón, este perdería su personalidad en el experimento. Pobre anciano.

—Tendrá un yo híbrido… Ese L nacerá un poco dentro de él —dijo asombrado y emocionado el niño-juguete, luego con esos ojos redondos y traviesos miró la soledad del niño-juguete n, verlo detuvo su entusiasmo, y compasivo, quiso darle su amistad. De hecho, lo reconocía.

—El viejo Herakón no sabrá quién es desde este día —agregó sádico Ayazx con un cierto regusto por la desgracia ajena.

Fvogelfit abrazo las fuertes piernas de Ayazx, que pronto se convertiría en eromenos de su padre, entusiasmado por la fantástica ciencia que ahí ocurría. Ayazx simpatizaba con los niños, le acaricio la cabeza al sentir los fuertes bracitos y rio indisciplinadamente, el suyo era tan insípido, no reía nunca.

—Aceptaré eso —dijo el Thaumasios sujeto por dolorosas tecnologías pero pídales silencio a los esclavos agregó, detestando la anarquía que reinaba desde el surgimiento de la endeble trans-meta-corporación.

       Avisados de la orden por otros recios gigantes, Ayazx cargo cariñosamente en sus hombros a fvogelfit y los 3 abandonaron la sala principal. Harían guardia afuera. Aún debían obedecer. Aún eran esclavos. Pero no había seguridad de hasta cuándo. Como el universo, esa sociedad tambaleaba y perdía su estructura, n los siguió a cierta distancia, le costaba pues sus piernas enfermas no eran tan veloces como las de aquellos, pero no debía alejarse mucho o Ayazx le lanzaría una terrible mirada, n más que acompañar a su padre simplemente lo esperaba siempre cerca, con el anhelo de quién ha aceptado amar a quien no lo quiere o con la taimada táctica de los desahuciados que se obligan a querer a los que los ignoran. Su vida dependía de ello.

       Debajo de todos estos personajes minúsculos, el Thecnetos dormía y se agitaba invisible en su inerte sueño trans-dimensional. Si no despertaba la humanidad se perdería. Y si despertaba también.

Él era ese abismo que todos miraban y cuyos ojos permanecían siempre cerrados, y acaso solo se abrían cuando esos hombres, perdidos en sus anhelos, le daban la espalda.

       Pero mejor será contar todo desde el comienzo…



[1] Época que alcanza todo universo cuando el desorden termodinámico es casi total y ya no hay energía libre para ser usadas por las máquinas o por los seres vivos, aunque persisten aún la materia y el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario